El día había amanecido oscuro y lluvioso, a pesar de ser verano, en la sierra había refrescado muchísimo. A Judith le daba pereza salir a la calle cuando llovía, prefería quedarse en casa con una manta viendo la televisión o leyendo un buen libro. Pero tenía unas obligaciones, a pesar de la lluvia debía salir de casa e ir a por los vampiros que atormentaban a los humanos del pueblo. Esta vez no se dirigía hacia Seyan, tenía que ir hacia Olló, un pueblo a unos treinta minutos de la mansión. Utilizó su piedra de traslado para ir hacia allí y en unos segundos apareció en el centro de la plaza del ayuntamiento de la población. Mientras iba andando cautelosa por las calles silenciosas de Olló, sintió un escalofrío recorriendo su espalda, el pueblo estaba muy tranquilo. Demasiado.
Vio unas luces rojas cerca de un edificio que parecía ser una fábrica abandonada, se dirigió hacia allí con una mano en la pistola y la otra preparada para crear una gran bola de fuego. A medida que se iba acercando al edificio, un fuerte hedor inundó sus fosas nasales, por el olor supo que no se trataba de un solo vampiro. Ni de dos, ni de tres. Delante de ella aparecieron diez vampiros dispuestos a acabar con su vida. Levantó la mano derecha y creó de inmediato una esfera de fuego que no dudó en lanzar hacia los vampiros, algunos se apartaron a tiempo pero otros quedaron calcinados y reducidos en un montón de cenizas. Estaba tan absorta en aquellos pocos vampiros, que no se dio cuenta de que diez vampiros más se le acercaban por detrás. De repente, estaba rodeada por un montón de vampiros que se le acercaban amenazantes, entonces empezó a disparar la pistola desesperada por acabar con todos ellos pero se quedó sin dardos enseguida. Temblando de terror, creó otra bola de fuego que no pudo lanzar, ya que uno de los vampiros se había acercado a ella por detrás y había tapado su nariz con un pañuelo blanco, haciendo que Judith se desmayara en el frío suelo de gravilla.
Los vampiros que quedaban vivos sonrieron con satisfacción al ver lo bien que había salido la emboscada, a pesar de que habían perdido a algunos compañeros. Uno de ellos cogió el cuerpo de Judith en brazos y cargó con ella durante todo el trayecto hacia la mansión de James, que los esperaba expectante. En cuanto vio que le traían el cuerpo de la joven bruja, casi gritó de felicidad, volvía a estar entre sus garras y estaba seguro de que esta vez no se escaparía. Cogió él mismo su cuerpo y lo llevó a la misma celda que la otra vez, le rodeó las manos y los pies con unos grilletes, iba a dejarla dormir hasta que se despertara unas horas después. Pero antes de salir de la celda, le cortó un buen mechón de cabello para mandárselo a su padre, así sabría que con James Valari no se juega.
Judith temblaba de frío, a penas podía moverse ya que algo aprisionaba sus piernas y brazos. Intentó abrir los ojos pero sentía tanta pesadez que no fue capaz, intentó moverse pero había algo que se lo impedía. Hizo un gran esfuerzo y al fin pudo abrir los ojos. Pasó de temblar de frío a temblar de miedo. La tenían encerrada en una celda y atada a unos grilletes que impedían que se pudiera mover con facilidad. Intentó crear magia pero de su mano no salió ningún tipo de esfera, suspiró abatida y se asustó cuando escuchó una risa tétrica muy cerca de ella.
—Buenos días bella durmiente, ¿adivinas por qué no has podido crear magia?
Levantó la mirada hacia James que la miraba con tanta perversión que le dieron ganas de vomitar.
—¿No tienes ganas de hablar? Ya hablo yo, no te preocupes —el vampiro abrió la celda y se sentó a su lado, mirándola aún con perversión —. Te durmieron con hibisco, su aroma puede hacer que una bruja pierda sus poderes durante un tiempo, estoy seguro de que ya lo sabías pero... me gusta informar igualmente.
—Suéltame —susurró aún sabiendo que James no la iba a soltar nunca, su única esperanza era Derek y dudaba que pudiese salvarla otra vez.
El vampiro se echó a reír con ganas, su risa era áspera, lúgubre, como la de un psicópata con ganas de matar.
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Entre dagas y colmillos ✅
VampireEn la OPEV tenían cuatro reglas inquebrantables: 1. Localizar y eliminar a cualquier vampiro. 2. No hacer distinciones entre hombres, mujeres y niños. Todos son unos chupasangre y deben ser eliminados. 3. Si se localiza al líder de algún clan vamp...