Quiéreme por favor

33. Remordimientos

Cuando despierto Bledel ya no estaba, pero la sensación de calidez que me recordaba que estuvo allí me calentó el alma. Había dejado una nota con un "gracias por cuidarme", escrito con bonita caligrafía y una sorpresa. Un bosquejo en el lienzo que había sacado para pintar y que al final no hice porque el apareció. Lo que me hace pensar que estuvo husmeando allí. A pesar de todo lo que ocurrió, fue una noche diferente, y me hizo olvidar del agobio que no puedo evitar sentir con la boda de Adam.

Suspiro porque no pude preguntarle si quería acompañarme a la ceremonia de la madre de Cand. Pensándolo mejor no creo que hubiera sido oportuno después de lo sucedido. Supongo que podré hacerlo cuando lo vea. Hoy no tengo clases con él, pero puedo buscarlo en su oficina a la hora del receso.

Percibo golpecitos en la ventana y al asomarme es ella que está tirando piedrecillas. Sonríe y se alza de hombros cuando la abro y me asomo para agarrarla en su fechoría.

―Sí se llega a romper la vas a pagar ―grito y ella ahora se encoge de hombros.

―¿Ya estás lista?

―Sí, recojo mi maletín y bajo ―aviso y seguido me apuro en hacerlo.

Bajo después de asegurar la puerta. Ella me espera paciente y lo primero que hago es contarle lo sucedido.

―Dios santo, tuvo que haber sido terrible.

―Lo fue, pero Abraham se portó como un caballero con armadura.

―Diantres, creo que estás flipando, ¿y ya le llamas Abraham?

Cand de verdad hace que me avergüence con lo que parece una ligereza de mi parte, al familiarizar hasta el tuteo con un profesor.

―Tonta.

Y como siempre se ríe de mí. Después saca un cheque y me lo entrega.

―Llévaselo a Gavin y haz que lo acepte.

―¿Y por qué no se lo entregas tu misma?

―Porque no quiero, tampoco verlo. Es embarazoso y solo deseo olvidarme de ello ―se queja empujando el cheque en mi mano.

Lo tomo a regañadientes y lo guardo en mi maletín.

―Está bien, pero que hay de lo de la boda, ¿también quieres que le pregunte si quiere ir?

―Sí, pero dile que es mi madre quien lo exige.

―Sí que eres tonta Cand, y jamás pensé que lo fueras.

―Muy graciosa.

―Está bien ―digo y caminamos hasta su auto.

―Te dejaré en la academia ―anuncia de repente.

―¿No vas a ir?

―No, te pediría que vinieras conmigo, pero no lo harás.

―Tengo clases y trabajo.

―Y también quieres ver a Abraham ―se mofa a gusto de mí.

No puedo evitar sonrojarme.

―¡Ay, ya basta!

―La tonta eres tú, si te está empezando a gustar, no lo sueltes y quédatelo.

―¿Es un consejo? ―pregunto con un poco de sorna.

―Es lo mejor que puedo decirte, cuando quieres algo solo lo tomas y te adueñas de él.

―Bledel no es un objeto ―digo poniendo los ojos en blanco mientras ella parece caer en cuenta de algo.

―Tienes razón ―aduce con un deje de melancolía en el rostro.

―Por qué presiento que tratas de decirte eso a ti misma.