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Observó las recientes flores y los hermosos colores vivos y pensó en que quizas debia comprar algunas para la casa. Suspiró conforme, después de pasar varios minutos quitando toda suciedad y las otras flores marchitas que daban mal espina al lugar, y se alegro de haber ido.

Se cruzó de piernas, y observó la lápida frente suyo. Si era sincero, no sabía porqué decidió ir a visitar la tumba de su abuela, su relación nunca fue la mejor ni las más amorosa. Pero fue con quien pasó más tiempo los últimos dos años.

Quizás solo fue para tener un excusa y poder faltar a clases y salir a tomar aire queriendo despejar su mente de la estupidez que había hecho en plena madrugada. Sólo esperaba que el espíritu de su abuela (si es que había uno) no se enojara por ir con dobles intenciones.

Suspiró, sin saber que más decir o hacer. Las palabras no eran lo suyo, y ya había dicho unas cuantas contándole sobre como llevaban las cosas desde su partida mientras limpiaba, esperando una respuesta que sabía que nunca llegaría.
Apoyó su mandíbula sobre la palma de su mano. El sentimiento de tristeza había pasado hace tiempo, ahora solo quedaba la agridulce nostalgia.

-¿Recuerdas lo mucho que quería irme de aquí?-preguntó al aire y saber a dónde ir realmente -Creo que encontré un motivo por el cual quedarme. Me pregunto qué dirías si supieras la razón, probablemente estés en desacuerdo e incluso intentarías mandarme lejos de aquí. -pronunció y ladeo su cabeza para cerrar sus ojos a causa de los rayos del sol que golpeaban directamente su rostro -Si, me enviarias a Australia, mamá estaría de acuerdo contigo.

Rezaba para que nadie lo escuchara o le mirara raro, pero estaba seguro que no era el único que le hablaba a una lápida en un cementerio. Sintió su celular vibrar e hizo una mueca por ser interrumpido, era Takeomi.

Seguramente le hablaba por la estúpida presentación que tenia que hacer en el instituto. Lo ignoró.

-Tengo que irme -pronunció, arregló un poco las flores de nuevo sin saber como despedirse de una pedazo de piedra -Deseame suerte, estoy pensando en mandar al carajo todo ¿sabes? -dijo sonriendo un poco, como si aquello fuera una simple broma -Bien, adiós abuela.

Sacudió sus pantalones quitando restos de la hierba, su celular vibró pero lo ignoró nuevamente. Le dio un último vistazo a la lápida y se apresuró a salir de aquel lugar, sintiéndose un poco mejor por haber ido y dejar flores nuevas.

Lo entendía. El ciclo de la vida era uno, y no había forma de cambiarlo.

Cubrió su cabello con la capucha de su suéter, a pesar de que el clima estaba cálido no sentía demasiado calor. Vagó un rato sin rumbo simplemente con su cabeza hecha un lío, como siempre.

Después de superar su pequeño ataque de euforia y valentía llegó la inmensa vergüenza, que ahora simplemente no podía ni verse al espejo sin recordar sus propias palabras.

No es que se arrepintiera, bueno, quizás un solo poco. Pero no por el significado de sus palabras, sino la forma en que lo hizo.

¿En la madrugada? ¿A quien diablos se le ocurria algo como eso? ¿Acaso no pudo esperar más?

Podría culpar su falta de sueño de todo lo que esta haciendo, sabía que no estaba funcionando al cien, en realidad nunca lo hacía, pero los últimos días en específico sentía que no llegaba ni al diez. Estaba malhumorado -y no, no era como los otros días, generalmente bromeaba con estar molesto pero estaba seguro que si alguien lo sacaba de sus casillas ese día acabaría cometiendo un crimen-, también cansado, indiferente y con ganas de mandar a la mierda todo, completamente todo.

Vale, quizás era casi como todos los días de su vida, pero no sabía si estaba más sensible o definitivamente estaba yéndose al carajo.

Su celular volvió a sonar.

Con amor, S.S  [Shinwaka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora