Capitulo 1

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Cuando Clarke Griffin entró, la espaciosa y animada sala llena de gente quedó en silencio. En esos días solía suceder. Los presentes no hacían más que retener el aliento, pero era una reacción más elocuente que un redoble de tambores. Era como un mensaje «La reina está aquí. O se le ama o se le odia».

«Eso es lo que soy ahora», pensó Clarke. «La reina de este pequeño mundo».

Podía sentir las miradas. Y la expectación que la presionaba. Durante un instante, apenas pudo respirar.

«Nunca desilusiones a tu público».

Así que Clarke Griffin movió la cabeza para realzar su maravillosa melena Rubia, entornó los famosos ojos y sonrió al silencio que la rodeaba.

Ese silencio había empezado cuando Anya Noher la eligió para presentar las campañas internacionales. Por segunda vez en el año había aparecido en la portada dé la revista mensual Elegance y la corona quedó asegurada. Todas las modelos de la sala estaban verdes de envidia, y muchas la odiaban por eso.

Clarke cuadró los hombros instintivamente.

- Hola - saludó en general.

Pero de pronto todo el mundo había vuelto a sus actividades. Unas modelos se ajustaban la ropa del diseñador, otras se balanceaban sobre altísimos tacones, otras se concentraban en el peinado y otras en el maquillaje. Una o dos mujeres que habían sido sus amigas antes de convertirse en reina le devolvieron la sonrisa. Pero nadie habló.

Aunque la estancia parecía un horno tras el hielo y el granizo de las calles, Clarke sintió que se le helaba hasta el corazón.

«Ten cuidado con lo que deseas porque puedes conseguirlo». Bueno, ella lo había deseado. Y lo había conseguido.

Todo había comenzado años atrás, cuando se presentó a la selección de aspirantes a modelo. Entonces tenía diecisiete años. Y había creído las palabras de Finn Collins

- Niña, tienes dotes naturales. Puedo hacer de ti una estrella.

Y por supuesto lo había hecho. Era una estrella. La reina de las pasarelas. Sacerdotisa de los fotógrafos. Finn nunca le dijo cuál sería el precio.

Durante un instante recorrió con la vista la habitación llena de mujeres que se negaban a saludarla, Clarke se encogió de hombros. «Es el precio del éxito», pensó con cinismo mientras se abría paso entre ansiosas ayudantes y percheros donde colgaban los vestidos.

Durante más de cinco años, había navegado por el caótico espacio de entre bastidores durante las presentaciones internacionales de modelos. Y sabía hacerlo.

- Has llegado - dijo diseñador- Te he llamado varias veces ¿Es que no sueles contestar al teléfono?

Era su primera gran presentación.

Relájate, Wells. No suelo defraudar —declaró. Y era cierto. Era casi lo único de lo que se enorgullecía en su vida—. Voy a hacer que te sientas orgulloso de mi.

Consecuente con su palabra, dio el espectáculo de su vida en la pasarela. Una depredadora cubierta de sedas en busca de presa.

El desfile arrancó una ovación. El diseñador reunió a las modelos a su alrededor y dejó escapar unas lágrimas de emoción.

Clarke apoyó la cabeza en su hombro. La cascada de cabellos rubios se derramó artísticamente sobre la chaqueta de cuero de Wells. Todo parecía espontáneo, amistoso, incluso afectuoso. Y hacía las delicias de los fotógrafos.

Todo salió como se había planificado la noche anterior entre el personal de relaciones públicas, los publicistas, Wells...

¿Espontáneo? ¡Vaya broma!

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