24♔ • Familia

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—No te muevas, podemos escapar si esperamos y

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—No te muevas, podemos escapar si esperamos y...

Corrí sin pensarlo para tomar la bolsa con todas nuestras cosas y esconderme entre las raíces. Las palabras de Tarek quedaron en el olvido, solo quería escapar de esos pájaros horrendos.

Sin embargo, fui incapaz de llegar al refugio. Una de esas aves me derribó y parte de su vómito cayó sobre mi cara. Comencé a gritar, llamando la atención de sus compañeras y también se lanzaron sobre mí. Una enredó su pata en mi cabello y estuvo a punto de picotear mi cara, pero algo la detuvo.

Un dragón negro saltó sobre ellas y me las quitó de encima. Cuatro de esos pájaros nos rodearon y pude jurar que el dragón tenía cara de enojo. No me levanté, corría el riesgo de lastimarme con una de las alas de Tarek por lo que solo me hice bolita debajo de él.

Las aves retrocedieron y eso me motivó a levantarme con una cara de triunfo. Reí en silencio, esos pajarracos ya no eran tan valientes ahora, no frente a un dragón el doble de su tamaño.

—Andando —dije e intenté subirme al lomo de Tarek. Él pareció molestarse más con eso y me apartó de golpe. En medio de gruñidos, cerró sus garras en mi cintura—. ¡Oye! Ten más cuidado.

Mis protestas quedaron en el olvido. Las montoneras aves regresaron y esta vez eran más de veinte.

La primera se lanzó con una velocidad impresionante a mi dirección y Tarek la derribó con facilidad. Sus garras golpearon el pico del animal y este ya no se movió más.

Esos malditos pajarracos parecían aprender de sus errores, ya que atacaron de nuevo, pero esta vez en grupo.

El agarre en mi cintura fue más fuerte y mis pies dejaron de tocar la tierra. Nos elevamos un poco y cerré los ojos ante el destello de luz. Dos pájaros totalmente quemados cayeron al suelo y el olor que desprendían no era del todo desagradable, más bien olía a una deliciosa cena del castillo.

El gruñido de Tarek me hizo olvidar mi repentina hambre y me dejó en el suelo con suavidad, para después dar la vuelta y enfrentarse a los pájaros.

Corrí para tomar todas nuestras cosas y lo esperé sin quedar en medio de la pelea. No entendía porque no usaba de nuevo el fuego para quemarlos a todos, eso era más fácil y rápido. En cambio, usó sus garras y sus dientes para matar a un par. Los picoteos de los demás parecían no atravesar sus escamas y volaba de lo más tranquilo, dejando un rastro de sangre y plumas.

Lejos de asustarme, un nuevo sentimiento golpeó mi pecho: admiración. Solo fue cuestión de segundos para que el camino quedara despejado por completo de esos molestos pajarracos y Tarek aterrizó como si nada, levantando polvo y plumas. Era un presumido y jamás le diría que estaba impresionada.

Antes de convertirse en humano de nuevo, se desplazó sigiloso hasta quedar frente a los dos pájaros quemados y se los comió en un parpadeo. Sus escamas resplandecieron y sus ojos amarillos adoptaron un color más rojizo. Poco a poco se fue acurrucando hasta que su hocico tocó el suelo. ¿Se iba a poner a dormir? Bueno, tenía sentido después de comer tanto.

Al Caer Su Reino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora