XXII.

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Se encontraba sensible, demasiado. El frío del comedor contra la piel de su pecho, la fricción con la misma que causaba cada estocada, el amarre improvisado en sus muñecas, las caderas de Johnny estrellándose contra el una y otra vez. A este punto su cuerpo se encontraba bastante adolorido, agradecía estar inclinado sobre la mesa porque sus piernas pronto iban a dejar de sostenerlo. Johnny tiro con fuerza de su cabello y un fuerte gemido abandono sus labios, la sensación de dolor, placer y sus ganas de complacer al castaño lo abrumaban. Su novio se inclino sobre el para besarlo, uno de esos besos que solo Johnny podía darle.

- Di mi nombre, Doyoung. ‒ Ordeno el americano con voz ronca, enterrando con fuerza sus dedos en la tierna piel de su cadera y aumentando la fuerza de las embestidas. ‒ Quiero que lo digas.

- John, Johnny. ‒ Dijo entre gemidos. El más alto soltó finalmente el agarre que había mantenido en sus cabellos. Doyoung disfruto del frio de la mesa contra su mejilla. Estaba cerca, podía sentirlo, esperaba que a Johnny le faltara poco también, no sabía cuanto más iba a aguantar. ‒ Johnny por favor.

- Puedes hacerlo ahora, termina. ‒ Ante las palabras del mayor Doyoung se dejó ir, sintió aquella deliciosa tensión en el abdomen antes de liberarse, su vista se nublo y la ola de sensaciones lo dejó aturdido. Johnny debió de terminar poco después porque lo siguiente de lo que el coreano fue consciente fue de Johnny saliendo de su cuerpo y la sensación del semen de este comenzando a escurrir por su entrada.

Descanso unos minutos en esa posición, intentando regular su respiración, temía caerse si intentaba incorporarse y además sus manos seguían atadas en su espalda. Finalmente Johnny se acerco a soltar el cinturón con el que había inmovilizado sus extremidades y lo tomo con cuidado de la cintura para poder levantarlo. Doyoung se dejo hacer porque estaba demasiado agotado, cuando noto que se dirigían al baño y no a su habitación iba a quejarse, pero la verdad es que un baño no le caería nada mal antes de dormir.

Johnny lo dejo sentado sobre el tocador del baño mientras buscaba algunas toallas limpias. El coreano lo observo, su torso desnudo era todo un espectáculo, definitivamente Johnny era impresionante. El americano finalmente abrió la llave de la regadera y se acerco a el para ayudarlo a entrar. Ya con ambos dentro el mayor no perdió tiempo y comenzó a lavarlos a ambos, Doyoung aprecio el gesto porque dudaba tener energías para algo tan simple como eso.

En medio de su labor el mayor dejo una mano sobre su cuello y lo acerco para besarlo, era un beso distinto, no tan exigente, era más dulce. Cuando lo besaba de esa manera Doyoung no podía pensar en nada más que en lo afortunado que era por tener a Johnny en su vida, porque Johnny se quedaba a su lado a pesar de que él no sabía cuidarlo, a pesar de que constantemente estaba lastimándolo.

Una lagrima amenazaba con abandonar sus ojos, se sentía tan culpable. Johnny siempre se encargaba de que el estuviera bien, ¿Por qué el no podía hacer lo mismo? ¿Por qué constantemente cometía estos errores que terminaban hiriendo los sentimientos de Johnny? No era justo, tenía que esforzarse más, quería hacer a su novio el más feliz, que nunca se volviera a sentir inseguro con él.

- Johnny te amo. ‒ Dijo una vez que se separaron, presionando un beso rápido en la boca del castaño. ‒ A ti, solo a ti. ‒ Un beso más y Doyoung llevo sus brazos hasta el cuello de Johnny, tirando de este para acercarlo más a él. ‒ Lo siento mucho, por todo. Eres todo lo que necesito, solo importas tu. ‒ Su novio no lo dudo ni un segundo y capturo de nuevo sus ya magullados labios en un beso que a Doyoung le sabía a gloria, tan dulce y suave.

- Mi dulce chico, eres mi perdición. ‒ Susurró el mayor en su oído, haciéndolo reír por la sensación.

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Dulces Heridas  [Johndo ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora