Capítulo 13

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Londres, Reino Unido

—Si sigues viéndolo así lo vas a desgastar —canturrea Chandler a mi lado

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—Si sigues viéndolo así lo vas a desgastar —canturrea Chandler a mi lado.

Le doy un empujón ignorando su comentario. No sé qué me saca en cara si se está deleitando con la vista gloriosa ante nosotros.

—Dios creó al hombre y como disculpas nos dio a Lowell —se nos une Romanova parándose a mí lado.

Y sé que debemos vernos como unos auténticos imbéciles, los tres de pie con la boca abierta observando cómo Lowell Holladay sale de una piscina, y aunque no está descubierto la ropa mojada se le amolda a los músculos y hasta se transparenta. Siento que no respiro cuando levanta los brazos echándose el cabello húmedo hacia atrás y sonríe a las chicas que corren a entregarle las toallas, sus pecas relucen.

Me sonrojo solo con la idea de pensar en besar esas pecas.

Tal vez su belleza se debe a que sus hombros son anchos y sus piernas largas y contorneadas, y los abdominales se le marcan hasta por debajo de la camisa, puedo contarlos uno a uno, es una verdadera bendición.

—Creo que empieza a hacer calor —digo tragando saliva.

—Eso, o que estás cachonda —opina Chandler y la rusa ríe maliciosa a nuestro lado.

—No digas estupideces.

—Admítelo linda —Romanova me da esa mirada traviesa que aprendí a detectar en ella—. Admite que quieres cabalgar sobre él hasta el amanecer.

Chandler se echa a reír con ella de manera escandalosa, como dos hienas malvadas, les miro mal.

—No quiero cabalgar sobre nadie hasta ningún amanecer —miento, vale que la idea no está tan mala si lo analizo a profundidad.

Ellos de repente guardan silencio, frunzo el ceño.

— ¿A quién quieres cabalgar? —el acento inglés e inconfundible de Lowell llega hasta mis oídos.

Enrojezco de manera vergonzosa.

—A nadie —digo de inmediato, al borde de atragantarme.

Está de pie frente a mí, alto e imponente, sonríe secándose el cabello con la toalla, salpicándome de agua.

—Me parece que estaban hablando sobre cabalgar, quiero saber —insiste.

—Me parece que eres un entrometido.

—Y a mí me parece que tú eres hermosa.

Esta vez sí me atraganto sacándole una risita traviesa, Chandler me codea sin disimulo y quiero patearlo fuera de mi vista. Lowell lleva días haciendo lo mismo, soltando cumplidos que me ponen nerviosa porque seguro que le divierte hacerme sonrojar, es eso o coquetearme por mensaje de texto que de igual manera me hace enrojecer.

(LH.1)- La dulce perdición de LowellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora