Entre dagas y colmillos ✅

Capítulo 8

Durante los días siguientes, Judith comprobaba siempre que la ventana de su habitación estuviera cerrada con pestillo para que Derek no se colara otra vez. No podía permitir que un vampiro entrara en su habitación como si fuera lo más normal del mundo, no quería tener ningún contacto con él, pero sobre todo sufría por si su padre lo descubría. Le daba apuro pensar que si su padre veía a un vampiro en su habitación, pensara que ella lo había traicionado juntándose con el enemigo.

Por suerte Derek no apareció ni en el pueblo, ni en el bosque y lo más importante, no había vuelto a colarse en su habitación, cosa que ella agradecía de buen grado. Así tendría un problema menos.

Estaba relajada en su habitación cuando el teléfono móvil empezó a vibrar con insistencia. Miró quién la estaba llamando y descolgó casi al instante.

—Dime papá.

—Necesito que vayas al pueblo de inmediato, sé que esta noche no te tocaba cazar pero ha habido un incidente con un neófito, ha atacado a una mujer y debe ser eliminado. Debes ir enseguida y matarlo, no puede estar vagando por el pueblo, es un peligro.

—Ahora mismo voy.

Colgó el teléfono y se vistió con la ropa oscura que siempre llevaban los cazadores, este tipo de ropa les ayudaba a pasar desapercibidos por la noche. Se ató el cinturón con sus armas y decidió ir andando hacia el pueblo, era una noche fresca pero agradable, así que prefirió pasear antes que utilizar su piedra de traslado. Antes de llegar, sacó un mapa del pueblo y colocó el péndulo para que le dijera dónde estaba con exactitud el vampiro que estaba buscando. El péndulo empezó a moverse alrededor del mapa y finalmente se dejó caer en la esquina derecha. Judith lo guardó todo y se dirigió hacia allí, en concreto, a la calle adyacente al ayuntamiento. Desenfundó la pistola cuando percibió el olor agrio de los neófitos y caminó poco a poco por la calle sin hacer nada de ruido. Vio enseguida al vampiro pero cuando él se percató de que Judith estaba justo detrás suyo, echó a correr dando tumbos, pensó que quizás estaba herido porque sus pasos eran erráticos, eso le dio ventaja a la joven cazadora que pudo dispararle justo cuando giraba para ir por otra calle. Ella se le acercó corriendo y vio que el dardo le había dado justo en la espalda, haciendo que el neófito quedara tumbado en el suelo sin poder moverse. Entonces abrió la mano derecha y creó una pequeña esfera de fuego que colocó encima del cuerpo inerte del vampiro, se apartó un poco de él mientras observaba cómo las llamas devoraban al neófito hasta convertirlo en un montón de cenizas. Sonrió satisfecha por el trabajo bien hecho, ya que había podido vengar a la mujer que había sido atacada por aquel miserable vampiro.

—Sonreír después de asesinar es un signo inequívoco de psicopatía.

Se giró de inmediato y se topó de bruces con la sonrisa perfecta de Derek McKenzie. No estaba para juegos, así que lo empujó con fuerza contra la pared y le colocó la daga en el cuello mientras él la miraba entre divertido y sorprendido, ya que lo había pillado desprevenido.

—Me tienes en tus manos, venga, aprovecha. ¿O es que no eres capaz de hacerme daño?

Él esbozó una media sonrisa, seguía desafiándola con la mirada mientras ella lo seguía aprisionando contra la pared. Estaba a pocos centímetros de ella y podía sentir el pulso acelerado bajo la fina piel de su cuello.

—Mi padre te quiere muerto, así que sí, soy capaz de hacerte daño.

—¿Y por qué no lo haces? Por cierto, te felicito. Me has pillado desprevenido y has podido acorralarme, has sido rápida.

—También puedo ser muy rápida rebanándote la cabeza.

A él se le escapó una risa irónica, le hacía mucha gracia la seguridad que quería transmitir Judith en aquellos momentos cuando sabía, a la perfección, de que estaba más nerviosa que pinocho en un incendio.