Cuando Judith era pequeña empezó a tener unas pesadillas muy desagradables. En cuanto cerraba los ojos, se perdía entre la oscuridad y el único punto de luz eran dos grandes ojos rojos que la miraban con ferocidad. Cada noche se despertaba gritando desesperada y con el cuerpo empapado en sudor. Estaba tan atemorizada que se lo explicó a sus padres, quienes escucharon a su hija con detenimiento. Ellos actuaron rápido porque sabían que en realidad no se trataban de simples pesadillas, sino de advertencias de lo que estaba por venir. Así que la apuntaron a clases de defensa personal y contrataron a un entrenador particular para que la entrenara tres días a la semana después del colegio. El entrenador ayudaba a Judith a fortalecer sus músculos y también a mejorar su puntería utilizando dagas, espadas y cualquier objeto punzante. Rápidamente, la niña, empezó a mejorar en todo y con tan solo diez años ya sabía dar patadas, puñetazos y lanzar un cuchillo con una precisión asombrosa. Montserrat y Josep, sus padres, estaban muy orgullosos de los avances de su única hija, pronto podían llevar a cabo el ritual de iniciación, pero no antes de los dieciocho. Era una tradición de su aquelarre, solo aquellos que cumplían los dieciocho podían ser obsequiados con un ritual de iniciación. Josep estaba impaciente por poder hacer ese ritual, llevaba soñando con aquel día desde que nació su primogénita y por fin su sueño se iba a hacer realidad.
Judith tenía unas ganas terribles de que llegara el día de su ritual de iniciación, había escuchado historias, leyendas que sus primos y allegados le contaban con un brillo especial en sus ojos. Sabía que era un día importante, sabía que a partir de aquel día su vida cambiaría por completo. Se iba a convertir en una bruja iniciada, iba a poder leer grimorios, incluso tener el suyo propio, iba a poder crear magia y convertirse en una gran bruja.
Un día antes de su cumpleaños, Judith estaba paseando con tranquilidad con su niñera Emilia, quién la conocía desde que era un bebé y se había convertido en una persona muy importante para ella, caminaban cogidas del brazo por los bonitos jardines de la mansión dónde vivían. Cualquiera que viera esos jardines se quedaba con la boca abierta, pero para ella habían perdido todo el encanto, estaba tan acostumbrada a los lujos que aquel jardín le parecía una pequeñez.
—Señorita, está a punto de cumplir los dieciocho, ¿cómo se siente?
—Estoy muy nerviosa Emilia, mañana será el ritual y no sé si estoy preparada.
Suspiró algo afligida y se paró para observar el rosal que el jardinero había plantado años atrás.
—No se preocupe, estoy segura de que sus padres la podrán ayudar en todo, al fin y al cabo ellos son los grandes brujos del aquelarre.
Montserrat y Josep eran los líderes del aquelarre de la Sierra Norte, el más antiguo e importante del norte de Cataluña. Desde su sede, en un lugar secreto en la sierra, lo controlaban todo y decidían sobre cualquier cosa, aunque fuese una pequeñez. Pero lo que no sabía nadie, ni tan siquiera Judith, era que el verdadero líder era Josep María. Montserrat a penas tenía poder de decidir, todo lo decidía su marido y ella tenía que estar de acuerdo a pesar de que muchas veces no aceptaba las acciones que tomaba Josep. Quizás el hombre se había dejado llevar por el poder y se había corrompido demasiado, pero nadie se atrevía a contradecir al líder porque si lo hacían podían ser castigados y encerrados en las mazmorras de la sede, un lugar que nadie ha podido ver porque los que entran nunca vuelven a salir.
Judith y Emilia seguían dando su paseo por los jardines sin ser conscientes de que un peligro acechaba por las inmediaciones del bosque, cerca de la mansión. Aún no era una bruja iniciada, así que no era capaz de detectar, por el olor, a los intrusos que esperaban a que llegara el día siguiente para atacar.
Judith se acostó esa noche muy exultante porque en tan solo unas horas, por fin, cumplía los dieciocho e iban a llevar a cabo el ritual de iniciación con toda su familia presente. Pero cuando cerró los ojos las pesadillas volvieron a ella. Esa pesadilla fue diferente, no vio aquellos ojos rojos, lo que vio fue una sala enorme llena de sangre y cadáveres por todas partes. Por primera vez desde que tenía esas pesadillas, escuchó una voz profunda que le decía que tuviese cuidado. Ella se despertó con el corazón desbocado y encendió la luz para comprobar que allí no había nadie, la voz solo había sido producto de su imaginación, solo estaba en sus pesadillas.
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Entre dagas y colmillos ✅
VampireEn la OPEV tenían cuatro reglas inquebrantables: 1. Localizar y eliminar a cualquier vampiro. 2. No hacer distinciones entre hombres, mujeres y niños. Todos son unos chupasangre y deben ser eliminados. 3. Si se localiza al líder de algún clan vamp...