Capítulo 14

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Judith llevaba veinte minutos lavándose con fuerza las manos, desesperada por quitarse la sangre de encima. Su sangre. La sangre de Derek. Los ojos le dolían de tanto llorar, habían pasado dos horas desde que habían atrapado a Derek. Una hora des de que había llegado a casa. Había estado diez minutos buscando desesperada a su madre para contarle lo que había pasado, pero estaba sola en casa. Y ya llevaba veinte minutos frotándose con fuerza las manos. Todo esto sin dejar de llorar, sin dejar de sollozar, sin dejar de pensar en la mirada vacía de Derek cuando se desmayó en el suelo.

Cerró el agua de golpe cuando escuchó la puerta principal abrirse para después cerrarse con un portazo. Se secó las manos, que las tenía ya limpias y salió del baño con la mirada fija en las escaleras esperando a la persona que acababa de entrar. Esperaba que fuera su madre, pero tan sólo se trataba de su padre que miraba a su hija muy orgulloso por lo que había hecho y que llevaba en su mano una tarjeta púrpura a la que Judith no prestó nada de atención.

—Te felicito, cariño. Te mereces un buen regalo por lo que acabas de hacer.

Él le tendió la tarjeta púrpura y ella la cogió sin tan siquiera mirarla. Tenía la mirada perdida en algún punto detrás de su padre, no quería mirarle a los ojos porque si lo hacía sería capaz de darle una paliza.

—No hace falta que me des las gracias —continuó él sin importarle el estado nervioso en el que se encontraba su hija—. Hacía días que entre mi equipo hablábamos sobre tus capacidades, te hemos estado observando y analizando. Y creemos, bueno, sé que serás la mejor cazavampiros de la historia, así que ha llegado el momento de dar un paso adelante y demostrarte lo mucho que confío en ti. Esta tarjeta violeta te da acceso a todas las plantas de la sede, incluida el área Zero —Judith desvió un poco la mirada hacia su padre, el haber capturado a Derek había servido para algo, al fin y al cabo—, por fin podrás saber qué hacemos allí y podrás participar en todo lo que quieras. Pero te pido que no entres tú sola la primera vez, cuando quieras entrar avísame y te acompañaré para mostrarte las instalaciones. Bueno, te dejo descansar que veo que estás cansada, que tengas buenas noches.

¿Cansada? Lo que estaba era devastada por haberle agujereado el estómago a Derek. Estaba preocupada por no saber si estaba bien o se había... no podía ni pensar en la posibilidad de que estuviese muerto porque aquello la mataría, estaba segura. Necesitaba pensar que aún estaba vivo, que estaría recuperándose en algún lugar, aunque las posibilidades eran mínimas.

Una solitaria lágrima se escapó de su ojo derecho y resbaló por la mejilla dejando un rastro húmedo por todo su rostro, se la secó y entró en su habitación para tumbarse en la cama e intentar dormir. Pero era inútil, no dejaba de pensar en él, en sus ojos, en su sonrisa y en cómo sus manos encajaron a la perfección durante la noche anterior. Le echaba de menos y aquello la tenía muy confundida. Jamás había sentido algo así y por supuesto nunca habría imaginado sentir algo tan intenso por un vampiro. Pero Derek era diferente y en tan sólo unos días había conseguido calar hondo en lo más profundo de su ser.

Una suave caricia la despertó cuando los rayos de sol ya inundaban su habitación, abrió los ojos de golpe deseando que fuese Derek, pero se trataba de Montse que había ido a ver a su hija después de una larga noche.

—Ma... má... —sollozó en brazos de su madre.

—Tranquila —susurró acariciándole la espalda—, todo irá bien.

—Por favor, dime que está bien, dime que está vivo y que se pondrá bien —sollozó con la voz entrecortada—, por favor... tiene que estar bien si no yo... yo...

Montse abrazó aún más fuerte a su hija mientras acariciaba sin cesar su despeinado cabello, quería decirle que estaba todo bien pero la realidad era que Derek, a pesar de que habían podido rescatarlo, estaba bastante débil.

Entre dagas y colmillos ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora