El suave andar de unos pasos en el limpio y reluciente piso de madera fue suficiente razón para despertarlo.
Metió las manos debajo de su almohada hasta palpar las navajas que ahí guardaba.
Sus ojos azules refulgían cual bestia nocturna.
Pensó en que no era para nada descabellado que algunos de los criminales que les dieron caza hacía unos días, se las hubiesen arreglado para encontrarles muy a pesar de que Kid y él rodearon los caminos durante cuarenta y ocho horas consecutivas para despistarles.
La puerta de su habitación rechinó ligeramente en tanto alguien la abría, de modo que se preparó para atacar cuando fuese necesario.
¿Quién habría irrumpido en la casa? ¿Cuántos eran? ¿Kid estaba alerta del otro lado de la pared? Maldecía las circunstancias porque sabía que los ancianos serían presa fácil si alguien llegase a ellos antes que nadie.
«(Tn)... maldita sea... ¡(Tn)!» Pensó, dado que la niña de doce había cesado de dormir con sus padres hacía casi dos años.
Ahora se arrepentía por haber anexado cuatro habitaciones a lo que antes fuera una pequeña choza a punto de derrumbarse. Se planteó que Kid y él habrían estado mejor durmiendo en un salón de estar en cuyo espacio también se situase la cocina junto a la entrada de la casa, y no en recámaras separadas tal como lo era el caso de los residentes de esa morada.
Se increpó también por ese ático y la granja que había construido con Kid. Ambos aportaron su mano de obra, desde luego, aunque también pagaron a varios hombres de las villas aledañas —que antes fueran pescadores—, para que el proceso fuese mucho más acelerado.
El negocio de robar armas y venderlas al mejor postor iba muy bien, mucho más el oficio de asaltar a todos esos carruajes de familias que se hicieron ricas por la vía corrupta. Pero nada era mejor que robar de esos autoproclamados «nobles» que no eran más que criminales.
Tenía muy en cuenta la posibilidad de que cualquiera de esos tipos les hubiesen encontrado, y, que no tendrían escrúpulos con una niña y un par de ancianos enfermizos al momento de ajustar cuentas.
Apretó los párpados con su mente puesta en (Tn).
Ella era su pequeña adoración; eso que lo mantenía con los pies en la tierra, aquello que lo ayudaba a conservar intacta su calidez y humanidad. Ya se habría perdido a sí mismo de no ser por esa niña que derretía su corazón con su tierna voz y esa sonrisa cargada de inocencia.
Killer sabía bien que (Tn) se había convertido en su única debilidad, y se juraba matar de la manera más cruel y despiadada a quien se atreviese ponerle una mano encima. No sería la primera vez que se manchase las manos; ya lo había hecho por Kid, a quien amaba como a su propia sangre.
Su corazón empezó a acelerarse debido a la adrenalina que recorría por sus venas.
Comenzó a plantearse la forma de matar al intruso y a cuantos le acompañasen. Lo haría todo de la manera más silenciosa posible. No alertaría a los ancianos y tampoco permitiría que su niña lo viese cometiendo tales atrocidades.
—Kiki... —escuchó repentinamente. La vocecita aniñada sonó muy suave, casi como en un susurro suplicante.
El semblante de Killer se suavizó adoptando un gesto sonriente. Exhaló con alivio. Su paranoia le había jugado una mala broma pero sabía que no estaba de más el permanecer siempre alerta.
Dejó sus navajas debajo de la almohada y se sentó permitiendo que la sábana blanca se le resbalase hasta la cintura. No usaba camisa, ya que como lo usual, dormía sin nada más que unos bóxers holgados.
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Aye, captain! ━━ [En curso] 《26》
FanfictieEustass Kid x Lectora x Killer No hay resumen, mejor pásense a leer esta loca historia llena de comedia, romance, drama y otras cosillas. No recomendada para menores de 18.