—Tengo una sorpresa para ti.
Me mantuve en silencio y tiré de mi cabello con mis dedos temblorosos. Intentaba con todas mis fuerzas no ver hacia el armario. Ese hombre era mi única esperanza, ese bandido podía matar a Seth. Con su ayuda sería libre.
—¿Pasa algo? Espera, espera, no me importa —Caminó tambaleándose hasta la cama y me mostró un par de esposas con una cadena.
No era posible... había descubierto todo. Él ya sabía que el intruso había escapado. Ambos estábamos muertos.
—¿Qué... qué es eso? —pregunté para ganar tiempo mientras esperaba que aquel hombre saltara sobre él y acabara con Seth de una vez por todas.
—Es algo con lo que nos darás un poco de diversión —dijo una voz desconocida.
Cuatro hombres más entraron a la habitación, siguiendo a Seth como unos perros. No era difícil saber que estaban borrachos y, por sus miradas lujuriosas, supe que nada bueno iba a salir de esto.
El hombre más robusto se recostó sobre la puerta del armario, tapando por completo la posible salida de mi único aliado. Al final tuve que aceptar que no podía esperar nada de él, eran cinco contra uno y estaba segura que no iba a arriesgarse hasta que Seth estuviera solo y en clara desventaja.
—Basta, esto no es gracioso —dije ya cansada de las risas y de las señas obscenas que hacían los otros hombres.
—No regreses a tu actitud altanera. Creí que ya habías superado esa etapa —dijo Seth entre risas.
—Deja ya de parloteos y empieza —gritó otro.
Seth se lanzó sobre mí y me tumbó en la cama. Su boca se apoderó de la mía mientras yo intentaba patalear y escapar a toda costa. Creía que ya me había acostumbrado a sus asaltos en la noche, creía que podía fingir que estaba en otro lado, pero con esos hombres viéndonos me era imposible. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y no pude seguir conteniendo la rabia e impotencia acumuladas.
Venganza, ya no tienes nada que perder.
Ese intruso tenía razón, debía pelear, lo haría por Lesya, por mis padres, por Conrad...
Entonces mordí en el labio a Seth tan fuerte como pude hasta que este gritó y se apartó por fin de mí.
—Ah, idiota. No sabes ni controlar a tu mujer.
Los dos hombres que estaban más alejados se abalanzaron sobre mí y me pegaron al colchón de la cama. La saliva de uno salpicó en mi cara y la desesperación se apoderó por completo de mí al ver que sus intenciones eran encadenarme al cabecero de madera.
—¡Seth, detén esto!
Pude zafarme lo suficiente como para ver que el miserable estaba inconsciente debido a la borrachera. Me había dejado a merced de esos cuatro malditos.
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Al Caer Su Reino ©
FantasyElla creció escuchando historias sobre las bestias, ahora está atrapada en las garras de una. A pesar de ser la hija rebelde, Geraldine tenía toda su vida planeada: un maravilloso prometido, las tierras de su padre aseguradas y un futuro próspero. ...