Capítulo 7- Revelaciones

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«WangJi: soy Wei Wuxian. Sé que no recordabas mi nombre pero leíste mis cartas, y ahora sabes que somos pareja. Tu doctor me permitió escribir esta otra carta más extensa, para contarte sobre nosotros. Nos conocimos hace cinco años. Tú eras estudiante de primer año de derecho y estabas buscando un libro difícil de encontrar, que trataba sobre leyes antiguas. En esa época yo trabajaba en una librería, y un día llegaste buscando ese libro. Cuando te acercaste a mí y me miraste antes de preguntarme si lo tenía, ni siquiera pude escuchar tu pregunta. Con el tiempo nos reímos de ese episodio, porque tuviste que repetir un par de veces el nombre del libro antes de que yo dejara de prestarle atención a tus ojos para escuchar lo que me decías.

Por desgracia el libro era difícil de conseguir, y no estaba en la librería, pero me propuse ayudarte a encontrarlo, y así tuve una excusa para volver a verte. Finalmente me atreví a confesarte que me pasaban cosas contigo. Tenía miedo porque estaba casi seguro de que ibas a rechazarme, pero no lo hiciste y, para mi sorpresa, me dijiste que a tí también te pasaba lo mismo.

Un tiempo después nos fuimos a vivir juntos. Yo quería trabajar mientras tú culminabas la carrera, pero no me lo permitiste, y también buscaste un trabajo. Aguantaste mucho estrés y falta de sueño para seguir adelante, y por eso te enfermaste.

Hace unos meses que estás internado, pero nunca me permitieron verte porque no me recordabas. Cometí un error al enviarte esas cartas sin autorización de tu psiquiatra; quería que me recordaras y no pensé que tal vez te estaba perjudicando. Pero me alegra que las hayas conservado y que las leyeras. Todas las cosas que escribí en ellas son ciertas: te amo y te extraño mucho, y espero que te mejores pronto. Cuando podamos vernos te contaré más cosas de nuestra vida. Espero con ansias ese momento. Wuxian».

La carta había sido muy difícil de escribir: eran demasiadas las cosas que Wuxian no podía decirle a su pareja. El psiquiatra le había advertido que no escribiera nada acerca de su crisis ni de las alucinaciones; solo podía hablarle del pasado antes de su enfermedad, para que WangJi se tranquilizara antes del encuentro. Finalmente el psiquiatra le entregó la carta al chico en una de las sesiones de terapia:

—Sé que quieres ver a Wuxian, y por eso le pedí que te escribiera ésto, para contarte algunas cosas de su vida, antes de que se vean —le dijo mientras le extendía el sobre.

—¿Wuxian escribió ésto para mí...? —preguntó WangJi. La carta tembló en sus manos.

—Sí. Léela con cuidado, y si te hace recordar algo, dímelo, porque es importante para tu terapia. 

Cuando el chico salió del consultorio, Li Feng lo estaba esperando:

—¿Vamos a jugar damas chinas?

—Más tarde. Ahora tengo algo que hacer...

—¿Puedo ir contigo? Estoy muy aburrido y no quiero estar solo —le rogó el menor, con cara de cachorro abandonado. Pero WangJi tenía urgencia por leer la carta de Wuxian, y no le hizo caso:

—Lo siento —le dijo—, ahora no puedo, pero te prometo que te acompañaré más tarde y jugaremos una partida, ¿está bien? 

—Está bien… —Un poco desilusionado, Li Feng se fue a la sala de juegos. Buscaría a otro rival para sus partidos, aunque sabía que se iba a aburrir mientras lo aplastaba.

WangJi se apresuró a llegar a su dormitorio, pero cuando cerró la puerta para estar a solas, se encontró con una sorpresa: Alter lo estaba esperando:

—Hola. —La alucinación lo saludó con una gran sonrisa—. ¿Me extrañaste?

WangJi primero se sorprendió y después sintió miedo: intentó cerrar los ojos y concentrarse en otra cosa para que Alter se fuera, pero cuando volvió a abrirlos su alucinación seguía allí, observándolo con la misma sonrisa.

—¡¿Por qué volviste?! —exclamó—. ¡Vete! ¡No quiero que estés aquí…!

—¿Qué clase de recibimiento es ese? ¿Así saludas a tu mejor amigo? —le respondió Alter, molesto—. ¿O me vas a decir que Li Feng es mejor que yo?

—¡Li Fing es real, y tú solo eres un producto de mi imaginación!

Alter le mostró su ironía:

—¡Ahh…! ¡Ahora sólo quieres estar con gente real…! Cuando estabas solo y dependías únicamente de mí, no querías que me apartara de tu lado…

—¡Tú no existes, Alter! —gritó WangJi, desesperado por que se fuera—. ¡Solo estás dentro de mi cabeza!

—Y si sólo estoy dentro de tu cabeza, como dices, ¿por qué me respondes? —Alter se siguió burlando—. ¡Pues no me hagas caso! Has de cuenta que no existo…

—¡Vete al infierno!

—De ninguna manera. Quiero saber lo que dice la carta de Wei Wuxian.

WangJi no sabía qué pensar: después de tanto tiempo sin aparecer, estaba seguro de que Alter se había ido para siempre; ahora que lo tenía enfrente, tan claro como siempre, y sintió que su cordura lo estaba abandonando de nuevo. Salió corriendo de su habitación y dejó la carta y el diario tirados sobre su cama. Un rato después se había olvidado de todo y deambulaba por los pasillos de la clínica, intentando esquivar a la gente. Un enfermero, que lo vio actuar de forma extraña, lo llevó al consultorio del psiquiatra, del cual había salido hacía menos de una hora. 

El médico no pudo entender qué le había ocurrido: en un rato había retrocedido hasta quedar casi en el estado en el que había llegado a la clínica.

—WangJi —le preguntó—, ¿recuerdas cuándo fue la última vez que nos vimos?

—No lo sé... —le respondió el chico, confuso—. No me acuerdo…

—¿Dónde está tu diario? ¿Lo olvidaste en tu habitación?

—¿Qué diario...?

El hombre entendió todo:

—¿Acaso Alter está contigo?

WangJi intentó disimular mientras miraba de reojo hacia el costado, y después le dijo que no sabía quién era Alter.

El psiquiatra suspiró: el retroceso de su paciente había sido enorme. Sabía que la pregunta que le tenía que hacer era inútil, pero tenía que intentarlo:

—Dime, ¿leíste la carta de Wuxian?

WangJi lo miró por unos segundos, sin entender, y luego miró otra vez hacia el costado.

—Dile que no sabes de qué está hablando —le dijo Alter, que estaba otra vez a su lado, diciéndole lo que debía responder.

—No sé de qué me está hablando…

Cuando WangJi volvió a su habitación encontró sobre la cama la carta y el diario. Obedeció a su alucinación, que le ordenó guardarlos en el fondo del cajón de su ropa, en donde también estaban las otras cartas de Wuxian.

—Olvídate de esas cartas, y también del diario.

—Está bien… —respondió el chico, como un autómata.

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