CAPÍTULO 25: Enemigos

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Juliet me deja unos pantalones blancos y un jersey de cuello vuelto rojo. Esto, acompañado con el abrigo que me ha dado Rich es suficiente.

Sam lleva un abrigo blanco que, en sintonía con su pálida piel y su vivo cabello la hace parecer un ángel. Mi amiga es preciosa.

—Id bajando.

Sam y Juliet salen de la habitación y se reúnen con los demás en la sala de estar. Yo aprovecho para coger varias cosas que necesito. Según dijo Creils, pronto vendrían a buscarnos los mismos que trataron de matarme ayer. Comprobando que no hay nadie cerca, abro el cajón de la mesilla y cojo la daga que Derek me regaló hace tanto tiempo. Con la yema del dedo toco la superficie de esta; el pequeño y útil espejo que tiene incrustado es hermoso. El borde del cuchillo aún tiene restos de sangre de aquel hombre, cuyo rostro dudo ser capaz de olvidar.

Ignorando el remordimiento, guardo el puñal en el bolsillo del abrigo y me miro al espejo una última vez antes de salir. No se si tendrá algo que ver con Derek, pero últimamente paso mucho más tiempo preocupándome por mi aspecto; aún más cuando sé que voy a verlo. Mejor dicho, cuando sé que él va a verme a mí.

—¿Alguna vez llegas puntual? —pregunta Derek, con las cejas levantadas y mirada crítica.

—¿Alguna vez intentas no criticarlo todo?

Derek sonríe, como si fuese obvia la respuesta.

—Claro que no.

Yo sonrío de vuelta.

—Pues yo tampoco.

Me acerco a Sam y Juliet, que están hablando con Erik. Más bien solo Juliet está hablando con Erik; es difícil mantener una conversación con alguien a quien no puedes responder. Aunque Sam participa de vez en cuando, no puede recibir ninguna respuesta; Lana, Luisa y Sai no saben nada sobre su existencia. En cierto modo me entristece un poco tener que esconderla siempre.

Una vez estamos todos, Creils se levanta de su asiento y todos guardamos silencio.

—En marcha —Creils abre la puerta. Su traje de hoy es morado. Lleva el pelo perfectamente peinado hacia la izquierda.

Todos le seguimos como unos patitos calle tras calle. Se nota que son las nueve de la mañana; casi no se ve a nadie por la zona.

—Somos los únicos pirados que salimos fuera para congelarnos —murmura Rich, que parece estar sumergido en un mal humor constante desde que llegamos a la mansión.

—Tu podrías haberte quedado en la mansión —Creils mira de reojo a Rich, que le devuelve la mirada.

Mirándolos desde atrás me doy cuenta de lo distintos que son; polos opuestos. Creils es tan elegante, cuadriculado e incluso frío mientras que, Rich... es tan dejado, vago y cálido.

—¿Por qué se odian tanto? —pregunto en un susurro a Erik, que camina a mi lado con las manos metidas en la chaqueta.

Erik mira a Derek, que le devuelve una mirada cómplice. Ambos se ríen.

—¡Contádmelo! —insisto, intrigada.

Tras varios insoportables minutos en los que no he dejado de decir "porfa", Erik acepta a contármelo con la condición de que no se lo cuente a nadie. Derek se coloca a mi lado para ver mi reacción.

—¿Sabes la típica pregunta que haces para reírte de alguien?

—Sí.

—Pues cuando Derek y yo éramos pequeños, estábamos en la cocina comiendo. En aquél entonces pasábamos la mitad del tiempo en el internado y la otra mitad con Creils; en la mansión. Rich venía a menudo para poder estar con nosotros sin tener la inquietud de que Bell le estuviera vigilando. —Erik niega con la cabeza, intentando retomar el tema básico —. El punto es, que, le pregunté a Derek qué pesaba más; si un kilo de palos o un Kilo de plumas. Este tonto —Erik señala a Derek —, no entendía que pesaban lo mismo, así que incluí a Rich en la conversación, para ver si este era capaz de explicárselo.

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