Capitulo 9

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"La Manipulación solo prospera en los 

que dicen si  compusivamente a todo

y en los que son débiles a la hora 

de defender sus derechos"

Walter Riso 


La brisa estaba impregnada de olor a mar y el cielo parecía un manto de terciopelo incrustado de diamantes. Pero Clarke no prestó atención.

«Inténtalo otra vez». Habían sido las palabras de Lexa. ¡Bastarda cínica! Había contestado a todas sus preguntas hasta que salió con esa exigencia.

¿Pensaba que podía despojarla hasta llegar a sus más íntimos secretos? ¿Creía que una tarde de sexo le daba derecho a intentar saberlo todo sobre ella? ¿Para entretenerse?

«No estoy disponible, mi corazón pertenece a una mujer que no me aceptó. Pero nos vamos a entretener juntos, chica afortunada. ¿Eso era lo que decía a todas las mujeres? ¿Y ellas volvían a ella pidiendo más de lo mismo? Sinceramente, a veces se avergonzaba de su propio sexo.

Clarke apretó los dientes.

En ese momento oyó que alguien corría tras ella. Furiosa, se volvió con las manos en las caderas.

- ¿Me pones enferma. La mala fama de las personas se debe a gente como tú! —gritó a voz en cuello.

Pensó que ella se detendría. Tal vez que le respondería a gritos. O quizá que se reiría con prepotencia, como a veces lo hacía.

Sólo que ella no gritó. No se rió. No se detuvo.

A medida que la figura se apresuraba hacia ella en la oscuridad, Clarke empezó a presentir algo malo.

- ¿Lexa? - llamó, insegura.

La figura dejó de correr, pero avanzaba con paso rápido. Envuelta en las sombras podía ser cualquier persona. Aunque había algo amenazante en la forma en que se aproximaba a ella.

- ¿Lexa? - volvió a llamar.

La sombra se detuvo muy cerca.

- ¿Quién es Lexa? - inquirió Finn Collins, jadeante. Clarke respiró hondo. Finn dejó escapar una risa que le heló la sangre.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó mientras él se acercaba con aire fanfarrón.

- Te dije que no te dejaría marchar, pequeña. Te he encontrado. Tú eres mía.

El viejo y familiar terror pareció envolverla como una capa - No te debo nada - declaró con valentía.

- No es cierto. Ambos lo sabemos. Cuando fuiste a verme eras un insecto vestida con un uniforme que no te quedaba bien.

- Yo no fui a verte - protestó Clarke, olvidando por un instante su miedo ante la injusticia de esas palabras - Tú me cazaste.

- Yo te descubrí.

- Nunca pedí que me descubrieran. Me viste en la obra de teatro del colegio y no me dejaste marchar hasta que mis padres consintieron en permitirte esa sesión fotográfica.

- ¿No te arrepentiste, verdad?

- Tal vez debí haberlo hecho. Por tu culpa falté al colegio

- Y también ganaste mucho dinero.

Clarke guardó silencio. No podía negarlo. Su padre se había quedado sin trabajo. Sin quejarse, se había dedicado a buscar un nuevo empleo, pero todo el mundo sabía que no lo encontraría a causa de su edad. Las deudas se amontonaban y el dinero de la hipoteca se había acabado. Clarke, la joven de diecisiete años, ya había empezado a ganar dinero por las sesiones fotográficas.

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