Capítulo 22- Redención

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—Necesito conseguir trabajo —Wuxian picaba verduras en la cocina, escuchando las quejas de su expareja mientras se afanaba tecleando en la computadora.

—¡Maldito teclado! Ya me duelen los dedos… y tengo hambre —respondió WangJi, mientras olía el aire y recordaba la habilidad de Wuxian para la cocina—. ¿En qué quieres trabajar?

—Aún no lo sé. —Wuxian había renunciado a su empleo en el hotel para poder rehabilitarse, y ya se estaba quedando sin dinero. Le daba vergüenza pensar en que WangJi había pagado hasta los víveres para esa comida que  estaba cocinando—. Cuando empecé en el hotel me contrataron como administrativo…

WangJi se acercó a la cocina con el celular en la mano, y tomó una cuchara para probar un poco de la comida mientras que con la otra mano apretaba el micrófono del aparato y dictaba un mensaje.

—... lo único que procede en este caso es una demanda por alimentos. Puede hacer una cita con uno de nuestros abogados para obtener una representación legal…

—¿Por qué no descansas un rato? —La comida estaba lista, y WangJi parecía que no iba a dejar el teléfono—. Si no comes tranquilo te vas a enfermar del estómago.

—¡Es que no tengo tiempo! —WangJi no estaba acostumbrado a trabajar solo: en la oficina, su secretario escribía a toda velocidad  lo que él le dictaba, y así lograba responder la enorme cantidad de consultas que recibía a diario. Ahora estaba aún más complicado por el trabajo atrasado—. No todas las consultas se pueden responder por mensaje de audio, y soy muy lento para escribir…

—Tal vez pueda ayudarte. —Como todo funcionario administrativo, Wuxian escribía con bastante velocidad, aunque había perdido la práctica. Después de que almorzaron tranquilos cuando WangJi por fin soltó el teléfono, hicieron una prueba de dictado.

Wuxian escribió con lentitud al principio, pero luego de un rato recordó su antigua profesión. Se acostumbró a escuchar a su expareja y pulir sus frases cargadas de términos legales, para hacerlas más sencillas al oído de una persona común. El trabajo de WangJi se agilizó bastante:

—No quiero que salgas a trabajar —le dijo—. Te necesito como mi asistente. ¿Cuáles son tus aspiraciones salariales?

Wuxian se rió un poco, pero negó con la cabeza:

—Solo quiero ayudarte…

WangJi lo miró con uno de sus clásicos gestos de contrariedad:

—Tú necesitas trabajo y yo necesito un asistente. ¡Déjate de estupideces y dime cuánto quieres ganar…!

A Wuxian le dio vergüenza hablar de dinero con su expareja, pero le gustó la idea de trabajar con él y, después de un tira y afloje por el dinero, ya que WangJi le ofreció un sueldo mayor al que ganaba en el hotel, al fin aceptó.

                          ***

Wuxian escribía con rapidez en la computadora, mientras observaba de reojo a WangJi, que hacía elocuentes gestos con las manos y caminaba por la sala, dando respuestas a las consultas de los clientes.

—Pareces un juez dictando sentencia... —le dijo. WangJi estalló en carcajadas y perdió el hilo de lo que le estaba diciendo:

—¡Tenía toda la frase elaborada en la cabeza, y me hiciste olvidarla! —se quejó.

De a poco siguieron una rutina casi igual a la que tenían cuando eran pareja: cocinaban juntos cuando se terminaba su jornada de trabajo, miraban una película, o salían a conocer Dublín. WangJi había comenzado a enamorarse de esa ciudad que parecía suspendida en el tiempo. 

Se sentían bien estando juntos, como si las cosas malas del pasado nunca hubiera existido, y comenzaron a desear que realmente ese pasado se borrara para siempre. Un día, Wuxian tecleaba en la computadora. WangJi se había quedado en silencio y él se detuvo, esperando que siguiera. Pero lo que sintió fue su mano, que con un poco de timidez se apoyó en su nuca y comenzó a acariciarla. Wuxian quedó inmóvil:

—WangJi... ¿qué haces...?

—¿No quieres...? —preguntó el chico, en un susurro.

—Sí, sí quiero… —Wuxian pudo sentir el cálido aliento de WangJi, que rozó su mejilla. Un beso suave, en la comisura de sus labios, lo hizo cerrar los ojos y suspirar.

—Mírame…

Cuando Wuxian obedeció, volvió a ver en esos profundos ojos la mirada que era sólo para él, y que WangJi le daba aunque estuvieran rodeados de gente, haciendo que todo lo que estaba alrededor desapareciera. El amor que había en esos ojos era tan fuerte, que Wuxian no pudo controlarse y se levantó para abrazarlo:

—¿Aún me quieres? —le susurró al oído mientras lo tomaba por la cintura.

WangJi sintió que nunca había dejado de amar a Wuxian, ni siquiera cuando su mente enferma había querido  olvidarlo. No le respondió con palabras, pero tomó su cara con las manos y lo besó con fuerza.

Wuxian no quería abrir los ojos: sintió los tirones que le arrancaban la ropa del cuerpo, y un abrazo que lo encerró mientras caía sobre algo blando. Sintió la piel que se le convertía en arcilla trabajada por un alfarero, que le daba la forma que quería con la fuerza de sus dedos. Las manos de WangJi se cruzaron por su espalda y luego lo tomaron por los hombros. Tampoco quiso abrir los ojos cuando se sintió invadido con tanta lentitud que él mismo se apretó contra el cuerpo cálido de su amor y aceleró sus movimientos.

Después de tantos años de separación, sentirse así, piel contra piel, les recordó su primera vez; la torpeza y el deseo de aquella noche, tantos años atrás, tan distinta y tan igual a esa. WangJi observó a su amado que nunca abrió los ojos, y que se mordía los labios mientras se movía sobre él. Los últimos vestigios de inseguridad de Wuxian se fueron esa noche, y WangJi sintió en su cabeza los alborozados gritos de Alter. Besó con ternura la cicatriz del cuello de Wuxian, que se sorprendió:

—¿Por qué…?

—Yo... —WangJi susurro—, …necesito pedirte perdón por haberte lastimado.

—Pero, amor, ¿qué dices...? —protestó Wuxian, pero el chico lo detuvo poniendo un dedo sobre sus labios:

—Yo te hice esto. Te lastimé. Podría haberte matado, y ya no habría tenido razones para seguir vivo... —WangJi lo abrazó de nuevo, y Wuxian notó que sus manos comenzaban a enfriarse.

—¡No, amor, no…! —Con un movimiento decidido, sostuvo su cara y lo obligó a que lo mirara—. En estos años, la cicatriz de mi cuello me recordó que no fui capaz de quedarme contigo y luchar. Fui un cobarde… —WangJi quiso protestar, pero Wuxian volvió a detenerlo—. Ahora puedo sentirme orgulloso de llevarla, porque sé que a partir de hoy, así como tú intentaste protegerme, yo también me siento fuerte y capaz de protegerte de lo que sea. No vuelvas a pedirme perdón por esto.

—Entonces deja de sentirte culpable por haberte ido —le respondió WangJi—. El enojo que sentía en esa época fue inútil. Hoy puedo entender lo mal que estabas, y lo difíciles que deben haber sido estos años para ti —El chico suspiró, y después apoyó la cabeza en el hombro de su amado—. Solo necesito que me digas una cosa...

—Lo que quieras…

—Dime que me amas, y te perdonaré.

Wuxian ya se lo había dicho muchas veces esa noche, pero igual respondió:

—Por supuesto que te amo…

—Yo también te amo, Wuxian...

Las culpas del pasado habían quedado atrás. Más que perdonar al otro se habían perdonado a sí mismos. Nada malo volvería a suceder entre ellos.

Wuxian pensó en la única nube oscura que se interponía con su felicidad: Alex.

«No permitiré que vuelvas a acercarte a WangJi», pensó, decidido a hacer lo que fuera para proteger a su pareja.

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