31♔ • Halcón

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Tarek se levantó tambaleante y buscó unas piedras en el suelo

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Tarek se levantó tambaleante y buscó unas piedras en el suelo. Quería preguntarle qué pasaba, pero ese infernal sonido estaba a punto de lograr que me pusiera a llorar por el dolor.

Tiró las piedras hacia las ramas de un árbol con fuerza y después de varios intentos, un hombrecito se resbaló y cayó entre un par de arbustos. El sonido cesó, aunque el dolor de cabeza estaba lejos de desaparecer.

—¿Qué es? —Me levanté y acepté la mano que Tarek me ofrecía.

El causante de ese horroroso sonido no estaba solo, varios dragoncillos daban vueltas a su alrededor, igual de mareados que nosotros.

—¡Eso dolió! —gritó el enano y tocó una herida que tenía en la frente.

Su cabello verde y sus ojos del mismo color eran de lo más peculiares. Me resultaba muy familiar, ya lo había visto en algún lado, era imposible olvidar ese color de cabello.

Tarek le quitó la flauta al enano y también una pequeña espada que escondía en su camisa. Él comenzó a soltar todo tipo de insultos que me hicieron reír.

—Hay más —dijo Tarek—. Ricitos, no lo pierdas de vista.

Me dio la espada y apunté a su nariz roja. El enano tragó saliva varias veces y miraba a todas partes como loco.

Quería ver esa flauta con la que controlaba a los dragones, pero le puse de nuevo atención a Tarek al escuchar un forcejeo.

No vi en qué momento salió una persona de los arbustos. Se trataba de una mujer rubia que le dio una mirada colérica al enano. Luego sacó dos dagas y se lanzó sobre Tarek.

Ella también me era familiar, fue entonces cuando los reconocí. Era la pareja que las visiones del fuego nos enseñaba, el mismo par que viajaba por el bosque rodeados de dragones.

La chica era rápida, muy rápida y supe de inmediato que debía ayudar a Tarek si queríamos salir vivos de esta. Los cortes que dejó en sus brazos no eran profundos, pero me sorprendió ver que él no usaba sus escamas para protegerse.

—¡Me lastimas!

Los gritos del enano me alertaron. Por estar viendo la pelea, casi le cortaba la nariz con la espada.

Tarek aprovechó que la rubia se distrajo con las quejas de su compañero y le dio un empujón, haciendo que perdiera el equilibrio. La pobre rodó colina abajo mientras trataba de aferrarse a algún árbol para frenar la caída.

—¡Denisse! —gritó el enano y de un empujón me mandó al suelo. Me tapé la cara por impulso ya que la espada estaba a su merced. Sin embargo, no se molestó en atacarme, dejó tirada el arma y fue corriendo tras su compañera.

—¿Qué demonios? —Me acerqué a Tarek para ver sus heridas—. ¡Están locos!

—Querían recuperar esto —Me enseñó la flauta y después me atrajo a él—. Debemos irnos antes de que regresen.

Al Caer Su Reino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora