Capítulo 10

20 10 78
                                    

Londres, Reino Unido

 Aire, eso es lo que necesito en estos momentos porque tal parece que mis pulmones se negaron a recibir oxígeno

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 Aire, eso es lo que necesito en estos momentos porque tal parece que mis pulmones se negaron a recibir oxígeno. Por esa razón salgo del cubículo de karaoke sintiendo la tela de la camisa adhiriéndose a mi piel, estoy sudoroso como el demonio.

 Todo iba bien, podía estarme quieto solo con observarla, desde sus ojos verdes brillosos hasta el arco de su labio superior que me embota los sentidos. Las sonrisas y el intercambio juguetón de palabras era fácil de manejar para mí, entonces la presioné a bailar y para mi sorpresa aceptó. Y cuando comenzó a contonear las caderas supe que estaba perdido, su presencia es abrazadora y no puedo ignorarla por más que quiera. 

 Solo dos meses que nos conocemos personalmente y ya me hace jadear por aire.

 Joder, es que es como haber tenido un show privado de baile hecho por Megan Fox, solo que mucho mejor porque Blair es ardiente sin siquiera quererlo. Es entonces que siento como mi libido aumenta y sé que no es solo culpa del alcohol, me cacheteo mentalmente.

—Piensa en la biblia, piensa en la biblia... —canturreo por lo bajo.

 Tal vez, si pienso en mis hermanos mi cuerpo se enfríe como un tempano de hielo. Si puede que... La puerta se abre tras de mí y yo me volteo, ella sale dando un traspié con el cabello sudoroso pegado al cuello, somos los únicos en medio del pasillo silencioso debido a las paredes insonorizadas de los cubículos y sé que es un terreno peligroso, enfoca sus ojos en mí, ojos que están cristalizados por el alcohol y suprimo un jadeo cuando sonríe apartándose el cabello tras su espalda. 

 Yo toqué ese cabello, es suave, y sedoso. ¿Qué se sentirá sostenerlo en mis manos mientras... Me cacheteo mentalmente por segunda vez luchando por no desviar mis pensamientos; la tira que le sostenía el cabello me quema porque la enganché a mi muñeca como si fuese una pulsera.

— ¿Qué haces? —pregunta entrecerrando los ojos, intenta dar dos pasos hacía mí pero yo extiendo mis manos como si fuese un exorcista y ella un demonio que quiere seducirme—. Me debes algo, ¿recuerdas? Dijiste que podía pedirte lo que quisiera.

 Ayúdame padre todo poderoso que todo lo ve, yo nunca te pido nada.

— ¿Y qué es lo que quieres, dulzura? —pregunto y es vergonzoso la manera en la que mi voz sale ronca y afectada, tres tonos más baja de lo usual.

 Estúpido alcohol.

—Yo... —deja sus labios entreabiertos y no dice nada más, pero se decide a caminar hacia mí.

 Retrocedo y choco de espaldas contra la pared y ella suelta una risita risueña. La repaso con la mirada, sus piernas firmes destacan a través del ajustado pantalón de entrenamiento, y su camisa de tirillas me permite ver parte de sus pechos de piel acanelada. ¿Acaso el sabor de su piel será tan dulce como luce?

 Me palpita y no el corazón.

 Soy un chico fuerte, no un hormonal descarado, puedo contenerme... Aguanto la respiración cuando la tengo en frente, puedo hacerme el ciego y mirarle la frente, resistiéndome a no mirarle más de cerca los pechos.

(LH.1)- La dulce perdición de LowellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora