—¡Tarek, Geraldine, salgan ya! ¿Dónde se metieron?No hicimos ruido hasta que el pequeño hombre de cabello verde se perdió entre los arbustos.
—Debemos regresar con los demás. —Me recosté mejor sobre Tarek, ignorando la insistente voz del enano que nos pedía unirnos al grupo.
—Aún no hemos terminado...
Dejé un largo beso en sus labios, para después ponerme de pie y caminar directo al lugar de descanso improvisado. La necesidad de dar media vuelta y regresar a sus brazos era demasiado fuerte y no hice nada cuando él me abrazó de nuevo.
Una parte muy pequeña de mis pensamientos decía que debíamos ir para poner en claro algunas partes de los planes que ideamos, uno más descabellado que el otro. Sin embargo, decidí ignorar todo, no podía parar cuando se trataba de Tarek.
Sus caricias y su paciencia me habían permitido sacar todo lo que guardaba en mis pensamientos. Por fin, pude contarle a alguien lo que me atormentaba, en especial el peligro que corría mi hermana.
Él me escuchó con atención y después de acordar un par de cosas, me sentí en una paz plena. Por una sola vez, me permití imaginar una vida junto a él, en una casita en medio del bosque, lejos de la corona y todos los formalismos que esta implicaba. En mis fantasías, éramos libres.
Esa paz y mis pensamientos no duraron mucho, un ruido metálico que provenía del cielo interrumpió nuestro pequeño juego.
Al principio, estaba segura de que era un dragón y compartí la mirada de rareza con Tarek. Pero no lo era, su piel e incluso su forma de volar era diferente, lo único que tenían en común eran las alas. Se trataba de un pájaro negro barrigón que cruzó el cielo hasta aterrizar muy cerca del campamento improvisado de los chicos.
—¿Qué demonios fue eso?
Tarek me ayudó a levantarme y corrimos para ver si todos estaban bien. El olor a humo era insoportable y cuando estábamos a una distancia prudente, nos detuvimos. Las hojas de los árboles dificultaban ver un poco de qué se trataba, solo sobresalía parte del ala del pájaro.
—Quédate aquí, iré a ver solo yo, puede tratarse de un ataque.
—No —la esperanza golpeó mi pecho al reconocer una cabellera roja entre el humo—. Es Nerea.
Los gemelos corrieron para ayudarla a salir de entre las alas negras de esa cosa extraña. Un par de ramas verdes bastaron para controlar el fuego que amenazaba en convertir en cenizas lo que creí que era una de las aves del rey Kyrion.
Rápidamente, cubrimos el armatoste con hojas y admiré el realismo y detalle de las escamas de las alas, podía servir para uno de los planes que tenía en mente.
—¿Estás bien? —pregunté asustada una vez estuve frente a Nerea.
Los demás siguieron cubriendo esa extraña ave con más hojas.
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Al Caer Su Reino ©
FantasíaElla creció escuchando historias sobre las bestias, ahora está atrapada en las garras de una. A pesar de ser la hija rebelde, Geraldine tenía toda su vida planeada: un maravilloso prometido, las tierras de su padre aseguradas y un futuro próspero. ...