CapituloXII

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La noche estaba estrellada y el cielo limpio e iluminado, las callecitas del pueblo eran muy agradables y corría una brisa fresca. 
Salieron de la clínica y comenzaron a caminar rumbo al pequeño restaurante que había mencionado Firhat.
Caminaban en silencio, despacio, parecía que, a pesar de todo, comenzaban sin querer a disfrutar de la noche.
No se dijeron nada, pero los dos sabían que se darían una tregua.

Llegaron al centro de lo que había sido una antigua ciudad amurallada, las callecitas de piedras las luces de los pequeños restaurantes y las Santa Ritas que colgaban por doquier daban al lugar algo muy especial. Ocuparon una de las mesas que se encontraban fuera de un pequeño local.
Las mesitas de estilo colonial estaban iluminadas con pequeñas velas y una música suave sonaba de fondo.
Pidieron algo ligero típico de ese lugar y de beber una botella de vino.

El silencio era tan incómodo que Martina decidió romperlo.

—Qué lugar más agradable, es tan hermoso y se respira tanta paz —dijo con voz suave.
Instintivamente levantó la cabeza, cerró los ojos y aspiró el aire con olor a jazmines.

Firhat no fue para nada ajeno a este gesto, la observó por unos instantes y su mirada se relajó. Sus puños siempre cerrados se aflojaron y sus manos quedaron abiertas como alguien que suelta algo apretado por mucho tiempo.
Cuando ella abrió los ojos, él miró presurosamente hacia otro lado, estaba nervioso, pero se sentía muy bien Se dio cuenta que hacía mucho que no sentía esa paz y un sentimiento extraño le recorriera el alma.

______

Conversaron un rato sobre lo sucedido con el programa los técnicos y la electricidad.
Parecía que sus mentes descansaban en una dulce armonía.
Martina comenzó a sentirse un poco mareada, le gustaba tomar alguna copa, pero ya iba más de una y no estaba acostumbrada.
Poco a poco la tensión fue desapareciendo y comenzó a hablar.

—Sabes Firhat, es la primera vez que siento nostalgia de mi país.
En realidad, creo que he empezado a sentirme sola.

Firhat no estaba mareado, pero el alcohol estaba haciendo efecto en sus sentidos, sobre todo en lo que tenía guardado en un rincón de su corazón. L
a escuchó atentamente hablar de su familia, de sus padres y de su amiga. Realmente se diría que ponía interés en lo que ella le contaba.
Él también contó algunas cosas sobre su vida; nada muy profundo, pero cuando mencionaba a su hermana miraba hacia un costado, como rememorando imágenes agradables y un brillo especial iluminaba aquella oscura mirada y los gestos de sus rostros se iban volviendo suaves.

Cada vez eran más seguidas las veces que sus ojos se encontraban.
Cuando esto sucedía los dos bajaban la mirada y tomaban un sorbo de su copa.
Pasó mucho rato, no sabían cuánto.
Tanto fue así que de pronto escucharon la voz del mozo.

—Disculpen ¿se van a servir algo más los señores?
Es que ya casi es la hora de cerrar.

El tiempo se había ido sin darse cuenta. Las mejillas de Martina se sonrojaron y Firhat se acomodó en la silla como poniendo orden al momento.

—No, muchas gracias —contestó Firhat—, eso es todo, cuando quiera puede traernos la cuenta.

El regreso fue a pasos lentos, parecía como si ninguno de los dos quisiera que la noche terminara.
Cuando llegaron abrieron la puerta y la oscuridad les impidió ver bien donde estaban, no conocían mucho el espacio, las instalaciones, ni el mobiliario.
Martina se dirigió hacia una mesita que estaba en lo que sería la recepción, pues allí había dejado su bolso y Firhat hacia uno de los sofás en donde había dejado sus pertenencias.

Al levantarse y tratar de buscar el pasillo se dieron de frente y Firhat tuvo que agarrarla del brazo para que Martina no se cayera.
Este movimiento hizo que sus rostros se encontraran, quedando frente a frente.
El perfume de Martina se sentía más que nunca y su cabello tocó el rostro de Firhat.
Una corriente eléctrica recorrió su cuerpo y el deseo reprimido derribó sus barreras, esas que hasta ese momento había logrado controlar.
La tomó del rostro con ternura y buscó su boca desesperadamente, la tomó por la cintura y apretó su cuerpo contra el suyo. Martina notó el fuego en el cuerpo de Firhat, ella se encendió aún más. P
or un momento intentó alejarse, pero su cabeza daba vueltas y sus pensamientos se contradecían. É
l la llevó despacio hacia el sofá y la recostó suavemente sin dejar de besarla.

El viaje de MartinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora