CAPÍTULO 9: A quien madruga Dios no lo ayuda.

23 2 8
                                    

Vuelvo a mi habitación sin terminar de entender muy bien lo que ha ocurrido. ¿Qué problema tiene Lana con la gente? Parece llevarse mal con todo el mundo.

Entonces caigo en la cuenta; de las dos semanas que llevo aquí, nunca he dormido en la misma habitación que ella. Hoy va a ser la primera noche que lo haga. Me doy prisa por llegar a mi habitación, quiero hablar con Sam antes de que llegue Lana, no quiero levantar más sospechas.

Después de ponerme el pijama, me tumbo en la cama y observo el techo. Por fin tengo un poco de tranquilidad. Hoy ha sido un día agotador.

Mía está aquí; la cojo en brazos y le acaricio entre las orejas. Ronronea mientras se acurruca en mi vientre.

Sujetando el espejo de mi colgante, pienso en Sam, esta aparece al instante.

—Freya —Sam parece alterada, sus ojeras más profundas que nunca — ¿Por qué has tardado tanto? Estaba preocupada.

—¿Tanto? —levanto las cejas — Quedamos en que descansarías por la tarde.

—Claro, por la tarde, pero ahora es por la noche.

—Perdona, no creo que sea para ponerse así —respondo, frunciendo el ceño.

—¿Así cómo?

—Que no tienes derecho a molestarte porque he pasado la tarde sola —me doy la vuelta en la cama, no me apetece discutir, me apetece estar tranquila —. Tu estuviste dos semanas enteras sin dar señales de vida, yo sí que estaba preocupada.

—No creo que hayas pasado la tarde "sola"

Por el tono que pone, sé que está claramente molesta. No tiene ninguna razón para estarlo.

—Ah vale —suspiro sarcásticamente —. No sabía que no podía hablar con nadie, la próxima vez me iré a cenar a los baños.

—Puedes, pero no debes confiar en el primero que pase, Freya. Alguien ha intentado matarte. Lo sabes, ¿no?

—Obviamente. No estoy confiando en nadie, solo estoy intentando estar contenta, hacer amigos, integrarme. Me voy a quedar aquí mucho tiempo, es una oportunidad para empezar de cero, conocer a gente nueva. No voy a dejar que ningún asesino me lo arruine. Sam —la miro con determinación. Quiero que me escuche, que asimile mis palabra —. No soy tonta, sé que corro peligro. No voy a contarle a nadie que tú estás aquí, no voy a confiar en nadie como lo hago en ti.

Sam parece calmarse. Ella es muy buena, aunque a veces, es demasiado sobreprotectora. La quiero, por eso aguanto muchos comportamientos que, si viniesen de cualquier otra persona, no toleraría.

—¿Vas a pasar aquí la noche? —pregunto, echándome a un lado de la cama.

—Claro .

Doy varios golpecitos en el hueco libre que se ha quedado a mi lado.

—A menos que quieras dormir en el suelo, en la bañera, o en la cama de Doña os odio a todos —Sam deja escapar una sonrisa.

—¿Qué ha pasado con Lana ahora? —pregunta, metiéndose en la cama y acariciando a Mía. Menos mal que la cama es grande.

Nos tiramos una hora hablando, compartiendo teorías. Yo le he contado lo que ocurrió con Lana en la lavandería. Le he explicado con pelos y señas mis dos horas de clase con Derek, cómo he aprendido a canalizar la energía y a usarla como ataque; y como he atacado a Derek con ella. Ella no ha hecho más que reírse, como cuando éramos pequeñas. Por fin, ha cedido a explicarme un poco sobre Nelldia. Siempre usaba la excusa de que no me hacía falta saber eso, pero supongo que ya no le vale. Me ha explicado que hay muchos tipos de Nells, algunos más inteligentes que otros, y que solo unos pocos son como ella, con figura humana. Puede comunicarse con todos. También me ha contado que hay muchísimos, infinitamente más fuertes e inteligentes que los humanos, lo cual me ha inquietado un poco.

FRENESÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora