Capitulo 14

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Cuando salieron del bar, la llovizna había convertido las calles en un tapiz brillante de luces reflejadas. Lexa abrió una sombrilla negra y se acercó a Clarke, cubriéndolas a ambas de la lluvia. El sonido de las gotas golpeando la tela marcaba un ritmo pausado, acompasado con el eco de sus pasos en la acera.

Clarke, a pesar de llevar un abrigo grueso, temblaba. No estaba segura de si era por el frío o por el nerviosismo de lo que estaba por venir. Caminar juntas después de tanto tiempo, compartiendo una cercanía que solía ser natural, ahora se sentía extrañamente pesada. Un cúmulo de emociones se agitaba en su interior: enojo, amor, resentimiento. Ninguna de las dos quería ceder. Ninguna quería admitir que ambas habían fallado.

—Vamos a la casa de Echo —murmuró Clarke, sin mirarla.

Lexa asintió en silencio, ajustando la sombrilla para asegurarse de que la lluvia no las tocara. No había prisa en sus pasos, solo una tensión latente en el aire que ambas sentían, pero que ninguna mencionaba.

El camino hacia la casa se hizo más largo de lo que realmente era. Cada cuadra recorrida era una capa más de recuerdos acumulándose entre ellas, una barrera invisible que las separaba y las unía al mismo tiempo. Clarke sintió la necesidad de hablar, de romper el silencio, pero el nudo en su garganta se lo impedía.

Lexa, a su lado, mantenía la mandíbula apretada, su expresión tensa. No quería ser la primera en hablar. No quería admitir que, por mucho que intentara convencerse de lo contrario, regresar a Londres y verla de nuevo había removido todo lo que creía enterrado.

Cuando finalmente llegaron a la casa, Clarke sacó las llaves con dedos temblorosos y abrió la puerta. Lexa cerró la sombrilla antes de cruzar el umbral. El calor del interior las envolvió, pero no disipó la frialdad que se había instalado entre ellas.

—Voy a preparar té —dijo Clarke, más para hacer algo con sus manos que porque realmente quisiera beber algo.

Lexa asintió, observándola moverse por la cocina con una rigidez inusual. Su mirada se oscureció, la frustración acumulándose en su interior hasta que no pudo contenerla más.

—¿Realmente quieres cerrar esto, Clarke? ¿O solo quieres convencerte de que es lo mejor? —preguntó, con un tono más duro de lo que pretendía.

Clarke se detuvo por un segundo, sus dedos apretando el borde de la taza. Cerró los ojos por un instante, como si intentara recuperar el control de sus emociones.

—Tal vez ambas cosas —susurró, con la voz tensa.

Lexa dejó escapar una risa amarga y sacudió la cabeza.

—Por supuesto. Siempre tan decidida a enterrar todo y fingir que nunca pasó. Pero no puedes, Clarke. No después de todo lo que hicimos, de todo lo que destruimos juntas.

Clarke giró lentamente para encararla, su mirada llena de ira contenida. Porque ella había luchado cuanto pudo, porque Lexa fue quien comenzó a dejarla de lado años atrás, quien decidió convertirse en lo que su padre siempre quiso: la heredera perfecta, el símbolo de un linaje, alguien que sacrificó lo que tenían por el estatus de su familia.

—¿Y qué quieres que haga, Lexa? ¿Que me arranque el corazón y te lo entregue? ¿Que te diga que aún duele? Porque sí, duele. Duele cada vez que respiro, cada vez que te veo. Pero no cambia nada. —Clarke apretó los puños, su pecho subía y bajaba con respiraciones agitadas—. Lloré por ti días y días. Traté de luchar por nosotras, por lo que teníamos. Sé que cometí errores, errores enormes, pero intenté arreglarlo. Y tú... tú fuiste la que decidió alejarse. Fuiste tú quien abandonó todo lo que habíamos construido, quien huyó cuando las cosas se pusieron difíciles.

Lexa cerró los ojos un instante, exhalando con frustración, sus manos temblaban levemente antes de apretar los puños. Cuando los abrió, su mirada reflejaba una tormenta de emociones.

—No fue tan simple, Clarke. Tú piensas que lo abandoné todo, pero nunca viste lo que tuve que enfrentar. Mi padre... mi familia... esperaban que yo cumpliera con un deber que llevaba años sobre mis hombros. Pero mi padre falleció, y con él se fueron las pocas opciones que tenía. Al final, sí, hice lo que él quería, me convertí en lo que odiaba, en una condesa sin elección. ¿Acaso crees que fue fácil?

—¡No! —Clarke golpeó la mesa con ambas manos, sus ojos brillaban con lágrimas contenidas—. No fue fácil para ninguna de las dos, pero al menos yo no me rendí. Yo no me convertí en lo que juré que nunca sería. ¿Y sabes qué es lo peor? Que ahora tu padre estaría orgulloso de ti por haber mantenido ese maldito estatus.

Lexa apretó la mandíbula, sus ojos ardiendo con la misma mezcla de enojo y desesperación. Su respiración se volvió pesada, y sus manos se crisparon en puños temblorosos. La furia la consumía, no solo por las palabras de Clarke, sino porque en el fondo sabía que tenía razón. Nunca había querido esto. Nunca había querido ser la condesa que su padre imaginó.

—¡No hables como si supieras lo que siento! —espetó, su voz cargada de ira y frustración. Se apartó de la mesa bruscamente, su silla rechinando contra el suelo—. ¡Nunca quise esto, Clarke! ¡Nunca quise perderte! Pero no tuve opción. Nunca la tuve. Y sabía que tú necesitabas más, y yo no podía dártelo. Esa atención, esa dedicación... yo no podía.

Clarke no respondió de inmediato, su pecho subía y bajaba con respiraciones irregulares. Lexa se giró hacia la puerta, su cuerpo tenso, su mirada clavada en la salida como si fuera su única escapatoria.

Lexa la miró directamente a los ojos, sus lágrimas cayendo libremente por su rostro, pero su semblante permanecía serio, firme en su dolor. —Me arrepiento de muchas cosas, Clarke. Me arrepiento de no haber luchado por ti. Porque aunque los años pasaron... aún te amo.

Antes de que Clarke pudiera decir algo, Lexa cruzó la puerta y la azotó tras de sí, dejando atrás el eco de sus propias palabras.

El silencio que siguió fue ensordecedor.

***

Lexa caminaba bajo la lluvia, sin rumbo fijo, sin pensar en nada más que en el torbellino de emociones que la consumía. Su respiración era errática, su corazón latía con fuerza contra su pecho. El agua empapaba su ropa, pero ella apenas lo notaba. Solo podía escuchar el eco de la discusión con Clarke, las palabras que habían salido con tanta rabia y dolor.

Su confesión había sido real, pero ahora sentía que la había perdido para siempre. Siente un vacío.

Con la vista baja y los pensamientos revueltos, Lexa cruzó una vereda sin notar las luces que se acercaban a toda velocidad. En un instante, un destello la cegó. El chirrido de los frenos perforó el aire, seguido por un impacto brutal.

El impacto fue devastador. Lexa salió despedida hacia el parabrisas, su cuerpo estrellándose contra el cristal con un crujido seco. La fuerza del golpe lo hizo estallar en mil fragmentos que se clavaron en su piel antes de que su cuerpo fuera lanzado de nuevo al asfalto, rodando sin control hasta impactar violentamente contra un coche estacionado.

El dolor era absoluto, lacerante. Un ardor abrasador le recorría el costado, mientras el sabor metálico de la sangre inundaba su boca. Trató de moverse, pero su cuerpo no respondía. Apenas podía respirar, sintiendo la calidez pegajosa de la sangre que fluía libremente de múltiples heridas, empapando el suelo bajo ella.

Sus ojos parpadearon débilmente, viendo destellos de luces, sombras moviéndose a su alrededor, gritos distantes. Todo se volvía borroso, como si el mundo se estuviera alejando de ella. El frío comenzó a instalarse en sus extremidades, y la conciencia se deslizaba lentamente hacia la oscuridad.

El último pensamiento que cruzó su mente antes de perderse en el abismo fue un nombre:

Clarke.

***

Perdón la tardanza pero aquí está

El final está por llegar 🫣

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