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Escuchó los gritos de su novia desde la cocina de su departamento. Buscó en su closeth, la jacket de cuero negro lo más rápido que pudo.

Su novia a veces podía desesperarlo. Sí, tal vez admitía que iban un poco tarde, pero él creía fielmente en esa frase "Yo nunca llego tarde, los demás siempre llegan temprano"

Siempre había sido fiel a tal frase y no lo cambiaría ese día. Ya sabía cómo manejar a su novia en esa situación, le daba a entender que había ganado, él se rendía y todos felices.

Pasó frente al espejo de su habitación, mirándose en el espejo, supervisando cada detalle de su aspecto.

Sonrió al ver su pelo castaño oscuro bien peinado. Sus ojos con un débil delineado que le había puesto su novia. Sus pestañas grandes, sin necesidad de tocarlas. Algunos podrían definir a Diego, cómo arte puro. Era una obra de arte digna de admirar por horas y se quedaría corto.

_ ¡¡Ya voy!! _ gritó, esperanzado para que la ojiazul se lo creyera.

Salió de la habitación en tiempo record. Vió a Marijó en la cocina, tomó su mano, su bolso y sus cosas y salieron del departamento.

El viaje en auto no duró tanto. El lugar dónde sería la fiesta no quedaba muy lejos de su departamento, para su suerte.

Apenas bajaron, Diego pudo contemplar a lujo y detalle, la casa en la que se encontraban.

Era grande, muy espaciosa. Era de la amiga de su novia y de su esposo claro. Tenía una piscina, y un jacuzzi. Además del jardín con miles de especies de flores de todos colores. Al menos eso se podía ver desde el exterior.

Marijó tomó su mano y lo arrastró adentro de la casa. En la puerta, una mujer los recibió. Marijó sonrió al verla y la abrazó. Al parecer se conocían, pensó el castaño. Su novia al fin los presentó. Terminó siendo una vieja amiga de la facultad.

No le tomó mucha importancia. Aún más cuándo entró a la sala principal de la casa. La mayoría era vidrio. Un estilo elegante, pero moderno. Sin hablar de la privacidad que tenía por el lugar en dónde se encontraba.

Su novia le tomó la mano y lo llevó al grupo de sus amigos. Presentándolo a cada uno. Al parecer algunos cantantes, otros actores, jugadores de fútbol, de todo había.

Alguien más diría que se sentía fuera de lugar en una fiesta con toda esa clase de personas, pero la verdad era que a Diego no le podía importar más que una mierda.

No se quejaba, después de todo, la gente de esa clase tenían una gran gusto por la comida y vinos. Mientras tuviera la barra libre de licor y los bocadillos en abundancia, Diego era feliz.


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¿Cómo era posible que su equipaje se hubiera quedado extraviado?

Esa misma pregunta, se hacía Emilio desde que había llegado a la CDMX la noche anterior.

Free // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora