Capítulo 12 - Determinación

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Buenas a todos, pido disculpas por el enorme retraso a los que siguen el fic al día, y a los que no, también. Aquí les traigo el nuevo capítulo e intentaré subir el que corresponde mañana viernes o a más tardar, el sábado. ¡Que lo disfruten!

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El grupo atravesaba el bosque con lentitud, con Noir liderando la marcha. Ellos estaban siguiendo el camino por los alrededores de Ciudad Jubileo por una zona poco transitada, cautelosos de encontrarse a algún cazador rezagado o pokémon hostil. En su segundo día tras abandonar Hojaverde, las cosas estaban tranquilas. Noah los seguía de último, dando pasos con dificultad uno tras otro, intentando alcanzar a Suruna y Laura que estaban unos quince metros más adelante. Cada uno jadeaba y le costaba respirar, cansados, pero a su vez, ninguno se detenía.

Cuando el joven cae al suelo de frente, exhausto y produciendo un ruido seco, el resto de los integrantes voltean para observar lo ocurrido. El Umbreon detiene la marcha y entre gruñidos inspecciona el lugar por un momento. —Acamparemos aquí, Diana, Nahira, monten un perímetro— Cada uno obedeció sin rechistar, y el oscuro se dirigió donde su amigo quien buscaba levantarse.

—En esa posición... ¿Harás flexiones, se llamaban?—Se mofó él, mirándolo desde arriba.

—Un día me la voy a cobrar Noir...

—Toma agua y descansa unos minutos, luego reúnete conmigo más adelante, no tardes.

—Eres un tirano...

El pokémon agitó una de sus orejas mientras se alejaba, indicando que había escuchado el comentario pero le daba igual. Al acercarse al campamento, el cual no era más que todos descansando bajo la sombra de algunos árboles, Noah se dejó caer y sacó una cantimplora de agua. Tras hidratarse un poco, se distrajo viendo a la pequeña Anabel que se entretenía corriendo y saltando cerca de los demás, esquivándolos en el último momento antes de hacer un amago y cambiar de rumbo.

En un momento llegó a ver a Laura, mirando en dirección a la ciudad, se preguntaba si tenía añoranza por volver, o si tenía en cuenta que el lugar donde despertaron como pokémon no estaba lejos. Pero por un momento, ella gruñó y se alejó en dirección contraria. Tal vez ella estaba más decidida a aceptar la verdad de lo podría creer. O solo era un atisbo de la influencia de Mesprit. Pensaba él.

—Oye, ¿estas escuchando?—la voz lo sobresaltó, al girarse al origen de está se encontró con Monferno a la distancia de solo un brazo entre ambos—Que ya terminó el descanso, tenemos que irnos, me obligaron a buscarte.

—¿Si? Perdón por ello.

—Olvídalo, solo muévete.

Lucario se sorprendió ante la actitud de su compañera, desde la partida de la casa, comenzó a actuar un tanto extraña. Unos minutos de caminata pasaron antes de reunirse con el Umbreon y Zangoose que esperaban atentos a todo. El joven recordó vívidamente la experiencia de ayer y aún le dolían todas las articulaciones, más que todo por el equipo regio que llevaba puesto y no podía quitarse por órdenes de los veteranos. Manteniendo la distancia de los pokémon al frente, comenzaron a flexionar y estirar los músculos con ejercicios simples.

—Ya conocen el procedimiento—empezó Noir a explicar—les daremos experiencia de combate, pueden usar cualquier movimiento o habilidad, nosotros para no matarlos, no haremos eso.

—Y dale con la condescendencia. ¡No somos tan débiles!—se quejó Suruna, ofendida por el trato.

—Son basura—confesó el zorruno— y por un día que has entrenado no cambiara eso.

—¡Desgraciado!

La Monferno se abalanzó hacia delante con transparente furia. El Lucario le grita, intentando detenerla pero ella hace caso omiso de sus súplicas y salta sobre el par enemigo. El Umbreon no se mueve pero la Zangoose se coloca delante, lista para recibir el aterrizaje de la mona. Esta sin contemplación, envuelve su puño derecho en fuego lanza un golpe, apuntando a la cabeza de la rayada. Nahira extiende su garra izquierda y con un movimiento con la muñeca, empuja delicadamente el antebrazo de la contraria, apartando así el ataque. Con su otro brazo libre, enrosca la pata para hacerla parecer un puño y conecta de lleno con la mejilla de la anaranjada. Suruna cae al suelo en seco, llevando su mano hacia la zona lastimada.

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