—Quiero que te prepares, te tengo una sorpresa.
Se levantó de la cama y se puso sus pantalones sin dejar de verme. No le puse atención y me cambié en silencio, los vestidos rojos ya eran casi un uniforme que debía usar sin un motivo en específico.
El desayuno transcurrió con normalidad y por primera vez, su compañía no me resultó tan incómoda. Estaba actuando como una persona normal y hasta me llegué a reír de un par de chistes que dijo sobre la comida. Después de todo, tal vez sí estaba poniendo de su parte para hacer nuestra relación más llevadera.
—Llegó la hora, espero sorprenderte con lo que tengo preparado.
Me sacó casi a rastras del comedor y ya en el pasillo lo único que podía escuchar eran nuestros pasos y la queja de mi estómago por la poca comida. Sumado a eso, no tenía ni idea de cuál era su sorpresa. La idea de que me daría mi propio espacio para pintar vino a mi mente y me emocioné.
—Es todo tuyo, espero que te guste.
Entré entusiasmada y al ver el mar de libros tuve que parpadear varias veces.
—¿Es una biblioteca? —pregunté con desconfianza.
Y mi mente se iluminó de nuevo. Él sabía que amaba las historias de dragones, quizá los libros se trataban de eso o de algunos cuentos místicos.
—Es un espacio para que estudies. La mayoría de los libros son de etiqueta y de las cosas que debe saber una dama. Tú dirás si quieres empezar hoy o mañana, de todas formas la institutriz ya está aquí.
—No sé qué decir.
¿Me estaba diciendo vulgar? Sí, sin duda. Me sentía humillada y un extraño calor subió a mis mejillas debido a la mezcla de vergüenza y enojo. Además, comprobé una cosa: él era igual o peor que mi padre.
—No tienes que agradecerme, la abuela me dio la idea.
La cara de la vieja que me había recriminado al no cumplir bien con mi función como esposa apareció en mi mente. Sabía que no se iba a quedar de brazos cruzados y menos con mi pequeño escándalo en el baile.
—Creo que me iré a recostar —dije conteniendo la rabia. Si no quería gritarle, lo más sensato era escabullirme a mi habitación.
—Bien, tengo unos asuntos que atender, nos vemos en el almuerzo.
Su boca atacó la mía en un beso largo, mucho más largo que cualquiera.
Cuando nuestras bocas se cansaron y él estuvo satisfecho, se separó por fin y se fue con una sonrisa en la cara.Ya en soledad, tiré al suelo todos los libros de una fila de la estantería. Iba a volverme loca, de eso estaba segura. Me apresuré a irme para buscar un poco de tranquilidad y no me detuve a saludar a Fiorella. Ella estaba con Allan y no se percató de mi presencia.
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Al Caer Su Reino ©
FantasíaElla creció escuchando historias sobre las bestias, ahora está atrapada en las garras de una. A pesar de ser la hija rebelde, Geraldine tenía toda su vida planeada: un maravilloso prometido, las tierras de su padre aseguradas y un futuro próspero. ...