CAPÍTULO 18: Creils.

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Me despido de Derek y de Annie para marcharme a mi habitación. Por el camino me cruzo con Erik. Actúo con total normalidad, aunque confío en él, no debo decirle nada sobre lo que Derek acaba de contarme. Nos limitamos a hablar de temas joviales como el almuerzo, las clases y algunos pasatiempos. Decidimos quedar por la tarde para ver una película en su habitación. Erik me acompaña hasta mi cuarto y me ayuda a subir las escaleras.

Son las doce de la mañana; el sol comienza a entrar en la habitación amenazando con calentarla. Bajo la persiana un poco y me siento en la cama.

—Sam —menciono el nombre de mi amiga al ver que no aparece en el mismo instante en el que toco el pequeño espejo de mi colgante.

Será posible...

Molesta, me concentro y trato de imaginarme el gran espejo. Me acerco a este con precaución y vuelvo a llamarla.

—Ven, Sam.

En su lugar, una figura alta se forma tras el espejo. No logro ver quién es ya que está borrosa. Doy varios pasos hacia atrás por precaución.

—¿Eres un rebelde? —pregunto, cautelosamente. —No estoy de su parte. —explico. —No apoyo lo que Bellamy os está haciendo. Quiero ayudaros, yo...

Aunque trato de explicarme como Lana y Derek me han aconsejado, no funciona. Parece que quien sea que está detrás del espejo, no está interesado en escucharme. La superficie del enorme espejo empieza a oscurecerse; ya no me veo reflejada en él. Retrocedo varios metros rápidamente en la oscuridad de mi mente. El espejo tiembla, mientras que la figura de un hombre alto empieza a cobrar forma en la superficie de este. Parece que está atrapado en el espejo, y que este es líquido; aunque intenta andar y salir de ahí, la superficie oscura y brillante le envuelve como si fuese barro y lo arrastra hacia atrás; como si estuviera encadenado.

—¿Qué puedo hacer para ayudaros?

Su brazo sale del relieve del espejo; se estira e intenta llegar hasta mí.

—Morir.

La ronca voz inunda cada rincón de mi mente. Está cargada de odio.

—Entonces, no puedo ayudarte. —respondo, cargada de valor. —No tienes nada que hacer aquí. No vas a ser capaz de romper la barrera que nos separa.

La figura cesa en su intento de salir del espejo. Se ha quedado quieta.

—Si en algún momento cambiáis de opinión, estaré aquí esperando, dispuesta a hablar y a escuchar.

El Nell aguarda en silencio.

—Craind. Pregunta por Craind cuando vengas.

Dicho esto, la misteriosa figura desaparece y todo vuelve a la normalidad. Me quedo quieta unos instantes más, asegurándome de que se ha ido de verdad.

Craind. Me quedaré con ese nombre.

—¿Sam? Por favor, ven. Quiero hablar contigo.

Miro al espejo, esperando a que mi amiga aparezca. Cuando la siento, abro los ojos lentamente para efectivamente encontrármela a mi lado. Parece molesta.

—Hola. —la saludo, con esperanza de evitar peleas innecesarias.

—Hola. —responde ella, muy seria. —Pensaba que ya me habías olvidado.

Suspiro, y trato buscar paciencia en los rincones más recónditos de mi ser. Siempre tan dramática.

Iba a llamarte ayer por la noche. Me quedé dormida.

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