―¡Suéltame maldito imbécil! ―grita el hombre rabioso removiéndose para escapar, pero él le tiene aferrado.
Eso me espabila y vuelvo a enfocarme en lo que está pasando. Descubro con alegría que no he sido yo quien recibió la bala disparada. Pese a sus exigencias Abraham no le suelta y le mantiene aferrado hasta que más gente llega y logran agarrar al viejo borracho, a quién el golpe de su compañero le había dejado desorientado.
―Ya puedes soltarlo ―dice el hombre del perro mientras otros dos agarraban al viejo ladrón.
Salgo de mi estupor y voy con él.
―¿Estás bien? La... bala... ―barboto atolondrada y me quedo callada al notar que alguien pudo recibirla, y no ha sido el otro ladrón.
―Estoy bien ―responde sentándose.
Recoge sus lentes, pero estos se han roto. Me fijo en que le brota sangre por el labio, se le ha empezado a hinchar por el golpe. Le ayudo a ponerse en pie tratando de descubrir si le han herido.
―Creo que esto no salió bien.
―Eso no importa. Lo que importa es que estás bien. Dios, creí que te había disparado ―digo abrazándole fuerte y sintiendo como el alma me vuelve al cuerpo porque no le pasó nada.
La policía llega y les entregan a esos dos hombres. Después de requisarlos le devuelven el dinero que le dio Abraham y nos hacen preguntas sobre hacer una denuncia. Sin embargo, él dice que no lo hará. Los policías se miran entre sí, pero igual se los llevan porque son ladrones que vienen del sur y ya les tienen fichados.
Luego de dar todas las preguntas, la patrulla nos deja en mi piso y le llevo conmigo para curarle la cara. La camisa se le ha manchado de sangre así que le pido que se la quite para lavarla. Se niega al principio, pero luego obedece. Es así como se queda en ropa interior mientras echo su ropa a lavar. También me quito la mía y me quedo en pantaloncitos y una camiseta vieja de dormir.
Me siento frente a él en la cama y luego de descubrir su rostro echando su cabello hacia atrás, procedo a limpiarle la herida, para luego ponerle hielo y que le baje la hinchazón.
―Gracias por cuidarme.
―Un caballero debe proteger a su dama cuando está en apuros, no hice nada del otro mundo.
―Ya esos casi no existen así que si has hecho algo excepcional. ―Sonrió al decir eso. Él también y luego se queja porque le duele. Bajo de la cama y toma mi mano deteniéndome―, voy por hielo, ya vuelvo ―explico y suelta mi mano.
Regreso con varios cubos envueltos en un pañuelo y se la coloco en el labio y la ceja derecha. Al principio vuelve a quejarse de dolor, pero luego se queda quieto observando cómo le aplico el hielo a intervalos sobre el labio magullado.
―Yo debo darte las gracias por cuidarme.
―Es lo menos que puedo hacer ―digo.
Él acerca su mano a mi mejilla y me acaricia despacio. Cierro los ojos sintiendo la delicadeza de sus dedos delineando los contornos de mi cara, de mi nariz, de mis labios. Me hacen pensar en mi primera sesión con Leroux, y me llevan a anhelar la siguiente.
Escucho su respiración y la mía se agita también, luego deja de hacerlo y abro los ojos. Los suyos están fijos en los míos, mostrándome un deseo que parece desnudarme hasta el alma. Me inclino y le doy un besito en la parte magullada y que está fría por el hielo. Después me aparto.
―Creo que eso no es apropiado en tu condición.
―Solo tengo el rostro magullado.
―No es cierto, también te golpeó en las costillas, tal vez...
―Estoy bien ―dice cortando mis palabras.
―¿Estás seguro? ―pregunto.
―Completamente dice dejándose caer sobre la almohada.
Mi sonrisa vuelve, y esta vez es un poco por la excitación. Me acomodo a su lado sentándome sobre mis rodillas y le sigo aplicando el hielo. Pone su mano sobre la mía mientras lo hago, y justo en ese momento la lavadora avisa que ya terminó su ciclo.
―Debo ir a sacar la ropa, o no tendrás nada que ponerte para salir en la mañana ―digo y bajo de inmediato de la cama yéndome de allí.
Cuando estoy en el pequeño espacio donde lavo la ropa no puedo evitar sentir otra vez esa excitación, junto con una sensación de familiaridad que me causa cosquillas en el vientre. Recordando que no le mentí cuando le dije que había cosas que nunca había experimentado. Y no culpo del todo a Adam porque a la final era yo quien estaba aferrada a sus migajas de cariño.
Sacudo eso de mi cabeza, cuelgo la ropa y vuelvo a la cama. Me acuesto a su lado mirándole de frente y sigo colocándole el hielo.
―Ya es suficiente ―dice deteniendo mi mano.
―¿Seguro?
―Estoy más que bien.
―Creo que es un gran susto que nunca olvidaré y has sido muy valiente. Te llevaste la peor parte, así que esta noche déjame cuidar de ti.
―Me conformo con que duermas a mi lado y me des un poco de tu calor.
―¿Nada más? ―pregunto y me echo a reír.
Él también y se queja del dolor en el costado de su cara. Pienso que mañana se verá un poco feo, pero creo que por esta noche podemos olvidarlo. Eso pienso y luego de quitarme la camiseta me recuesto junto a él. Su mano rodea mi vientre pegándome a su pecho, y la calidez que emana su piel y su aliento, me hacen pensar que es él quien me dará calor a mí.
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Quiéreme por favor
Fiksi UmumElia es una chica joven que estudia artes y trabaja como modelo artística para pagar sus gastos. Está enamorada de Adam; y sabe que es un amor no correspondido, algo que él le ha dejado claro; sin embargo, hay algo que los mantiene juntos y a ella l...