CAPÍTULO 4: Una mejor amiga es más útil que mil guardaespaldas.

27 3 1
                                    




Estoy en la enfermería, mi visión está borrosa. Desde la cama no veo más que sombras y siluetas, con suerte logro escuchar alguna voz, aunque no puedo descifrar lo que dice. Lo que sí que soy capaz de escuchar es el chirrido de la puerta; esta se abre lentamente al mismo tiempo que alguien se asoma a la pequeña habitación. Cuando la figura se acerca hasta los pies de mi cama, lo único que soy capaz de ver con claridad son unos ojos verdes. Los párpados me pesan, cierro los ojos en contra de mi voluntad y vuelvo a dormirme.

Abro los ojos lentamente, sintiendo que despierto de un largo sueño; me duele todo el cuerpo. La luz de la mañana entra de lleno por la ventana. Con mucho esfuerzo logro adaptar mi vista a toda la luminosidad de la habitación. Miro a mi alrededor lentamente, Sam está dormida en una silla junto a mi cama. Su rojizo cabello cae por su hombro en una trenza despreocupada; este está más apagado que nunca. A pesar de que está dormida sus ojeras son oscuras.

Me incorporo tratando de recordar cómo he acabado aquí.

El terror me invade cuando empiezo a recordar los sucesos de la noche anterior. Alguien intentó matarme; si Sam no hubiese venido, ahora estaría muerta. Escalofríos recorren todo mi cuerpo y las gotas de sudor frío comienzan a correr por mi frente. Me siento más débil que nunca.
¿Por qué intentan deshacerse de mí? No tengo enemigos aquí; apenas he hablado con cuatro o cinco personas desde que llegué, no tiene ningún sentido que...
Ahora lo recuerdo a él. A sus ojos, cómo me observaba, cómo parecía odiar estar cerca de mí.
Por fin mi mente se despeja y comienzo a atar cabos; los pocos que tengo. Recuerdo su visita al hospital. ¿Quería volver a intentarlo? Puede que tras ver a Sam le haya entrado miedo y...
Eso no puede ser. Sólo yo puedo ver a Sam. Nunca nadie ha sido capaz de verla, tocarla u oírla salvo yo. ¿Cómo es posible? Los Vernes solo somos capaces de ver a los Nells (criaturas de la otra dimensión) con los que tenemos algún tipo de relación; eso es lo que dicen todos los libros, eso es lo que dice Sam. Es imposible que Derek pueda verla, ellos no se conocen.
Miro a Sam de reojo, culpable por la terrible idea que tengo en mi cabeza. Tal vez ella... Me borro eso de la mente rápidamente y me enfado conmigo misma por sospechar de mi amiga. Si no puedo confiar en Sam, ¿en quién? Ella es la única persona que me queda; es mi mejor amiga.

Además, me ha protegido.
Como si me hubiera leído el pensamiento, Sam despierta.
Cuando me mira, incorporada en la cama y activa, se levanta rápidamente y corre a abrazarme con fuerza. Todas las estúpidas dudas que he tenido unos instantes atrás desaparecen el mismo instante en el que la siento entre mis brazos.
—Que susto más grande me has dado —dice, casi sollozando mientras agarra mis manos con fuerza.
Puedo ver con facilidad que debe haber dormido poco. Su rostro se retuerce en un horrible gesto de sufrimiento, como si le doliera físicamente lo ocurrido.
—Sam....—seco una de sus lágrimas con dulzura. — ¿Estás bien?
La pregunta le ha pillado por sorpresa, porque se seca la cara con prisa y me dedica una mueca parecida a una sonrisa.
—A la que han intentado matar es a ti —cuando me mira a la cara, sonríe —. Yo estoy bien, pero creía que no ibas a despertar.
—¿Cuánto tiempo he estado dormida?
—Una semana —Sam espera calmada mi reacción, incluso sujeta mi mano para tranquilizarme.
Una semana es mucho tiempo... Pero podría ser peor. Aunque de momento solo me preocupa una cosa.
—¿Alguien le ha dado de comer a Mía? — trato de levantarme de la cama, alarmada, pero Sam me frena.
—No te debes mover aún —avisa, mientras me coloca una mano en el hombro —. Tu compañera de habitación ha estado encargándose de ella —la miro extrañada—. La rubia —añade, al ver mi desconcierto.
—Ya, ya sé cómo es mi compañera de habitación. Solo es que no me lo esperaba... Menos mal.
Un silencio cómodo se apodera de la estancia. Ambas respiramos relajadas. Quiero preguntarle muchas cosas, como qué ha estado haciendo todo este tiempo, por qué fue capaz de tocar a Derek, cómo lo venció...
Pero de nuevo, parece que Sam tiene la habilidad de leerme el pensamiento o de pensar lo mismo que yo.

— Se puede saber quién te ha atacado? — Sam rompe el silencio — No sé quién era, pero podía tocarlo; usaba la misma energía que yo. Es imposible
Una sensación de alivio me recorre el cuerpo.
— Osea que... ¿No sabes quién era? — susurro, sin mirarla a la cara.
—¡Claro que no! — parece indignada — ¿Insinúas que estábamos aliados o algo? ¿Por qué te habría salvado entonces? — mi amiga empieza a elevar el tono de voz.
—Yo no he dicho eso —aclaro.
—Ya, pero es lo que pensabas — cruza los brazos —. Por favor, no te vuelvas una paranoica. ¡¿Cómo has podido sospechar de mí?!
—¡Has desaparecido dos semanas de repente sin avisar! — replico, indignada — ¿Cómo no iba a resultar eso extraño?
—Tenía asuntos que atender en Nelldia —explica, sin terminar de ser una explicación.
—Ya, tú siempre tienes asuntos —suspiro —. Pero nunca tan largos — miro sus ojos castaños, que parecen angustiados —. Si tan solo me contaras qué tipo de "asuntos" tienes que resolver... ¡Yo podría ayudarte! Dame una oportunidad, Sam.
—Ya hemos hablado muchas veces de esto...— aunque intenta hacerse la dura, sé que en el fondo se siente culpable.
—Siempre has sido mi ángel de la guarda, déjame hacer algo bueno por ti —insisto, aún sabiendo que no va a servir para nada —. Confía en mí como yo lo hago en ti.
El silencio vuelve a reinar entre nosotras, pero esta vez es más tenso. Decido dejarlo estar. No quiero agobiarla.
—Creo que sé quién ha intentado matarme —tras comprobar que no hay respuesta, cambio el tema de conversación —. Se llama Derek; es un alumno de mi clase, tiene la misma edad que yo. Desde el primer día noté algo extraño en él, pero no estaba segura.
—No lo creo — Sam pasea por la pequeña habitación —. Quien te atacó como yo; un Nell, no pertenece a este mundo, de lo contrario no habría sido capaz de tocarme. Lo vencí fácilmente —sonríe orgullosa.
Tras una risotada, Sam recupera la compostura y me observa preocupada.
—Te había absorbido mucha energía. Eso ha sido peligroso, Freya. Debes de aprender a usar tu energía cuanto antes, si lo haces podrás defenderte.
Odio oír eso, porque sé que tiene razón. Sé que soy débil.
—Lo sé —con ánimo, salgo de la cama—. Vamos a entrenar.
—Tampoco te flipes — Sam sonríe como cuando éramos pequeñas. Una sonrisa genuina. —. Tienes que reposar. Podemos seguir investigando mientras tanto.
—¿Y no te vas a volver a ir de viaje a tu mundolandia? —digo, mientras jugueteo con mi camisón de hospital.
—Sabes que se llama Nelldia —niega con la cabeza como si estuviera decepcionada; odia que llame así a su dimensión —. Y no, no me voy a volver a ir sabiendo que hay alguien que quiere matarte.
Tras escuchar eso me es imposible no sonreír.
—Entonces, Derek es uno de los vuestros ¿No?
—Supongo —Sam se rasca la barbilla, pensativa —;¿Dices que es un alumno normal?
—Sí; todos pueden verlo.
—Ya, pues eso no tiene sentido.
—Pues tenemos que investigarlo, sea como sea. Necesitamos un plan —a Sam parece gustarle mi idea porque sonríe y se emociona un poco. Cuando éramos pequeñas nos gustaba jugar a las detectives; perseguíamos a Mía y a mi perrita Lissi. Parece que ella esté recordando lo mismo —. Quiero saber los motivos de todo esto; si lo delato ahora, no descubriré nada, por eso debemos de investigarlo antes y después, delatarlo.
Aunque no lo digo en voz alta, en mi cabeza tengo la esperanza de que todo esto tenga algo que ver con papá, de que de alguna forma, estando aquí logre reunir la suficiente información como para reencontrarme con él.
—Es una buena idea.

FRENESÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora