Capítulo 26- Hogar

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Wuxian debía enfrentarse a un error del pasado que aún lo atormentaba: el hecho de que, en su peor momento anímico, había desmantelado el apartamento que compartía con WangJi y se había deshecho de todos los preciados recuerdos de la pareja. Cuando alquilaron un nuevo lugar para vivir juntos y empezar de nuevo, no tenían ni un mueble. Wuxian recorrió las habitaciones vacías, silencioso, y WangJi se preocupó por su falta de entusiasmo:

—¿Está todo bien? —le preguntó, al verlo inmóvil mientras contemplaba la cocina, que lucía demasiado nueva, como si le faltara el alma de una familia reunida alrededor de una buena comida—. ¿Qué te pasa?

Wuxian sintió que no se merecía una segunda oportunidad después de lo que había hecho. No pudo mirar a WangJi a la cara, y el chico no  entendió su tristeza, cuando él estaba feliz y lleno de proyectos.

—Yo no tenía derecho a destruir nuestro hogar… —musitó Wuxian, por fin, y WangJi se acercó a él para mirarlo con una expresión seria:

—Es verdad; no tenías derecho. —Parecía disgustado, pero sin embargo sujetó a su pareja y lo abrazó con fuerza—. Vamos a tener que reconstruirlo desde cero. 

Wuxian trató de sonreír, y le respondió el abrazo:

—¿Estás enojado conmigo?

WangJi suspiró:

—En realidad estoy enojado conmigo mismo. Yo también hice una estupidez: tiré a la basura la caja de recuerdos que le diste a mi madre…

Wuxian también lanzó un suspiro:

—Entonces es cierto que vamos a tener que comenzar desde cero…

                         ***

Los padres de WangJi habían acondicionado la antigua habitación de su hijo para que la pareja pudiera quedarse allí hasta que estuvieran prontos para mudarse. Durante la cena, en la que vio a los dos chicos un poco más silenciosos que de costumbre luego de haber visitado su nuevo apartamento, la mujer recordó algo: se levantó en silencio de la mesa, y al poco rato se apareció con una caja en las manos: era la caja de recuerdos que su hijo había tirado a la basura.

—¡Mamá! —WangJi se levantó como un resorte de su asiento—. Pero… ¿Cómo…?

—La recogí de la basura cuando la tiraste, y la escondí todos estos años. Estaba segura de que un día te ibas a arrepentir y la querrías de nuevo.

El chico estaba tan feliz que le dio un beso y un abrazo a su madre, y luego le quitó la caja de las manos con un movimiento rápido que la hizo reír. Wuxian había reconocido aquella caja que ahora estaba maltrecha por los años. Se emocionó al recordar la cantidad de cosas que había puesto en ella: todas las fotos de sus viajes, regalos, cartas, y un montón de cosas que habían sido significativas para la pareja. Aceptó sin dudar la invitación de WangJi a revisarla, y los dos dejaron la comida a medias para correr a su dormitorio.

—¡Mira, Wuxian! —exclamó WangJi, cuando encontró un álbum de fotos de un viaje a la playa—. ¿Te acuerdas de aquel paseo a la costa? ¡Qué hermoso quedaste cuando te pusiste dorado por el sol!

—Sí, lo recuerdo, sobre todo por el ardor en mi espalda… Tuviste que ponerme loción porque me quemé todo… 

—Es verdad, lo había olvidado. Cada vez que quería abrazarte lanzabas un grito. —WangJi se rió de él, y Wuxian, que al principio se quejó de sus burlas, terminó riendo con ganas.

—¿Recuerdas ésta? —Wuxian encontró un portaretratos con una foto más que especial para los dos: habían recorrido en moto el interior de su país, y a la salida de un pueblito pintoresco y con un paisaje hermoso le habían pedido a un transeúnte que les tomara esa foto. Era hermosa: al fondo el paisaje verde con algunos techos rojos que se veían a lo lejos, al frente ellos, subidos en la moto y con chaquetas de cuero, cascos y antiparras, saludando a la cámara. 

—Voy a comprarle un portarretratos nuevo y la pondremos en un lugar visible de nuestra nueva casa. 

Wuxian encontró en la caja un objeto especial, y el que más valor tenía para ellos: el libro de leyes antiguas, la razón por la que se habían conocido. Se quedó mirando aquella joya que tenía tanto significado para los dos:

—Me robaste el corazón el día que atravesaste la puerta de la librería…

Luego de un rato inspeccionando el libro y riéndose por las anotaciones que le había hecho WangJi mientras estudiaba, junto con pequeños corazones que dibujaba entre sus hojas cuando recordaba al encargado de la librería que lo había ayudado a conseguirlo, a WangJi se le ocurrió una idea:

—¿Qué te parece si conseguimos una caja nueva? Tendrá que ser más grande, así podemos agregarle nuevos recuerdos.

—Me parece una idea excelente, amor.

Había algo nuevo que agregar a la colección de recuerdos: WangJi buscó entre sus cosas y volvió con un paquete, que le extendió a Wuxian. 

—Ésto también se va a la caja.

—¿Qué es?

—Ábrelo.

El paquete tenía una cantidad de pequeños sobres blancos: eran las cartas que Wuxian le había enviado a escondidas, mientras estuvo en la clínica. 

—¿Guardaste las cartas todos estos años...? —preguntó Wuxian, sorprendido—. Pensé que las habías tirado.

WangJi sonrió:

—Alter no me lo permitió, aunque te confieso que intenté deshacerme de ellas varias veces... 

Wuxian volvió a envolver los sobres, con cuidado, y los puso en la caja. Tal vez algún día juntarían el coraje para volver a leerlos, pero en ese momento ninguno se atrevió.

—Yo tengo otro recuerdo para agregar a la caja… —Wuxian había hecho copias en papel de muchas de las fotos que sacó en Dublín, y con ellas había hecho un álbum. WangJi solía burlarse de él por tener su antiguo apartamento lleno de portarretratos, pero también se había acostumbrado y buscó la mejor: una que les había tomado Cheng en donde se los veía en la sala de su apartamento, pendientes el uno del otros en una charla, como si a su alrededor no hubiera nadie.

—No quiero olvidarme de lrlanda. Nuestra segunda oportunidad se dio allá, y quisiera volver contigo algún día.

Los dos sentían que Dublín era ese lugar a donde iban a volver siempre que pudieran. Era su lugar en el mundo.

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