Capitulo 2

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Clarke entró en el apartamento Estaba oscuro y silencioso.

- ¿Gaia? - llamó, sin muchas esperanzas. Pero no hubo respuesta. Bueno, era lo que esperaba. Echo estaba lejos, en las pistas de hielo ayudando a su amor en su entrenamiento.

Clarke fue a la cocina. Era el corazón del hogar en el que compartía. Allí se sentaban las tres y reían, discutían y hacían planes.

Todo estaba anormalmente limpio y ordenado. No había flores en la mesa. No había mensajes en la pizarra. Sin lugar a dudas, la única persona que había estado allí era la señora de la limpieza. Luego encendió la radio y abrió la nevera.

Muchas botellas de agua, un par de botellas de vino, un trozo de queso un poco añejo.

Clarke empezó a preparar café y cortó un trocito de queso. Realmente no tenía hambre, pero Echo siempre le preparaba algo cuando llegaba tarde. 

- Echo está con Bellami y Gaia con su Jordan en Oxford - dijo en voz alta - Y yo podría estar cenando con Wells y nos tomaríamos de la mano cada vez que una cámara apuntara hacia nosotros - se burlo de sí misma

Eso era mucho más frío que el piso vacío. 

- Hola, Peque ¿Cómo te ha ido en París? - preguntó a una silla vacía.

Luego rodeó la mesa y se respondió a sí misma.

- Como siempre, muy ocupada. Y mi ex agente no me deja en paz. Ultimamente parece que su única actividad es darme caza. ¡Maldición!

Clarke se desplomó en la silla y escondió la cara entre las manos. El teléfono empezó a sonar, pero ella lo ignoró. No había derramado ni una lágrima desde que Finn inició su campaña de persecución. Y en ese momento parecía que no podría parar de llorar.

Entonces se levantó de la mesa y buscó el rollo de papel de cocina. Odiaba compadecerse de sí misma. La hacía sentirse débil.

Otra vez sonó el teléfono.

- Bienvenida a casa, Clarke —dijo una voz que conocía demasiado bien a través del contestador automático.

Clarke se quedó inmóvil con el rollo en la mano. Sintió que se le secaban los ojos y la boca.

- Responde. Sé que estás ahí.

Lentamente dejó el rollo en su sitio. Le dolía la garganta y tragó saliva, sin apartar los ojos del teléfono y sin moverse.

- Vamos, respóndeme. No seas estúpida. Te he visto encender las luces.

¿Pudo verla? La ventana de la cocina estaba cerca. Lentamente Clarke retrocedió hacia la puerta y luego salió al pasillo sin ventanas. Podía oir su propia respiración.

- Vamos, contesta. Es necesario que hablemos y tú lo sabes. Vamos, atiende la llamada. Me lo debes.

Dicho así, parecía razonable. Sólo que ella sabía que no lo era, ni tampoco Finn, que había dejado de serlo.

Clarke se apoyo contra la pared, con las manos sudorosas. «jPiensa!», se dijo a sí misma.

- ¡Maldita sea! Yo te hice, zorra. Me perteneces - espetó con furia la voz a través del teléfono. Clarke lo apagó.

«Seguramente estaba esperando fuera, pensó con agitación, O tal vez la había seguido. No lo había visto al salir de la entrevista con Anya. Pero la mitad de las veces no lo veía. Solía aparecer entre la gente, sonriendo, pero con una mirada enloquecida. «Tú eres mía», decía entonces.

Como lo había dicho a través del teléfono,

Clarke miró a su alrededor. Nunca había sentido el piso tan vacío. Entonces tomó una decisión.

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