Capítulo 16

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Al día siguiente Judith se despertó temprano y bajó de dos en dos las escaleras, había tenido un sueño reparador y se sentía llena de vida. Estaba feliz y hacía mucho tiempo que no se sentía así. Cuando entró en la cocina vio que Derek estaba preparándose una copa de sangre que dejó a medio llenar cuando vio que Judith había entrado.

—¡Buenos días princesa!

Él se acercó y la rodeó con sus brazos. Se sentía el vampiro más feliz del mundo con ella en su vida y Judith se sentía la persona más feliz del planeta cuando estaba entre sus brazos. Cuando se separaron, Derek cogió su rostro entre sus manos y le dio un suave beso en los labios que la dejó con ganas de más.

—Oye... Derek —ella lo cogió de la camiseta y se lo acercó un poco más—, aún no hay nadie despierto.

El vampiro sonrió con picardía y colocó sus manos en las caderas de Judith para acercársela más.

—¿Y qué quieres hacer? —susurró él dándole un mordisquito en el lóbulo de la oreja.

—¡Venga ya! ¡Las cochinadas no se hacen en la cocina!

Dieron un respingo y se giraron hacia la puerta de la cocina dónde estaba Aitana tapándose los ojos con la mano. Judith se apartó de Derek con las mejillas sonrojadas y se fue de la cocina muerta de vergüenza. Siempre le había dado mucha vergüenza mostrarse cariñosa con alguien en público y que su nueva hermana, a la que no conocía, la hubiera pillado tonteando con Derek la avergonzaba a niveles máximos.

Después del incidente de la cocina, ninguno de los tres hizo ningún comentario al respecto, a pesar de que a Aitana de vez en cuando se le escapaba una risita cuando miraba a Derek o a Judith haciendo que ellos se ruborizaran llenos de vergüenza. Durante el día estuvieron hablando del plan, perfeccionándolo y detallando cada movimiento que tenían que hacer. A Judith le habían encomendado la misión de encontrar algún hechizo o algún elixir que los pudiera hacer invisibles y así entrar a los edificios sin ser vistos. Así que ella volvió a la mansión que aún era su hogar y se encerró en la biblioteca para investigar entre diferentes libros, encontró enseguida un elixir de invisibilidad que los podría ayudar al día siguiente. Se llevó aquel libro a la mansión de Derek y estuvo practicando todo el día hasta que al cabo de muchos intentos lo logró. Sólo faltaba crear mucho líquido para repartirlo entre los dos clanes, así que mientras los demás discutían todos los detalles, ella se encerró en la cocina para preparar litros de elixir.

Judith seguía mezclando las colas de lagarto con la esencia de vainilla junto con otros ingredientes apestosos, cuando Montse entró en la cocina sosteniendo un libro con cara preocupada.

—¿Cómo vas?

—Creo que ya llevo unos dos litros de elixir, todas esas botellas de allí ya se pueden ir repartiendo. ¿Qué es ese libro?

La mujer se sentó en uno de los taburetes de la barra de desayuno y dejó el libro abierto para que su hija le pudiera dar un vistazo.

—¿Qué sabes de esta espada? Recuerdo que Josep tenía una en la biblioteca.

Judith se acercó y con el ceño fruncido miró el libro. En una de las páginas había el dibujo de una espada con la hoja hecha de jade, en la página de al lado explicaba que la espada de jade era una poderosa arma hechizada. Su hechizo, que era incurable, hacía que cualquiera que se cortara con la espada, cayera en un profundo sueño y jamás se pudiera despertar.

—La espada de jade... —susurró—. Recuerdo que Josep me contaba historias cuando era pequeña, para mí esos cuentos eran como una nueva versión de la Blancanieves, ya que la protagonista siempre acababa sumida en un sueño eterno. Mamá, no recuerdo haber visto la espada cuando he ido esta mañana a casa, ¿crees que se la habrá llevado?

Entre dagas y colmillos ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora