CAPÍTULO 22: Por eso deberías de ser más puntual.

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—¿Tienes ganas? —pregunta Sam, mientras mete una sudadera en la maleta.

—Sí —respondo, con sinceridad —.Estoy un poco nerviosa. ¿Crees que les caeré bien?

Sam se toma su tiempo para responder; sigue haciendo la maleta, calmada.

—Hace unas semanas todos ellos te consideraban su enemiga. No debes de preguntarte si les caerás bien; es más lógico que te preguntes si serán capaces de confiar en ti.

—Creo que ya sé la respuesta —confieso, mientras me trenzo el pelo —. Puede que el hecho de caerles bien les ayude a confiar en mí... ¿No?

Sam no responde. Prefiere evitar las preguntas cuyas respuestas no van a gustarme.

—Parece que Lana ya ha terminado su equipaje —comento, mirando la gran bolsa que está sobre su cama.

—Tú deberías de terminarlo ya —me advierte, metiéndome prisa.

—Ya está casi...

—Deberíamos de estar ya abajo —insiste, Sam.

—Lo estaremos en diez minutos —contesto, tranquila.

—Lo que significa treinta minutos tarde —Sam se indigna por momentos.

—Son veinte —corrijo, ofendida.

—En tu cabeza el tiempo funciona distinto —responde Sam —. Cuando dices diez, son veinte.

—Esta vez serán diez. —prometo, mientras acelero el proceso de guardar las botas.

Según me han explicado, la mansión está en Portland. Allí hace mucho más frío que aquí, por lo que llevo en la maleta ropa de abrigo. Solo de pensar en que vuelva el frío...Sé que aún queda mucho, pero me emociona la navidad, siempre lo ha hecho. Es mi época favorita del año; regalos, comidas, tiempo en familia (o amigos, en muchos casos), frío... Es perfecto. Ilusionada, termino de meter el último par de guantes en la maleta.

—Rápido —meto prisa a Sam mientras corremos a toda velocidad por las escaleras.

—¡No te atrevas a exigirme velocidad! —exclama Sam, que intenta seguirme el ritmo. —Es tu culpa que vayamos media hora tarde.

—No lo recuerdes. —suspiro, angustiada. —No es mi culpa que Mía se haya atragantado con uno de mis anillos. Siempre me mordisquea las manos...

Me asomo a la entrada con delicadeza, esperando ver la cara de asco de todos los compañeros que han tenido que esperarme, pero ahí no hay nadie. Confundida, me acerco lentamente a el que se suponía que era nuestro punto de quedada.

—¿Hola? —no escucho más que el eco de mi voz en la vacía estancia.

—Hola.

Me sobresalto al escuchar la irritada voz de Derek en mi espalda.

—¿Y los demás?

No me cuesta mucho darme cuenta de que Derek está enfadado. Su mandíbula se tensa y se destensa, su ceño está fruncido y mueve la cabeza de un lado a otro dando a entender su decepción.

—¿Media hora tarde?

—Es que...

Derek suspira, molesto.

—Sam, ¿Por qué habéis tardado tanto?

—¡Eh! ¿Por qué le preguntas a Sam? Ya te lo estaba explicando yo. —Incrédula, me pongo en el centro de su punto de vista obligándolo así a mirarme.

FRENESÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora