CAPITULO VIII

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Era sábado! La semana había pasado muy rápido.
Tantos cambios, tanto trabajo, no le dejaron prácticamente tiempo para descansar. R
ealmente lo necesitaba.
Durmió hasta muy tarde y se levantó renovada.

Mientras tomaba su café, miraba a través del gran ventanal, el parque que estaba al otro lado
de la calle.
—Qué ciudad tan hermosa.
Por ahora todo iba muy bien, estaba muy satisfecha con su nueva vida.
Solo una cosa le molestaba: ¡su jefe!, esto no era poca cosa pues no podía hacer nada al respecto.
Hizo un recorrido mental de los encuentros y circunstancias en las que estuvo con él, y realmente no lograba descifrar a aquel hombre.
Era duro, serio, se podría decir que tenía algo de salvaje.
Pero cuando recordaba el día que lo vio con Marta en brazos, había visto a una persona totalmente diferente.
Contrastaba mucho con el Firhat que conocía.
Se estremeció al recordar su mano en su una cintura.
Recordó sus ojos con una ternura infinita. Totalmente entregado a ayudar, con todos sus s
entidos, a esa persona indefensa ante la vida misma.
Pero también recordó su primer encuentro y luego los otros.
Esos recuerdos borraron cualquier buena opinión que pudiera tener de él.

Dedicó la mañana a disfrutar, salió a la calle, camino por el parque, y se acostó en la
hierba fresca, bajo el suave y cálido sol de primavera.
Pensó en el giro que había dado su vida en este último mes.
¡Realmente eran grandes cambios! Pero estos se fueron sucediendo casi sin darse cuenta.
¡Salir de su país dejar, sus raíces, dejar su hogar sus afectos, eran muchos!
Pero estaba feliz, al fin y al cabo, era lo que ella eligió y su vida no venía nada mal.
Con 30 años hacía poco cumplidos, se consideraba una persona con experiencia en la vida.

Se había jugado varías veces y había experimentado dichas y desdichas, en todos los ámbitos de su vida.
Si tenía que pensar en alguno que no estuviera conforme, diría que era en el ámbito del amor.
Solía soñar con un amor novelesco, de esos donde la pasión rompe todos los esquemas y corre como un río desbordado,
pero esto ya no era así. Las pocas relaciones que había tenido, borraron de su imaginación aquella idea del romanticismo.
No era una cosa que hoy por hoy le interesara, pero no podía negar que estando sola en un país desconocido, comenzaba a sentir un poco de soledad.

El timbre de su celular la sacó de sus pensamientos.
Miro la pantalla, era Laura.
Atendió emocionada.
—¡Laura, amiga! Que sorpresa me has dado. ¡¿Cómo estás?!

Comenzaron una conversación, como siempre, acelerada. Las dos tenían mucho que contarse.
Aquello era un ping pon de preguntas y respuestas.
Hablaron durante mucho rato, tanto que perdió la noción del tiempo.
Cuando al fin corto tenía la boca reseca, sonrió.
La llamada de Laura alegró su mañana, entendió que nunca estaba sola y que la amistad a pesar de la distancia seguía siendo la mismas.
Quedó muy contenta de saber que su amiga era feliz.
Se lo merecía, Laura había tenido una mala experiencia amorosa que la había dejado devastada. Sin embargo,
la vida te puede sorprender cada día, así fue como apareció Antón y le devolvió la esperanza en el amor.
Su día transcurrió tranquilo: descansó, disfrutó un buen almuerzo, e hizo una rutina de spa.
Para cuando llegó la noche estaba tan descansada que creyó sería bueno proponerle a Marcos encontrarse.
No lo había visto desde aquel día en el patio de la clínica y esa vez apenas intercambiaron un par de palabras, así que tenían mucho de qué hablar.
Marcos aceptó entusiasmado su invitación, pues el también aún no había hecho amistades debido al poco tiempo que, al igual que Martina, le sobraba, salvo con Pablo el cual conocía desde niño, no tenía a nadie más.

Puso sus baladas románticas favoritas y comenzó a probarse la ropa que usaría.
Estaba indecisa, no sabía dónde irían a cenar.
Pensando en esto, eligió básicos con los cuáles estaría bien en cualquier lugar.
Los jeans eran sus favoritos, esta vez optó por el clásico azul oscuro prelavado, combinado con una camiseta escote en V de color blanco, un blazer gris claro y zapatos de tacón medio.
Dejó suelto su cabello y se maquilló muy natural, algo de rímel, un poco de labial y apenas un toque de rubor.

El viaje de MartinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora