Capitulo XI

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La apertura de la nueva clínica en el interior del país sería en los próximos días.
Martina iría con Marcos para ver cómo iban los últimos detalles y poner todo en orden.
Se levantó muy temprano, casi al amanecer.
Marcos pasaría por ella e irían juntos, tenían varias horas de viaje por delante.
Esto la molestaba un poco, no le gustaba mucho viajar en auto tanto tiempo, p
ero no pudo decir que no, Pablo se lo había pedido como un favor y no se iba a negar.
Después de todo, él confiaba en ella y eso le agradaba.

Sintió la bocina del auto y se apresuró a salir.
Se había puesto ropa cómoda para el viaje: u
nos jeans, camiseta blanca y calzado deportivo.
Se dejó el cabello suelto, nada de maquillaje, y un poco de su fragancia.
Bajó las escaleras y salió a la calle, el auto de la clínica estaba en la puerta y se encamino hacia él.
La cajuela se abrió y dejó sus cosas, solo llevó el bolso de mano consigo, por si necesita algo de él.

Abrió la puerta alegremente, y sin mirar demasiado entró en el auto.
—¡Buenos días!, que bueno que.... —Quedó sin palabras, no podía creer. Sentado al volante estaba Firhat mirándola seriamente.

—Buenos días —dijo Firhat.

Martina no podía hablar .
Tragó saliva, trató de componerse y apenas mirándolo preguntó:

—¿Pa.. pasó algo con Marcos? -dijo titubiando.

—No ha pasado nada, solo que a último momento le surgió una emergencia con uno de sus pacientes.

—Ah, ok —dijo sin nada más que pudiera agregar.
Estaba espantada.
Cuando Firhat arrancó el auto se colocó el cinturón de seguridad se acomodó en el asiento y quedo como una niña en su banco en el primer día de clases.
Hicieron unos pocos kilómetros y Firhat encendió la radio, buscó una emisora de noticias y estas disimularon un poco el silencio entre los dos.

Firhat miraba fijamente la carretera
Su mente no paraba de pensar qué hacía ahí.
¿Por qué se había ofrecido para ir con Martina? No sabía, solo sabía que cuando Pablo le comunicó que Marcos no podría ir como lo habían acordado, él saltó como un resorte y dijo:

—Yo iré —Pablo no entendía qué estaba sucediendo. ¿
Firhat iría a hacer los preparativos para la apertura?
¿Desde cuándo se ofrecía para estas cosas? Todo era muy extraño últimamente en su comportamiento.

—Ok —dijo Pablo asombrado—, ¿de verdad no te molesta?
—Para nada —contestó Firhat—.Al contrario, yo mismo quiero ver todos los detalles, no confío en el criterio de la señorita Slovack.
Ahí estaba otra vez con esa aversión desmedida hacia la pobre Martina. Pablo sacudió la cabeza resignadamente.
Iban unos 45 minutos de viaje cuando las noticias terminaron.
En su lugar comenzó un programa de música suave como para empezar el día.
Martina se relajó. Ya estaba ahí, se dijo, trataría de disfrutar el viaje, aunque este fuera bastante incómodo.
Se acomodó en el asiento, cerró los ojos y disfrutó de la música.

Las letras de las canciones eran más bien del estilo baladas románticas de esas que a ella le gustaban, pero en el auto con Firhat esas letras la empezaron a incomodar.
Hablaban mucho de amor, de encuentros, despedidas, besos y caricias.
Realmente era muy incómodo.
Después de unos minutos la incomodidad fue tanta que no pudo resistirla y preguntó:
—¿Te molesta si apago la radio?

—¿Por qué? —preguntó Firhat—, ¿acaso no te gustan?
—Si me gustan, pero no como para viajar.

—Entiendo, son más como para una velada romántica.

¿Que intentaba hacer, quería incomodarla? pues no lo lograría. S
i quería jugar ese juego, ella también sabía cómo hacerlo.

—No creo eso, más bien creo que es una música para disfrutar con alguien que te agrade.
Firhat quedó sin respuestas, no esperaba esa contestación tan directa, esto lo descolocó y apagó la radio con enojo.

El viaje de MartinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora