XIII.

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Hojeó uno más de los muchos libros que se encontraban esparcidos por la mesa, dejándolo nuevamente sobre un montón de papeles y notas que tenía ahí mismo y tomando un libro nuevo, repitiendo el proceso sin tener mucho éxito con lo que buscaba.

- ¿Cómo pudo desaparecer? Si no tiene ni cinco minutos que escribí algunas de las definiciones en esa hoja. ‒ Murmuró ya un poco desesperado, mientras seguía rebuscando entre todo el desorden que había montado en cuanto llegaron a esa cafetería. Estaba a punto de comenzar a llorar, pero se distrajo con la sensación de unas cálidas manos tomando sus muñecas con delicadeza para alejarlo un poco de la mesa sobre la que buscaba, pues ya casi que se había subido sobre la misma. Permitió que Johnny lo volviera a acomodar adecuadamente sobre la silla en la que se encontraba sentado algunos minutos antes. ‒ John, tu viste que yo escribí en ella, me viste hacerlo. ‒ Pasó una mano por su cabello, peinándolo con un poco de frustración.

- Tal vez si no tuvieras todo este desastre no hubieras perdido la hoja esa que estas buscando. ‒ Dijo el castaño, con un tono que indicaba que estaba bastante divertido con la situación. Doyoung abrió la boca dispuesto a comenzar a quejarse una vez más, pero fue callado rápidamente por el popote que el más alto introdujo en su boca. ‒ Bebe un poco y relájate, ¿Bien? Hay que ordenar todo esto, tu hoja tiene que estar por aquí, pero nunca vas a encontrarla con este desastre, ni siquiera sé porque sacaste tantas cosas. ‒ El pelinegro le dedicó una mirada de odio al castaño, pero aun así tomo el vaso que el otro había estado sosteniendo cerca de su rostro y asintió, antes de comenzar a tomar la bebida a través del popote que seguía entre sus labios. Observó como Johnny comenzaba a apilar los libros en la silla que se encontraba junto a él.

- No esta tan desordenado, esta mesa es demasiado pequeña y yo necesito todas estas cosas. ‒ Sin quererlo su voz había salido un poco más aguda de lo normal, lo que lo hizo sentir avergonzado y que sus mejillas se tiñeran ligeramente de rojo. De seguro había sonado como un niño berrinchudo, pensó horrorizado. Escuchó la suave risa de Johnny, quien seguía ocupado poniendo orden en la pequeña mesa. ‒ No te rías, de verdad las necesito. ‒ Soltó cruzándose de brazos.

- No veo porque necesitarías tantos marca textos, plumas y notas adhesivas, ni todas tus notas del semestre y esta ridícula cantidad de libros y carpetas que tienes esparcidas por todos lados, es más, estoy seguro de que en las dos horas que llevamos aquí a lo mucho te he visto utilizar un bolígrafo negro, tres marcadores y algunas hojas. No necesitas nada de esto corazón. ‒ El menor resoplo molesto, ¿Cómo se le ocurría a Johnny decir que no necesitaba todo esto? Por supuesto que lo hacía, ¿Cómo podría hacer su tarea decentemente si no tenía por lo menos cinco fuentes distintas para sacar la información? ¿Y qué si necesitaba de sus notas porque lo que estaba buscando ya lo había visto antes? Y lo más importante, sus tareas siempre tenían que verse bonitas, ¿Cómo iba a lograrlo sin todos sus marcadores? Obviamente necesitaba todo lo que estaba en la mesa.

- ¿Tu que vas a saber? Si sobrevives con apenas un bolígrafo y una hoja que le pediste a alguien prestada, ¿Si quiera haces tareas alguna vez? ‒ Reclamó, mientras comenzaba también a juntar y guardar algunas hojas en una de sus carpetas. ‒ Yo necesito todo esto o podría hacerlo en cualquier momento.

- Dios Doyoung, justo porque todo lo que utilizo es simplemente un bolígrafo sé que no necesitas, ni vas a necesitar todo esto. ‒ El coreano lo fulmino con la mirada una vez más.

- Solo cállate, John, no tienes idea de lo que estas hablando. ‒ El enfurruñado pelinegro comenzó a meter todos sus marcadores en su lapicera, pero fue interrumpido por el más alto, quien paso sus brazos sobre su estrecha cintura y lo acerco a su cuerpo, dejando la espalda de Doyoung pegada a su pecho. El más bajo intento soltarse del agarre del otro, pero no tuvo mucho éxito, pues lo único que consiguió fue que el castaño lo sostuviera más firmemente. Pronto sintió los labios del mayor presionarse contra su mejilla repetidas veces, bajando poco a poco hacía su cuello. ‒ John. ‒ Dijo bajito, esta vez recargándose un poco más contra el cuerpo contrario.

Dulces Heridas  [Johndo ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora