Mis ojos estaban hinchados y la garganta me picaba, quería largarme a llorar y olvidarme de todo eso. Ya era tarde, tenía puesto el vestido ceremonial y viajaba en un carruaje para contraer matrimonio con un hombre al que no conocía.
El ramo de flores ya daba pena, mis manos temblorosas se habían encargado de casi destruirlo. Y en cuanto al vestido, la tela era tan áspera que rozaba sin parar mis alergias y estaba hecho sin duda para alguien más delgada que yo.
Había intentado todo tipo de cosas para hacerle tiempo a Conrad, desde fingir que estaba indispuesta, culpar a mis alergias e incluso escapé por la ventana de mi habitación, lo que terminó en una ridícula persecución por el jardín, donde sentí que era libre hasta que los guardias me detuvieron.
Eso ya no importaba, mi nuevo plan era fingir un desmayo cuando estuviera sobre el altar o salir corriendo y empujar a los invitados para escapar. Sonaba bien, quitando el hecho de las docenas de guardias que estaban en la puerta y en los alrededores de la iglesia.
Lo que no esperaba era encontrar a Conrad en una esquina de la iglesia. Su apariencia me alarmó, pero no pude acercarme. De lejos noté que su ropa estaba sucia y le hacía falta un zapato. El cabello negro se pegaba a su frente por el sudor y sus ojos buscaban como locos a alguien entre la multitud hasta que me encontró.
Por un momento me llené de esperanza y de felicidad, pero todo cambió cuando me cercioré de que estaba solo. Para terminar de matar todo rastro de esperanza, movió la cabeza negando y en su rostro pude ver impotencia y frustración. No había encontrado la posada y mucho menos a mi hermana.
No pude dar ni un paso más y dos guardias me tomaron de los brazos, obligándome a entrar a la iglesia. En todo el camino mantuve la mirada baja y me centré en mis zapatos blancos. Me había costado casi toda una vida hacerme la idea de que iba a ser la esposa de Tim y que este horroroso momento no iba a pasar, sino dentro de mucho, mucho tiempo.
Al llegar al altar, mi mente revivió aquellas historias de dragones que Cassian me contaba, me concentré en esos recuerdos y no le puse atención a nada más. La voz del sacerdote solo era un sonido lejano, un recordatorio de todo lo que estaba pasando, un recordatorio de que no pude huir de mi destino.
Estaba resignada y lo único que podía hacer era rascarme la parte expuesta de mi muñeca, que estaba repleta de ronchas. Apenas sentí cuando los labios de Seth se posaron en los míos y me quedé quieta como una muñeca. Al salir del lugar, los gritos y los aplausos me ensordecieron y dejé que Seth me tomara de la cintura con posesividad para subirme a uno de los carruajes.
Me resultaba normal que mis padres no estuvieran en la ceremonia, en especial por lo apresurado que fue todo y porque, de seguro, estarían muy contentos con sus cosas nuevas como para venir a verme. Aun así, me mantuve con la cabeza pegada a la ventana del carruaje para no mirar a Seth.
—¿Se puede saber por qué te resulta tan desagradable ser mi esposa?
Levanté la vista y lo vi directo a los ojos. Por primera vez me fijé que llevaba puesta su armadura, que lo hacía ver mucho más musculoso y alto. Su cabello iba atado en una coleta y se había recortado un poco la barba.
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Al Caer Su Reino ©
FantasíaElla creció escuchando historias sobre las bestias, ahora está atrapada en las garras de una. A pesar de ser la hija rebelde, Geraldine tenía toda su vida planeada: un maravilloso prometido, las tierras de su padre aseguradas y un futuro próspero. ...