Ahogué un chillido al sentir el frío del metal contra mi cuello.—Está allá abajo... celebrando con sus amigos.
—Pues vamos a esperarlo entonces.
Me costó horrores girar mi cabeza y cuando lo logré, sus ojos hicieron contacto con los míos. Ese color amarillo hizo estragos en mi estómago y solo aumentó mis nervios.
El hombre apestaba a suciedad, tenía el cabello negro, largo y una barba descuidada de varios meses. Rondaba cerca de los treinta años, con porte alto, demasiado para mi mala suerte. Sin duda podía darle batalla a Seth, podía hasta matarlo.
Matarlo...
Algo se encendió en mi pecho, pero ignoré ese sentimiento. Seth lo había dicho, era suya y nada iba a cambiarlo por más que lo intentara.
—Escúchame bien, vamos a...
Su vista quedó fija en mi cuello y con la mano apartó un mechón de mi cabello. Comencé a temblar, recordando las manos de Seth por todo mi cuerpo. ¿Qué iba a hacerme este hombre? Al no sentir nada más, abrí los ojos de nuevo y encontré al intruso inspeccionando la alergia en mis brazos. Su mirada confusa examinaba cada roncha que se propagaba por todo mi hombro.
—¿Hace cuánto tienes esto?
—Desde que cumplí doce.
Silencio absoluto.
¿Por qué mostraba tanto interés en mis alergias? No, solo era mi imaginación.
El sonido de la puerta nos alarmó a ambos y me sentí culpable, como si en realidad estuviera engañando a Seth. Si él descubría que este hombre estaba a solas conmigo en la habitación, se volvería loco y no le importarían los motivos, mucho menos que estaba aquí en contra de mi voluntad.
El intruso me dejó en el suelo sin decir nada y se levantó con una velocidad increíble. El cuchillo resplandeció y estuvo listo para propinar el golpe mortal a quien fuera que estuviera del otro lado de la puerta. Solo era cuestión de tiempo para que el desafortunado recibiera una ráfaga de puñaladas.
Aún con mi cabeza dando vueltas por la situación, me puse de pie y tomé al hombre de la camisa mugrienta.
—No es Seth —susurré—, él no toca la puerta.
El hombre guardó el cuchillo y me examinó de pies a cabeza. ¿Debí dejar qué atacara al desafortunado que llamaba a mi puerta en la noche? Probablemente si, eso hubiera alertado a los guardias y yo ya habría salido de este problema.
—Atiende —dijo con tono amenazante—, ni una palabra de esto.
Con una falsa sonrisa y sintiendo el filo del cuchillo en mi espalda, abrí un poco la puerta, solo lo necesario para que se viera mi cara y no al hombre que se escondía a mi costado.
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Al Caer Su Reino ©
FantasyElla creció escuchando historias sobre las bestias, ahora está atrapada en las garras de una. A pesar de ser la hija rebelde, Geraldine tenía toda su vida planeada: un maravilloso prometido, las tierras de su padre aseguradas y un futuro próspero. ...