Capítulo 2

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El traslador los dejó a los tres en la biblioteca de la mansión, que ya estaba protegida por un hechizo por si a los vampiros les daba por hacer una excursión hacia la casa. Judith estaba conmocionada por lo que acababa de ver y temblaba en brazos de su madre que le acariciaba el cabello con suavidad. Nunca había sido testigo de un ataque de vampiros, sabía que existían, sabía que atacaban a gente por la noche, pero nunca los había visto en persona, hasta aquel día.

—Montse, déjanos solos. Judith y yo tenemos que hablar.

La mujer afirmó con la cabeza y dejó que su hija se sentara en uno de los sillones de la biblioteca. Cuando ella se marchó, Josep se sentó en otra butaca, observando con ansia el baúl que tenía su hija entre las manos.

—¿Has podido mirar bien el contenido del baúl?

Judith levantó la mirada llorosa y clavó sus verdes ojos en los de su padre.

—No, han atacado a nuestros invitados, papá. ¿El baúl es lo único que te importa? ¿En serio?

—Hija, ahora mismo tenemos que hablar de cosas muy importantes, entre ellas el baúl que está ligado a los vampiros que has visto esta noche. Tu familia se recuperará de esto, muchos saben utilizar la magia, así que no te preocupes.

—¡He visto como le clavaban los colmillos a la tía Rosa! No creo que esté muy bien ahora mismo.

El hombre suspiró y se pasó, derrotado, la mano por el pelo canoso.

—Judith, primero escúchame y después hablaremos de los demás. Ha llegado el momento de que sepas la verdad. Te hemos ocultado muchas cosas y todo por tu bien, así que ahora escúchame y no digas nada.

La joven se estremeció ante el tono autoritario que utilizó su padre con ella. Jamás, ni cuando hacía travesuras, le había hablado así.

—Este baúl se les regala a todos los brujos y a todas las brujas que acaban de cumplir la mayoría de edad. Pero solo en nuestro aquelarre, en otros aquelarres se regalan distintos objetos relacionados con su trabajo. Así que ya te puedes imaginar cuál es el trabajo del aquelarre de Sierra Norte.

—¿Cazar vampiros? —preguntó asustada.

—Exacto.—Su sonrisa maquiavélica hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Judith—. Cuando de niña te contábamos esas historias de terror te estábamos preparando para la realidad. Los vampiros son seres mezquinos, unos asesinos sanguinarios. Es por eso que desde la OPEV queremos eliminar esta lacra. Y tú, querida hija, formas parte de esto desde hoy mismo.

—¿OPEV?

Josep María volvió a sonreír con maldad y su hija no podía disimular lo aterrada que se sentía en aquellos momentos. Judith no sabía si le daba más miedo un vampiro o su padre.

—La OPEV es la Organización Para el Exterminio de Vampiros, su sede está situada en un lugar secreto y está protegida con varios hechizos protectores. Solo pueden entrar los miembros activos de nuestro aquelarre, así que es como un búnker impenetrable. Mañana te llevaré allí y sobra decir que nunca, jamás, deberás hablar de lo que hacemos en realidad. Ser una cazavampiros es un trabajo que se debe hacer en las sombras, sin que nadie sepa nada. ¿Entendido?

—Supongo que sí... —susurró—. Pero yo nunca he matado a nadie y menos a un vampiro, no sé como se hace.

Su padre rió muy fuerte y acto seguido miró a Judith con diversión.

—Oh, claro que sí, ¿recuerdas ese videojuego de realidad virtual que jugaste cuando tenías quince años?

—Sí, en él mataba a vampiros que aparecían en una mazmorra, pero era un videojuego. En la vida real nunca he matado a nadie.

Entre dagas y colmillos ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora