CAPITULO VI

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Se levantó temprano, no quería correr.
Le gustaba disfrutar un buen café por las mañanas, darse una ducha relajante y vestirse con calma.
Mientras desayunaba recordó el incidente del día anterior.

—Hay algo extraño en ese hombre —se repitió.
Ella no le caía para nada bien.
Apenas se encontraron, lo notó en sus ojos.
La veía de una manera despectiva, como si ella fuera poca cosa o algo así.
Era evidente que no la quería ahí, pero ese era su problema.
Pablo, sin embargo, era un hombre agradable y empático, se sentía muy cómoda con él.

Todavía no había podido ver a Marcos, se habían comunicado por teléfono, pero tuvieron una conversación muy breve, solo para saber cómo estaba cada uno y acordaron verse en esos días.
Marcos estaba en el anexo de la clínica y eran días de informes, así que tenía mucho trabajo por hacer.

Miró el reloj, ya eran las ocho.
Tendría que apurarse, no quería llegar tarde como ayer, seguramente Firhat llegaría en hora y ella no quería darle el gusto de que hiciera algún comentario.
Cuánto menos lo viera, sería mejor.
Mantendría distancia de ese hombre. Por mucho que le costara reconocerlo, algo en él la intimidaba y la sacaba de su centro, dejándola perturbada.
Sacudió la cabeza como para quitarse esos molestos pensamientos y se dirigió hacia el armario.

La blusa blanca que eligió era muy clásica y profesional, esta hacía resaltar el color trigueño de su piel.
Una pollera negra recta hasta la mitad de la rodilla y los mismos stilettos de ayer, cerraron su look.
Para dar un poco de color a su rostro, usó un labial color rojo suave y resaltó sus ojos con un poco de rímel y un delineado muy sutil. No le gustaba mucho maquillarse, pero sabía bien, que, para una mujer, este formaba parte del arreglo personal. Por último, se recogió el cabello en una cola de caballo y se puso como era su costumbre, fragancia en sus muñecas.

Salió a la calle y se decidió por un taxi.
Por lo menos esa semana iría en uno por las mañanas, esto evitaría que comenzara el día nervios por el horario de llegada.

Llegó en punto a las 9.

Entró y saludó a Roxana la recepcionista, luego se dirigió a su oficina y dejó sus cosas.
Dudó en ir por un café, ¿y si se encontraba de nuevo con Firhat? No sabía cómo reaccionaría si él se comportaba como el día anterior.
Después de pensarlo por unos segundos, decidió quedarse.
Quería tener un día tranquilo y productivo.
—¡Más vale no tentar al diablo! —dijo para sus adentros y esbozó una sonrisa.

Estuvo casi toda la mañana muy ocupada, leyendo historias clínicas, he interiorizándose en los diferentes casos.
El tiempo transcurrió rápido, tanto así que no se dio cuenta que era la hora del almuerzo.
Se levantó de su asiento y caminó un poco por la oficina.
Necesitaba estirar las piernas y distender el cuello, pues había estado mucha sentada.
Luego tomó su bolso y salió de la oficina.
Al pasar por recepción se dirigió a Roxana.

—Ro —comenzó—, si alguien pregunta por mi dile que, volveré en 1 hora más o menos, ¿está bien?

—Por supuesto —contestó la chica y sonrió.

Abrió la puerta distraídamente y se topó con Fihrat que en ese momento iba entrando.
Sus miradas se cruzaron.
Por un momento sintió que el corazón se le aceleraba.
Pensó rápidamente, no podía pasar sin saludar. 
Si lo hiciera, terminaría siendo una mal educada como lo fue él.
Así que mantuvo la cabeza erguida con orgullo y mirándolo a los ojos, le dio los buenos días de forma casual y rápida.

«¿El no pretendería que saliera de parte de ella algo más amable?,
no después de la manera en la que le habló ayer», pensó.


Buenos días —saludó Martina.
—Buenos días —espetó él y pasó como un viento por su lado.

El viaje de MartinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora