Capítulo 16- Dudas

85 23 0
                                    

Después de sobreponerse a la impresión de ver salir a WangJi de la nada, Wuxian trató de ayudarlo a levantarse. Cuando por fin logró que se parara, abrió la puerta y lo ayudó a entrar a un pequeño rellano en donde comenzaba una larga y empinada escalera. Su apartamento quedaba en el primer piso, sobre un local comercial que había cerrado hacia tiempo, y que tenía unos ventanales sucios y llenos de graffitis. Quiso subir por la escalera, pero estaba débil y no pudo llevar con él a su expareja. WangJi reaccionó después de sentir un par de infructuosos tirones en sus brazos, y lo empujó lejos:

—¡¿Qué haces?! —exclamó.

—No estabas bien —susurró Wuxian, sin atreverse a mirarlo—. Te llevaba arriba...

WangJi estaba muy enojado, pero algo lo distrajo: el asfixiante olor a humedad de la escalera, que ni siquiera el aire helado del exterior pudo eliminar. Miró a su alrededor y vio las paredes descascaradas y la suciedad de los antiguos escalones de mármol que parecían haber sido blancos alguna vez, y después lo miró a él. A pesar de su enojo, le preguntó:

—¿Por qué estás así? ¿Qué te pasó?

Wuxian cerró su raída chaqueta sobre el pecho y comenzó a subir los escalones de uno en uno, con paso cansino:

—Estoy bien. Mejor vete; hablaremos otro día.

—¿A dónde crees que vas? —Wangji subió tras él, a toda prisa—. No vamos a hablar mañana. ¡Vamos a hablar ahora! ¡Abre! —le ordenó cuando llegaron al rellano del primer piso, en donde había otra puerta, la entrada al apartamento. WangJi no se esperaba el caos en el que vivía Wuxian, y se paralizó cuando él pudo abrir después de luchar un poco con la llave, tal como le había sucedido abajo—. Pero… ¿Qué es ésto? —Su rabia se había transformado en desconcierto: lo que le había dicho la psiquiatra era verdad.

Sin expresión en el rostro, Wuxian fue hacia el refrigerador y sacó un par de latas de cerveza. Estiró una hacia él, sin decirle nada.

—Yo no puedo beber alcohol… —susurró WangJi mientras observaba la basura del piso, seguro de que debajo de las cajas de pizza y hamburguesas, que había por los rincones, vivían un montón de cucarachas.

Wuxian se bebió una lata de unos tragos y después abrió la segunda, que se bebió con igual velocidad.

—Pero, ¿qué estás haciendo? —exclamó WangJi—. ¿Vas a seguir tomando? ¿Acaso piensas emborracharte para no hablar conmigo? 

—Estoy cansado. No quiero hablar de nada... —Wuxian se derrumbó en un ruinoso sillón junto con su tercera cerveza. Los ojos se le estaban poniendo vidriosos.

—Pero…

—Vete de una vez. Tú me lo dijiste: yo te abandoné. —Wuxian cerró los ojos y soltó la lata vacía, que cayó al piso—. Ésa es la verdad… —murmuró antes de quedarse dormido.

WangJi lo sacudió pero no logró despertarlo:

—¡Maldito borracho...! —Furioso, abandonó el ruinoso apartamento.

                           ***

El río Liffey, ancho y con caprichosas curvas, atravesaba la ciudad de Dublín, dividiéndola en dos. A pesar del frío de la tarde que casi se hacía noche, WangJi caminaba contra un muro bajo, adornado con una reja antigua y trabajada, que separaba la orilla del río de una acera hecha con enormes piedras de granito gris.  Observaba, distraído, el agua oscura que corría con fuerza, unos metros más abajo. 

—¿No tienes frío? —le preguntó Alter.

El chico ni siquiera se sorprendió de ver a la alucinación caminando a su lado. Tampoco se asombró de su cambio de aspecto: ahora era igual al Wuxian barbudo y mal vestido que había visto un rato antes. Lo único que permanecía incambiada era su sonrisa, esa que ya no tenía el verdadero Wuxian.

—Vete, Alter... —WangJi buscó un lugar en donde comprarse una botella de agua: debía tomar las pastillas para hacerlo desaparecer.

—¿Ya me quieres echar? —preguntó Alter, irónico—. Yo creo que necesitas hablar con alguien.

—Pues no quiero hablar contigo. —Una señora que paseaba a su perro miró al chico con curiosidad, al notar que hablaba solo. 

—Por lo menos disimula... La gente va a pensar que estás loco. —Alter festejó su propia broma y provocó un gesto de desagrado en el rostro de WangJi, que decidió dejar de hablarle. Abrió la botella de agua y se tomó dos pastillas juntas.

—Ya que has decidido ignorarme, voy a hablar solo. No vas a tener más remedio que escuchar. —Alter sabía qué decir para hacer reaccionar a WangJi—. Eres un tonto y no quieres admitir que Wuxian está así por tu culpa.

—¿Y yo qué diablos tengo que ver con lo que le pasa? —exclamó el chico, olvidado de su decisión de no hablarle.

—Tú no eres el causante directo de lo que le pasa. La crisis que sufriste no fue tu culpa, y tampoco lo fue haber querido matarlo, —Las palabras de la alucinación eran crueles a pesar de que parecían un intento de consuelo—, pero debes entender que él también sufrió mucho. Lo más probable es que haya huido porque no pudo soportar que no lo reconocieras. 

—¡Eso! ¡Huyó! —exclamó WangJi —. ¡Ahora tiene una nueva vida!

—¿Y te parece que lo que viste en ese apartamento se puede llamar vida? Wuxian está enfermo y alcohólico, y si lo dejas ahora, ¡pronto estará muerto! —Alter estaba decidido a hacerlo reaccionar: por más que WangJi cerró los ojos para no pensar en él hasta que las pastillas le hicieran efecto, la alucinación no perdió la fuerza—. Estás enojado con él, lo sé, y hasta cierto punto te entiendo. Pero no puedes abandonarlo ahora, WangJi. ¡Tienes que ayudarlo!

                            ***

—Li Feng, ¿dónde está WangJi? —Alex había aparecido en la oficina de asesoría legal para averiguar sí o sí dónde estaba su pareja, que no le respondía las llamadas. Pero se topó con la firmeza del socio de WangJi, que estaba asustado pero decidido a no decirle nada:

—Si él no le dijo a dónde fue, tendrá sus razones. Yo no puedo ayudarlo, Alex…

—¡Pero es mi pareja! —gritó el hombre, que parecía a punto de perder el control—. ¡¿Quién más que yo debe saber dónde está?!

Li Feng trató de contener los nervios mientras observaba la creciente agresividad del mayor:

—Lo siento, —Trató de no mirarlo mientras hablaba—, pero como le dije, no puedo ayudarlo—. Su secretario le hizo una seña desde afuera: iba a llamar a seguridad. Pero Li Feng lo detuvo—. Le voy a pedir que se retire. Tengo mucho trabajo que hacer.

Alex salió de la oficina dando un portazo, y cuando parecía que se iba, sorpresivamente se dio media vuelta para ir a la oficina de WangJi. Allí encaró a su secretario:

—Quiero que me digas dónde está mi pareja —le ordenó mientras lo miraba a los ojos, tratando de  intimidarlo.

—Señor Alex, yo... —El joven sintió miedo, pero a lo lejos vio a Li Feng, que le hizo una seña negativa con la cabeza: no debía hablar—. Lo siento, pero no estoy autorizado a dar esa información…

—¡Pero quién te crees que eres, maldito mocoso! —Alex golpeó el escritorio con todas sus fuerzas. El secretario se quedó congelado, y los administrativos, que no se habían perdido ni una palabra, comenzaron a hacer comentarios entre ellos, en voz baja, mientras observaban al hombre mayor.

—Señor, le voy a pedir que me acompañe a la salida, por favor… —Un guardia de seguridad del edificio había aparecido después de que Li Feng por fin lo hizo llamar. Alex se calmó enseguida y se fue con él, después de lanzarle una mirada resentida a los administrativos.

—¿Estás bien? —Li Feng se acercó al secretario, que estaba recogiendo del suelo las cosas que habían volado desde el escritorio, luego del golpe de Alex.

—Sí...sí, señor. Ese hombre...

—Ese hombre es muy peligroso —respondió Li Feng, preocupado—. Ojalá WangJi nunca lo hubiera conocido…

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora