Capitulo 8

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Tras la conversación, el día se ensombreció para ella.

Sin embargo, no demostró su dolor ante Lexa. Se volvió a tumbar ocultando la cara para que no viera sus ojos demasiado brillantes y le pidió que terminara de aplicarle la crema en la espalda. Mientras Lexa lo hacía, todo el tiempo rió y bromeó con ella.

Terminaron por hacer el amor nuevamente. Lexa estuvo apasionada, atenta, absorta en ella. Todo lo que una mujer podía desear. Pero cuando se durmió sobre su pecho, Clarke contempló las nubes y deseó estar en cualquier otro lugar del mundo.

Más tarde, se separó de ella. Su ropa estaba en la playa. Se puso la parte inferior del bikini, pero no pudo encontrar el sujetador, así que se cubrió con una playera colgada que encontró de Lexa. Clarke se estremeció al sentir el contacto de la tela en la piel.

A pesar de las nubes, hacía más calor. La brisa ya no era fresca. La luz del sol brillaba demasiado. Le dolían los ojos.

«Debo irme», pensó.

De pronto sintió ese deseo como una necesidad física. Pudo sentirlo en la piel, en los huesos, en la sangre, donde Lexa la había tocado. Tenía que huir de ella, estar sola, aunque fuera por un rato. Tenía que encontrar el modo de enfrentarse a esa nueva angustia.

Le dio la espalda a la playa donde había reído, al mar donde había jugado, a la barca donde Alexandria Woods la había llevado al paraíso.

Clarke echó a correr hasta que de pronto, tras sortear unas rocas con dificultad, se encontró en otra playa de aguas prístinas. Entonces se dedicó a pasear por la orilla del mar.

Así que Lexa quería a otra mujer. La amaba de verdad. Bueno, ¿qué le importaba a ella? No...Sólo hacía treinta y seis horas que la conocía. Y la mayor parte del tiempo se había peleado con Lexa

«Vamos, has pasado por cosas peores que ésta. Finn te trató mal y te manipuló hasta hacerte perder la estabilidad emocional. Y venciste. También podrás salir vencedora esta vez».

«Pero Finn no me rompió el corazón». Clarke se paró en seco. ¿Significaba que Lexa podía hacerlo? ¿O que ya lo había hecho?

Ridículo. Pero no lo era. Era horriblemente cierto. Clarke cerró los ojos. De pronto oyó que la llamaban a voces.

Clarke se volvió. Lexa se acercaba a ella. Todavía estaba muy lejos para ver su expresión, pero parecía preocupada.

Tras enderezar los hombros, alzó una mano en señal dé saludo. Como si le alegrara verla después del apasionado encuentro amoroso. «Sonríe a la cámara», pensó mientras ella se acercaba.

Intentó estudiarla desapasionadamente, pero al hacerlo sintió que se le secaba la boca. ¿Por qué era tan atractiva? Porque lo era. Y no era la única mujer que reconocía ese hecho.

- Pareces muy seria - comentó ella cuando estuvo a su lado

- Estaba pensando.

- ¿Eso es todo? - preguntó al tiempo que la rodeaba con un brazo

Luego pasearon por la orilla del mar. Clarke apoyó la cabeza en su hombro para ocultar los ojos.

- ¿Las has visto? - preguntó con fingida alegría al tiempo que indicaba unas brillantes mariposas que danzaban entre los arbustos.

- Esos arbustos son acacias. Tienen unas espinas como dagas —explicó Lexa.

- Eso parece - dijo ella, sin entusiasmo.

Lexa se paró en seco y buscó su mirada.

- ¿Qué pasa, cariño?

- Nada. Tal vez he tomado demasiado el sol. El ambiente está muy bochornoso, ¿no crees?

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