Capítulo 22 - Presagio

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El fuego de las antorchas chispeaban con recelo, iluminando tenuemente a través de la niebla que se asentaba entre una hilera de árboles. Una pendiente y algunas rocas formaban un pequeño refugio apenas visible desde lejos para varias clases de pokémon que buscaban protección del frío. Diversos grupos se habían reunido y decidieron quedarse juntos, temblorosos, el miedo de sus nuevas vidas los inundaba.

La Luxio caminaba a paso lento, con una cesta colgando de su hocico llena de medicinas y bayas. Pasaba de grupo en grupo, asegurándose que a nadie le faltase nada o hubiese algún herido. Algunos pokémon notaban su presencia y cada uno asentía con la cabeza en señal de agradecimiento o simple cordialidad. Desde el viaje a la ciudad, ella atendía a los necesitados y con ello se ganó algo el respeto de las familias presentes.

—¡Señorita Wisp! —llamaba a lo lejos un Sandshrew con cara preocupada mientras se acercaba corriendo— Por favor, mi esposo comió algo del bosque y ahora luce muy mal. Grita de dolor y arde de fiebre.

La felina agitó una oreja y bajó la cesta al suelo, con cuidado, apartó y buscó en ella hasta conseguir un par de bayas rosadas así como una botella de agua. Las colocó enfrente de la afligida y señaló con improvisada calma.

—Tranquila, dale esas bayas a tu esposo, eso le bajara la fiebre y eliminará las toxinas que tenga. El agua es para que lo tenga hidratado, mañana estará mejor.

Sandshrew tomó rápidamente los alimentos, no sin antes agradecer entre lágrimas por la ayuda prestada. Se dio media vuelta y se perdió entre la multitud. En los labios de Wisp se dibujó una leve sonrisa, volvió a llevar su cesta y continuó su propio camino.

Dentro los refugios improvisados, que consistían en algunas hojas y ramas para crear un techo usando los árboles como soporte, los pokémon hablaban de irse a sus pueblos o ciudades, buscando sobrellevar su situación a su manera, algunos pues peleaban verbalmente mientras otros se ovillaban juntos por el miedo de lo desconocido. Faltaría mucho para que aceptasen sus nuevas vidas, o perdieran la esperanza de retomar la anterior.

La mayor queja era la falta de alimentos o recursos básicos, desde camas y faltas de habitaciones para sus necesidades personales. Las orejas sensibles de la felina podían captar hasta un leve susurro, lo que, no la alegraba en absoluto. Intentando hacer piedra su corazón en la mayor medida posible, deambula con la mirada baja en el suelo, sin fijarse el camino que tomaba. Un golpe en la cabeza la sacó de sus pensamientos, retrocediendo un poco entre quejas decidió levantar la mirada para verificar con que se había chocado, y lo ve a un pokémon, mucho más grande que ella, el pelaje blanco que lo cubría reflejaba una luz espectral que incitaba a cada partícula de su ser a correr, pero no pudo.

—¿U-un Absol... a-aquí?

Esos afilados ojos carmesíes la miraban fijamente, quería pedir ayuda, correr, huir o esconderse, cualquier cosa mientras no fuese quedarse ahí. El pokémon sonrió complaciente, dejando entrever una hilera de colmillos afilados. La sangre de Wisp se heló, sus patas fallaron y se desplomó en el suelo aun consciente, esperando su inminente final el cual no llegaba. El Absol no atacó, solo giró la cabeza, mirando al horizonte con un aire solemne y tranquilo.

Un destello iluminó una zona del bosque, allá en la distancia, el brillo fue tan intenso y en dirección a los ojos de la Luxio que la obligó a cerrarlos para protegerse. Esperó unos segundos en su sitio antes de decidir que era seguro abrir sus párpados, confusa y curiosa a la vez por el origen de ese resplandor. Cuando volvió en sí misma, notó que el pokémon no estaba ya frente a ella, ni cerca ni lejos. Asustada, se quedó allí sin poder moverse de su lugar y aguardó para comprobar si había algún movimiento.

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