Capítulo 14 - Despedida

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Noah saltó hacia atrás para marcar distancia entre él y su padre, logrando separarse por unos diez metros. Su mente estaba embotada, las ideas no le llegaban correctamente y su conciencia se desvanecía. Se llevó la mano a un lado de la cabeza y notó un tacto húmedo así como algo faltante. Miró al lugar donde estaba hace un par de segundos y notó lo perdido en el suelo. Otro torrente de dolor lo invadió y gritó al darse cuenta nuevamente del suceso.

—Perdón, perdón, ¿duele mucho? Estaba apuntando a tu ojo pero... —comentaba Rheios, sobándose la cabeza— hay que ver, tenías que reaccionar e intentar esquivarme.

—¡Hermano!—gritaba Anabel, quien estaba con los pies en el aire, sujeta por las garras de Flygon— ¡Papi! ¡No le hagas cosas crueles a mi hermano!

—Nena— se voltea el padre para mirar a su hija, quien estaba al otro lado de la estancia— guarda silencio, es una conversación de adultos. ¿Entendiste?

Esfera aural.

Una esfera de energía azulada sale disparada de las manos del Lucario en dirección al humano enfrente en lo que estaba distraído. El hombre levanta su mano izquierda, sin ver o voltearse, aparta el poder como si de una pelota inflada se tratase, esta cae y explota a varios metros tras de sí.

—¿Dónde están tus modales? Estás muy grande para tener una rabieta ¿no crees?

—Cállate—ordenó el joven, gruñendo sin soltarse la herida—¿Qué quieren los Luma?

—Vaya, vaya, ¿alguien te fue con el chisme? —se rascó la cabellera mientras veía el suelo, antes de retomar la mirada del blanco—Complacer a nuestro señor.

—¿Y por qué Arceus querría convertir a los humanos en pokémon? No tiene sentido.

—Oh, pero tiene todo el sentido del mundo, verás... —una turbia sonrisa se dibujó en la cara del hombre, tan retorcida que le desfiguraba la cara— Que mejor manera de reducir la población humana... Qué dejando sean ellos mismos los que se exterminen unos a otros, ¡no lo hay!

Una risa contenida pero lo suficientemente fuerte se escuchó por todo el lugar, haciendo eco en ese espacio cerrado y dando la ilusión que un centenar de hombres se reían uno tras otro. Cuando el silencio reinó por primera vez, Rheios suspiró de alegría, solo interrumpida por las palabras que brotaban del joven, con un rugido de rabia.

—¿Acaso estás loco? ¿Por qué hacer que nos matemos unos a los otros? ¿Por qué traicionaste a la humanidad? Y yo creyendo que estabas muerto... No... ¡Moriste el día en que desapareciste!

—Deja el drama, Noah.— una expresión sería, y una mirada fría como el hielo más gélido calló la sala y al joven con ella, obligado por la presión que ejercía— La historia humana está llena de guerra y conflicto, aún sin nuestra intervención, peor que eso, nos arrastraron en sus guerras de poder, como carne de cañón o armas. Qué arrogantes y despreciables seres...

—Lo dices como si no fueras parte de ello, que todos fuéramos malos, que no hay ninguno bueno.

—Lamento corregirte pero... Yo nunca traicione a la humanidad, porque yo jamás fui uno de ellos.

—Qué estás...

Los ojos del chico se quedaron como platos mientras su hocico callaba, como si de un manto de vapor se tratase, la silueta del hombre frente a él se desvanece. De la abstracta figura emerge un Lucario blanco, casi del mismo tamaño que su contraparte humana, con garras más pronunciadas, unos apéndices en la nunca más alargados y una cola más afelpada. Era como presenciar una forma evolucionada a mitad de camino, entre la última etapa y la mega. Cuando el ser emergió de la bruma de color que fue alguna vez su antigua forma, este sonrió.

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