CAPÍTULO 5: ¿Qué eres?

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Estuve dos días más en el hospital antes de volver a las clases. Me he pasado la mitad del tiempo jugando con Sam a las cartas, a adivina adivinanza, y a muchos juegos de mesa. Erik y Alan me han visitado varias veces, resulta que vinieron a verme nada más ingresé en el hospital, pero estaba dormida, yo le he prometido a Alan que iré a verle en su actuación de la semana que viene. Anny también ha venido varias veces, dice que quiere enseñarme algunos libros nuevos que le han llegado.

Ninguno de ellos tiene la menor idea de lo que me ha pasado, piensan que tuve un accidente en la ducha, que me di un golpe en la cabeza, eso es lo que el profesorado ha decidido contar; van a encubrir el intento de asesinato. Me han asegurado que van a investigar y a llegar al fondo del asunto, cosa que no hace falta del todo pues ya sé quién ha tratado de matarme.

Derek me robó la energía; no como un Verne, sino como un Nell. Así es como funciona; cuando un Verne llama a un Nell este te presta su energía, que puede ser usada para atacar a los demás, uno de los métodos más efectivos de ofensa es usando esta energía prestada para robar la de otro humano. Es una de las muchas cualidades de los Nells. Sam y yo estamos convencidas de que Derek es uno de ellos, es la única explicación razonable que encontramos; no podría tocar a Sam si no fuese uno de los suyos. La pregunta es, ¿cómo logra estar aquí permanentemente?  Algún humano con capacidades para contactar con la otra dimensión, es decir, un Verne, debe de estar permitiéndole estar aquí del mismo modo que yo soy "el ancla" de Sam entre ambas dimensiones.

Hoy por fin vuelvo a las clases, me daba miedo haberme perdido algo importante, pero Erik me ha dejado sus apuntes y los he estado leyendo para no ir perdida en el temario.
Me paso por mi habitación para vestirme y saludar a Mía, que se alegra mucho de verme. También pretendía ver a Lana, pero como era de esperar, no está en la habitación.
Aún queda una hora para que empiecen las clases, pero ya estoy merodeando por los pasillos. Tengo que ir a ver al director Bell; él vino a verme al hospital poco después de que despertara, me pidió que viniese a hablar con él cuando comenzara a sentirme mejor. Y ahora estoy ante dos puertas blancas y grandes, en el pasillo más bonito de todo el internado, la planta más alta de todas. No puedo evitar sentirme nerviosa.
Llamo dos veces a la puerta con el puño, espero a que me inviten a entrar.

—Adelante —entro cautelosamente y quedo totalmente sorprendida al ver la estancia. Es tan luminosa como el resto del palacio. Un despacho grande, ordenado, limpio. Hay dos estanterías llenas de libros a los lados de una gran mesa llena de papeles. Dos ventanas enormes iluminan la estancia con la luz de la mañana. El director Bell está sentado en la mesa, deja todo lo que está haciendo nada más me ve entrar.
—¡Freya! — Se levanta entusiasmado y me dedica una gran sonrisa. — Me alegra ver que estás bien. Por favor toma asiento, no seré muy pesado — me siento en la silla de madera que me ha ofrecido.
—Supongo que ya sabes de que quiero hablar ¿No? —  el director Bell suspira y se pasa las manos por el cabello castaño. Yo asiento en silencio — Antes de nada, quiero disculparme contigo — me mira a los ojos, culpable —. Se supone que este debe ser un lugar seguro para los alumnos; mi prioridad siempre ha sido hacer de este internado, un lugar en el que los niños se sientan cómodos, en el que encuentren una familia. No has estado ni una semana y alguien ha tratado de matarte. Como director, es mi obligación protegeros, pero esta vez he fallado.
—Podría haber muerto — quiero dejarle claro que estoy molesta; no voy a decirle que no pasa nada, porque claro que pasa. Si Sam no hubiese llegado a tiempo, yo habría muerto —. Tiene toda la razón, los estudiantes estamos bajo su cargo, somos su responsabilidad. Acepto las disculpas y las aprecio, pero va a tener que garantizarme que esto no volverá a ocurrir, o de lo contrario, me tendré que plantear seriamente hasta qué punto me compensa estar aquí.
Parece que el director se sorprende por mi respuesta, pero lo oculta muy bien y sonríe.
—Te doy mi palabra de que esto no volverá a ocurrir, Freya. Yo me encargaré de ello. Aunque aún desconocemos el autor de esto, estamos siguiendo pistas, pistas que, nos llevaran al responsable. Estás segura aquí.
—¿Tenéis algún sospechoso? —utilizo el tono más inocente posible, quiero que piensen que no sé nada.
—Sí, los tenemos —Bell hace el amago de continuar hablando, pero cierra la boca —. Lo lamento, pero no puedo hablarte de ellos ya que no es oficial; no queremos manchar la reputación de gente inocente.
Lo veía venir; ellos no me contarán nada del caso. En cierto modo lo entiendo; si no supiese ya quien ha sido, exigiría respuestas.
—No se preocupe, director Bell, lo entiendo.
—Por favor, llámame Bell; no hace falta tanta formalidad —Bell se ríe un poco y retoma la compostura rápidamente — Freya, cualquier cosa que puedas contarnos sobre aquella noche puede ayudarnos mucho... —como un detective, clava su mirada en mis ojos, y para qué mentir, son imponentes. Todo en él es imponente, poderoso, pero a la misma vez, su presencia es amable. El director es una contradicción; es una figura de respeto y autoridad, pero al mismo tiempo es también alguien en quien confiaría.
—Lo lamento, pero de veras no recuerdo nada... Sólo sé que era un chico alto — Bell asiente varias veces mientras posa un codo en la mesa y apoya su cabeza en su mano.
—Lo único que te puedo contar, es que ha sido alguien del colegio; desde que empiezan las clases está prohibida la entrada de cualquier persona ajena a nuestra institución. Si sientes algún comportamiento extraño en cualquiera de tus compañeros, no dudes en contármelo.
Si él supiera... La pregunta es cuál de mis compañeros no actúa extraño.
—Erik Thomson y Luisa Mirldent son dos alumnos entrañables —continúa Bell —; cualquier cosa que necesites puedes comunicársela a ellos. Estoy segura de que te ayudarán, sus familias han sido buenas amigas de la institución durante mucho tiempo.
—Erik y yo somos amigos, es cierto lo que dices, es amable —sonrío, y me sonrojo un poco cuando me devuelve la sonrisa. No es la sonrisa que le dedicarías a alguien que te gusta, sino a alguien a quien aprecias.
—Pues creo que ya está todo zanjado aquí —Bell carraspea varias veces y vuelve a coger sus papeles —. No quiero robarte más tiempo, Freya. Aprende mucho en las clases, y ya sabes, si necesitas cualquier cosa, no dudes en venir a buscarme, puedes contar conmigo.
Asiento y le dedico una última sonrisa mientras me levanto y me voy hacia la salida.
—Una última cosa — dice Bell —. Agradecería mucho que el resto de los alumnos no se enterasen de esto; no queremos que cunda el pánico. Los profesores, por supuesto, ya lo saben.
—¿De qué hablas? Solo me he caído en la ducha — respondo, Bell sonríe con complicidad.

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