Capítulo 8 - Magia

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Una puerta se abre de golpe, dejando entrever una luz rojiza desde afuera. Varios personajes entran al trote, tres de ellos llevando entre brazos y lomos a Liepard hasta una encimera amplia de granito pulido, que desocupan sin demora ni cuidado para depositar a la herida ahí. Noah se apresura en arrimar algunas sillas cerca con ayuda de Noir y Suruna. Tras ello, se sube en otra plataforma y empieza a revisar los gabinetes y cajones más arriba.

—Demonios... ¡Diana! —llamó él sin apartar la vista de una búsqueda apresurada—Revisa si hay medicinas o pociones en la casa. También trae vendajes o trapos limpios, lo que encuentres.

—Entendido. Tú, la Monferno, ayúdame con eso.

La Leafeon se marchó escaleras arriba, pero la anaranjada no le hizo caso enseguida, puso mala cara por la forma que le hablaron pero ella sabía que el tiempo apremiaba por lo que decidió obedecer de mala gana. Mientras esperaba el regreso de ambas. Noah se aseguraba si había algún escape de gas con la ayuda del olfato de su Umbreon. Cuando tuvo luz verde, empezó a sacar ollas, llenarlas de agua y poner a calentar en la hornilla de la cocina. Todo hecho en varios viajes, maldiciendo su baja estatura que le impedía moverse más libremente para esas tareas.

Cuando Suruna volvió por primera vez, dejó unas pociones en spray y gasas, pero se quedó observando a su compañera ahí recostada. Su abdomen subía y bajaba en intervalos erráticos. El Riolu manchado de rojo hacía todo para tapar la puñalada en el pecho y hacer presión con ayuda de su pokémon. Cuando vio las medicinas, agradeció en silencio y las agarró apresuradamente, para luego poder aplicarla en la herida de la gata. No soportaba ver esa escena. Se marchó nuevamente para evitar presenciar la operación, no sin antes toparse con Zeven que entraba en la casa con cierta calma.

La Vulpix se detuvo por unos segundos, viendo el esfuerzo que hacía el joven por su pokémon, buscando mantenerla con vida y curarle el daño recibido. Sellando con las gasas y aplicando el vendaje casi de inmediato para mantener la presión y ocuparse del sangrado. Mostraba cierto interés en el proceso del tratamiento que empleaba el chico. Pero al final ella sabía una cosa, solo eran primeros auxilios.

—¿Cuáles son tus planes ahora?—Le preguntó ella, pero la respuesta no llegó, frunció el ceño e intentó nuevamente. —Noah, te pregunté ¿qué vas a hacer a partir de ahora?

—Voy a salvarla, nada más.—No apartaba la vista de su tarea, pero mostró su enfado y los dientes cuando tuvo que responder. —Si no tienes nada mejor en qué ocupar tu tiempo, ayúdame.

—¿Por qué debería?

—¡Por favor! Si no piensas ayudar entonces márchate de aquí, pero si quieres quedarte, ¡sé útil!—Se dirigió a ella agitando el brazo a un lado. Con los ojos humedecidos y desesperados.

—¿Qué es ella para ti?—Su expresión se mantenía calmada.

—Mi pokémon, mi responsabilidad.

—¿Solo por eso? ¿Por qué es tu mascota nada más?—insistió ella con premura.

—Fue mi culpa que esté así... Y es parte de mi familia, hoy ya perdí a muchos, no quiero perder a nadie más... Por favor...

Zeven dejó su actitud serena cuando contempló cómo el Riolu se arrodillaba y bajaba la cabeza. Por ese instante, una cara de asombro se quedó dibujaba en la cara de ella. Sonrió y luego suspiró, dejando toda la seriedad atrás. Subió a la encimera de un salto, donde se encontraba Liepard, acostada, su vida aún corría peligro. Se aclaró la garganta y habló en un tono alto.

—¿Estás dispuesto a renunciar a tu vida por la de ella?

—Si—respondió con firmeza. Pero ella no pudo hacer más que reír de la sorpresa—¿Qué te hace gracia?

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