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—¿Estás seguro que no te molesta que fume aquí?

Preguntó abriendo la ventana un poco, recibiendo un ademán desinteresado por parte de Wakasa, quien no se molestó en devolverle la mirada demasiado ocupado en buscar un posición cómoda entre las sábanas.

Habían pasado exactamente cinco días desde año nuevo, y ese era el último día de vacaciones también. Después, volverían a la rutina de siempre, aunque no sabía exactamente cómo manejar aquello con demasiadas cosas inconclusas que ambos preferian evadir.

Las cosas había cambiado un poco, era como si una nueva perspectiva se hubiera desbloqueado en su vida, en su forma de ver a Wakasa, de sentirlo. Era difícil explicar como terminaron nuevamente en esa situación, solo era un beso que no tenían pensado que llegara más lejos.

Pegó su espalda al respaldar de la cama, cuidando que el cigarro humeante estuviera lo más lejos de Wakasa, quien descansaba cómodamente con los ojos cerrados y la mejilla contra la almohada. Su cabello revuelto resplandecia, su piel descubierta con ciertos tonos carmesí y la sabana cubriendo tan solo la parte inferior de su cuerpo. Se permitió verlo el tiempo que quiso, preguntandose seriamente si aquello no era uno de sus sueños, todo parecía tan perfecto. Quiso detener el tiempo, quiso imaginar que aquello sería para siempre.

La ventana abierta dejaba entrar un poco de aire fresco, la temperatura seguía siendo baja, pero ese día de forma bondadosa los rayos del sol golpeaban la habitación con calidez.

Apenas era media tarde o eso intuía. Era sus últimas vacaciones como estudiantes de preparatoria, después de varias semanas de clases llegaría la tan esperada ceremonia y luego, desconocía que pasaría, prefería ignorarlo por un par de días más.

Lo admiró a su lado, viéndose tan hermoso como siempre. Como un ángel. Pensó. No pudo evitar sonreir, verlo tan tranquilo le resultaba encantador, irreal. Dejó el cigarro en el cenicero y se acercó para verlo mejor.

Dejó un beso en su hombro desnudo y sus dedos recorrieron la piel fría de su espalda para despues rodear su cintura con su brazo, sabiendo que eso llamaría su atención. Tan pronto como lo hizo, Wakasa se removió y volteó a verlo, sus ojos claros y entrecerrados mirando directamente a los suyos.

Le sonrió sin razón alguna, y su corazón dio un salto al ver que la comisura del peliblanco se alzaba en un amago de sonrisa.

—¿Que sucede? —preguntó. — No pienso volver a...

—No es eso —respondió haciendo una mueca avergonzada — No es nada, en realidad.

— ¿Nada?

Wakasa alzó sus cejas, soltando una ligera risa mientras desviaba la mirada. Inevitablemente sus manos terminaron sobre la espalda del azabache, acercandose aún más.

— ¿Entonces que es? —preguntó, pero se arrepintió al instante — Olvidalo, mejor no me digas, seguramente será algo romántico que prefiero no escuchar.

Shinichiro soltó una carcajada, y Wakasa solo disfrutó del sonido ronco y un poco escandoloso.

— Acabas de romperle el corazón al Shinichiro de quince años que tenía una lista mental de apodos, obsequios, lugares y frases románticas para dedicar.

—¿Para tu futura novia? — no pudo evitar que la burla apareciera en su voz.

Shinichiro rió, dejando un suave beso en sus labios, y después escondió su rostro en su cuello. Podia sentir su respiración, tenía un ligero olor a nicotina, pero el viento que entraba por la ventana se encargaba de disminuirlo.

— Supongo que para la persona que amara —respondió de repente en un murmullo. — No lo sé, era un niño.

Wakasa no quiso responder. Se debatió por varios segundos su acción, pero terminó por llevar su mano hasta el cabello negro de Shinichiro, dejando una ligera caricia, como si estuviera ofreciendo una especie de consuelo.

Con amor, S.S  [Shinwaka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora