Capítulo 29- Ayuda

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WangJi dormía en una cama de la clínica psiquiátrica, dopado por los medicamentos que le había recetado su médico. Tenía un vendaje en uno de sus brazos, que cubría la herida que se había hecho en la cárcel. Había descubierto que uno de los barrotes de la celda tenía un pequeño reborde, y sin pensar comenzó a frotar su muñeca contra él. No sintió dolor pero sí los gritos de Alter, que intentaba detenerlo.

Se detuvo recién cuando vio la sangre en el suelo, y recordó la herida que le había hecho a Wuxian. También recordó a sus padres y pensó que no podía morirse así y dejarlos solos, y comenzó a gritar. Lo llevaron rápidamente a un hospital, y de allí a la clínica psiquiátrica.

Cuando su médico consideró que estaba más tranquilo, le bajó la sedación y comenzó con su terapia:

—¿Cómo te encuentras hoy, WangJi? —le preguntó, con su usual tono amable.

—Bien... —respondió el chico. El psiquiatra notó que, a pesar de que el informe de la policía decía que lo habían encontrado hablando solo después de que atacó a su expareja, no miraba hacia su costado cuando le respondía, como en su anterior internación.

—¿Recuerdas por qué estás aquí? —volvió a preguntarle.

—Ataqué a Alex —respondió WangJi, después de suspirar con fuerza—. Pero él me estaba siguiendo desde hacía tiempo. Su auto se quedaba horas frente a mi trabajo o mi casa. Hasta siguió a Wuxian cuando hacía sus ejercicios. Cuando lo vi frente al consultorio de mi psiquiatra no pude controlarme…

—¿Wuxian...? —preguntó el médico, que recordaba el nombre del que él consideraba la expareja de su paciente. Parecía que las cosas en la vida de WangJi habían cambiado un poco.

—Sí, Wuxian... ¿Ya lo olvidó, doctor? —WangJi observó al psiquiatra frunciendo el ceño—. ¿Recuerda el último ataque que me dio aquí, cuando recordé todo? Poco tiempo después de que me fui de aquí Alter volvió, pero yo no se lo dije a nadie para que no me internaran de nuevo. Para ese entonces Wuxian se había ido a Irlanda, y yo cometí el error de ponerme en pareja con Alex. Al final Alter prácticamente me obligó a ir a buscar a Wuxian, y luego de que nos reconciliamos, desapareció. Pero Alex me siguió hasta Dublín y me atacó; estuvo preso un tiempo pero luego lo extraditaron. Cuando comenzó a perseguirme también aquí, ya no pude dormir por los nervios…

—¿Volviste a ver a Alter? —El psiquiatra había releído el informe policial en el que decían que su paciente había sido encontrado hablando solo. Seguramente estaba discutiendo con Alter.

—Sí. Se me apareció en el bar y me rogó que no atacara a Alex. También lo escuché cuando estaba en la cárcel. —WangJi levantó el brazo y se miró la herida, con tristeza—. Me gritaba que no me lastimara, pero yo no recuerdo muy bien cómo me hice ésto…

—¿Y Alter aún está contigo?

—No. Desde que estoy aquí no volví a verlo…

El psiquiatra anotó todo lo que le decía su paciente, aunque la historia le sonaba inverosímil. Un rato más tarde, cuando lo llamó por teléfono, Wuxian le confirmó cada una de las palabras de su pareja.

—¿En serio se acuerda de todo, doctor? —preguntó Wuxian, aliviado. Había pasado unos días de nervios y angustia, creyendo que WangJi había vuelto a olvidarlo.

—Sí. Su conducta es normal —le aseguró el psiquiatra—, aunque se olvidó de cómo se hirió en la cárcel. Pero hay algo de lo que debemos hablar.

—Si, claro. Dígame.

—Ese hombre, Alex, es inestable y peligroso, ¿verdad?

—Sí Sí lo es. En Dublín atacó a WangJi y amenazó con matarlo. Pero aquí nunca nos hizo nada, solo nos siguió hasta ponernos los nervios de punta. 

—¿Nunca le hicieron una denuncia policial?

—No podíamos, doctor. Alex no cometió ningún delito en nuestro país.

—¡Pero WangJi es un paciente psiquiátrico, Wuxian! Si pueden comprobar que Alex lo hostigó hasta provocarle una crisis y un intento de autoeliminación, un juez tendrá que imponerle medidas perimetrales, y hasta podría ir a la cárcel. 

—El abogado de la empresa nos dijo que no se podía, pero claro, él no sabía nada de los problemas psiquiátricos de WangJi. 

—Pues ahora lo sabe. Ya tienen instrumentos para mantener a ese hombre lejos de ustedes.

                         ***

Después de la llamada con el psiquiatra, Wuxian se fue directo a hablar con el abogado penalista de la empresa, que le confirmó lo dicho por el profesional: era muy fácil probar que Alex había hostigado a WangJi: en pocos días podían conseguir testigos ya que el hombre nunca se había ocultado mientras lo seguía:

—Tú encárgate de hacer la denuncia policial, y yo me ocuparé del resto. No te preocupes —le aseguró el abogado—, ese hombre no volverá a molestarlos.

                          ***

Luego de una semana de internación, WangJi pudo recibir visitas. Wuxian corrió al verlo, y los dos se abrazaron, emocionados por el reencuentro:

—Soy un estúpido… —se lamentó WangJi—. Nunca debí reaccionar así contra ese desgraciado…

—¿Sabes qué? —Wuxian no lo quiso soltar mientras le hablaba—. Alex está metido en un gran lío.

WangJi escuchó, sorprendido, a su pareja. Muchas personas se estaban moviendo para ayudarlo: en la empresa, el abogado penalista se preparaba para representarlo en el juicio que le iban a hacer a Alex, detenido y acusado de haber acosado a un paciente psiquiátrico hasta orillarlo a un intento de suicidio. La denuncia por lesiones que Alex le había hecho a su vez, se había retirado. 

El psiquiatra consideró que WangJi estaba mejor aunque aún no se había recuperado del todo, y que su última crisis fue causada por la presión psicológica que sufrió a raíz del acoso hacia él y su familia. Debía cumplir un tratamiento obligatorio de un mes, y luego se le haría una evaluación para ver si podía irse de alta.

                           ***

WangJi durmió diez horas por día, recibió visitas de sus padres y de Wuxian, jugó partidas de damas chinas con el incansable Li Feng, cada vez que lo iba a visitar, y se aburrió a morir durante ese mes eterno. Pero estaba tranquilo: Alex estaba preso y no iba a salir por un buen tiempo. Iba a quedar en libertad algún día, pero jamás podría acercarse a él de nuevo.

Cuando pasó el mes y volvió a evaluarlo, el psiquiatra consideró que estaba listo para irse. Wuxian sus padres fueron a buscarlo. Los cuatro se abrazaron sin poder hablar, hasta que oyeron, apagada por el abrazo, la voz de WangJi:

—Wuxian, ¿esta vez no destruiste nuestra casa, ¿verdad?

—Pero, ¡WangJi...! —Wuxian lo soltó, contrariado, y el chico estalló en carcajadas.

                              ***

—Amor...

—¿Qué?

—Ven aquí un momento...

—¿Qué quieres, WangJi...?

—Pregunta tonta... ¿Qué te parece que puedo querer después de un mes durmiendo solo? 

—Yo también dormí un mes solo, y no quiero nada... 

—¡Mentiroso! Mira la cara que tienes... —Wuxian se quería hacer el serio, pero solo podía sonreír, feliz de tener a su amado con él.

Esa noche perdieron la noción del tiempo; entre besos y caricias el sol se asomó por la ventana y los iluminó. No habían dormido pero no importaba: tenían por delante muchas más noches para hacerlo.

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora