Capítulo XI

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Lleve mis manos a su rostro acercando mi frente a la suya. Sus ojos celestes me observaban y acerqué mis labios a los suyos en un beso suave. Moje mis labios con mi lengua y volví a darle otro beso, correspondió al mío.

Nuestros labios húmedos se rozaron, nuestros labios se apoderaron del ajeno. El corazón me latía a grandes velocidades. Lleve una de mis manos a enredarla en su cabello subiendo por su nuca para besarle mejor. Mi otra mano estaba en su espalda pegándolo a mi cuerpo para devorar sus labios con los míos. Una sensación placentera me recorría hasta que nos separamos por falta de oxígeno.

Ambos necesitábamos más, volvimos a besarnos de manera apasionada, sus manos rodearon mi cuello y poco a poco quedamos acostados en el sillón. El debajo de mi cuerpo, mientras los dos respirábamos agitadamente al separarnos.

Miraba sus mejillas rojas, estaba sofocado, sus labios estaban brillosos. Estaba seguro que nuestros corazones revoloteaban como un colibrí. Nos miramos con deseo y mi olfato se agudizó percibiendo un tenue olor a excitación.

Deseaba continuar, mi instinto mi alfa estaba ya deseoso de hacer suyo al omega, pero mi parte racional sabía que no era ni el momento, ni el lugar y con pesar me levanté para que pudiera volver a sentarse, tomando su mano para depositar un beso en el dorso de esta.

Callando a mi alfa quien gruñía de impotencia.>>

Le di una respuesta de sí a Horacio a ser su pareja, quedamos envuelto un cúmulo de emociones y arrastrados por estos.

Mi corazón latía a grandes velocidades, miraba esos ojos bicolores observarme con deseo y sentía que sucumbía ante ellos. 

Sentía algo de humedad en mi entrada con unos simples besos.  De pronto toda esa atmósfera de excitación fue desapareciendo lentamente y de manera tierna depositó un beso en mi mano y no pude evitar sonrojarme.

Merde, Horacio ya debió darse cuenta que por unos besos que me daba ya estaba lubricando.  ¡¡Joder que vergüenza!!. 

Maldita naturaleza hormonal de ser omega y sentirse necesitado.  Es que esto no había sucedido antes con ese. 

- Carlo, no sabemos lo difícil que ha sido detenerme.  Te deseo, pero iremos con calma.  Cualquier cosa que no te agrade o no te sientas cómodo en esto por favor no dudes en decírmelo.  No te lo guardes, yo haré lo mismo.  Nos estamos conociendo - escuché y aunque asentí no le miraba seguía apenado.

- ¿Cómo has estado? - decidí cambiar de tema.

- Extrañándote, pero también tengo por fin pistas en los casos.  Se supone que esto es confidencial, pero eres mi omega y confío en ti - no pude evitar sonreír y sentir una sensación cálida en el pecho al escucharle decir que soy su omega.

Escuché atentamente lo que me contaba de los asesinatos y a las deducciones que tanto él como sus agentes habían llegado. 

- Un alfa pelirrojo, carismático y de olor agradable.  Que se va en compañía de los omegas asesinados - negué con la cabeza.  Horacio me miró confundido e hizo silencio.

- Yo creo que es un beta, si en los bares les hubieran confirmado que es un alfa es otra historia, pero si desconocen su casta, pues a mí parecer es un beta con todas esas cualidades que mencionas - su rostro me indicaba que seguía confundido.

- Si buscas mantener sexo con alguien desconocido, si es Alfa lo más lógico no se sería buscar un sitio donde como omega te sientas cómodo.  Buscas un hotel, motel un cuarto de paso.  Y con los toques de queda cantaría como una almeja alguien sacando un chico desmayado por las escaleras.  En cambio al ser Beta quieras o no bajas la guardia.  No tiene aquella jerarquía superior ni que pueda usar su voz de mando y tranquilamente te irías a su apartamento.  ¿Qué podría salir mal?.  Es un beta no un alfa.  Aparte si no están en celó y lo sabe usar, realmente no estas en busca de un nudo para que te preñen.  Y si su apartamento no tiene cámaras pues lo tienes servido en bandeja -me miró con una sonrisa.

Olvidando el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora