Blair Vanderwood se muda a Londres para protagonizar una serie de televisión del momento y así vencer un trauma del pasado. Naturalmente escéptica al amor y con un corazón frágil; ella cree que su vida no puede ser mejor, pero la vida siempre es mej...
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—Deberíamos dejar de venir los fines de semana a este restaurante y comenzar a usar el comedor en casa —habla mamá muy segura, pegada al costado de mi padre como una chinche—. Yo podría cocinar la cena para todos nosotros, he mejorado mucho en ello, lo prometo.
Papá palidece de golpe y los gemelos que van detrás de ellos, usualmente tomándole el pelo a mi padre, se ríen por lo bajo. Albert Holladay sabe que todos encontraríamos una manera de huir y escapar de tener que romperle el corazón a mamá y decirle la verdad:
Su comida sabe horrible.
Pero papá nunca sería capaz de lastimar sus sentimientos, así que se come todo lo que ella haga aunque Lorraine le diga que no es necesario.
—Te creo, seguro que ya lo haces mejor, mi corazón —él le da un beso en la sien con cariño real—. Pero no me gustaría que un fin de semana estés encerrada en la cocina, me gusta venir aquí, todos juntos, tú, yo, Molly y los niños. Es una linda tradición.
—Tienes razón mi corazón —asiente mamá, con ese apodo que tienen para ellos dos, uno un poco empalagoso.
Ambos, quienes abren la marcha hacia el recibidor del restaurante, son los encargados de acercarse al mostrador y preguntar por nuestra reservación. Juntos, siempre juntos, podrían estar en cualquier parte del mundo, en serio en cualquier parte, y seguirían estando juntos.
—El viejo se ha inventado una buena excusa hoy, recuérdame molestarlo más tarde Lo —habla Alaric alcanzándome para estrechar nuestros brazos y que andemos juntos, es una manía suya desde que es un niño.
—Niños no saquen de quicio a su padre esta noche —advierte Molly—. Ha tenido un día agitado en el trabajo ¿Vale?
Todos sabemos que vamos a molestarle igual.
— ¿Dónde está Ash? —dice mi hermanita menor, Anya, ella va pegada al costado de Molly.
—Con la que no debe ser nombrada —digo.
Anya hace un puchero.
— ¿No vendrá?
—No creo, seguro que pasará una noche mucho más divertida que la nuestra, si saben a lo que me refiero —dice Alaric meneando las cejas de arriba abajo, ganándose una mirada extrañada por parte de Anya—. Lo entenderás cuando seas mayor, o cuando tengas un novio o novia. Y eso pasará en, déjame contar... Uno, dos, ¿tres?, o tal vez nunca. Sobre mi cadáver.
Anya se queja y salta sobre su espalda y finge hacerle una llave en el cuello, Alaric a su vez finge que es demasiada fuerza la de nuestra hermanita y hace como si estuviese a punto de perder la conciencia, ella se ríe risueña, le encanta hacer payasadas con Alaric, en el fondo creo que es su favorito.
— ¿Y qué te hace creer que no tengo novio ya? Tengo dieciséis, baboso —habla ella orgullosa, apartándose de un manotón el flequillo que le cae sobre los ojos, aquél que la hace parecer más una niñita que una adolescente.