Capítulo 4

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La luz del universo se asoma a través del triángulo. Es el atardecer que cesa de creer y admirar...¿Cuántas noches más hemos de mirar al vacío pensando que estamos solos?¡Despierto de mi sombra y observo! Miro más allá de las formas, más allá de las estrellas, miro allá en el espacio de los espejos volteados hacia el interior. Es el amanecer, el atardecer volteado. Toda derecha tiene izquierda, pero todo derecho-izquierdo tiene centro y el centro es uno mismo. ¡Contemplo para ver el todo, el universo y su extravagante fusión! Siempre fuimos quien observa al universo tocarnos con su luz. ¡Aquí veo la belleza del ser!
-Es tan hermoso- susurré.
Pude escuchar un sonido blanco, y veo que es Vesemir saliendo de un portal. Corrí hasta él y con sus brazos abiertos me acogio.
-Llegaste-
-Te dije que estaría contigo- dijo abrazándome.
-Pero... Cómo pudiste venir sin que te cuestionaran?-
-Les dije que aún era necesario que te acompañara-
Caminé hasta el triángulo estando aún sorprendida, y él me siguió luego de que me detuve.
-Es sorprendete este lugar-
-Lo es todo-
Nuestras manos rozaban y él me tomó mi mano, volteé a verlo a los ojos y sonreí.
-Tus ojos han cambiado, son cómo dos diamantes-
-Entonces son bellos-
-En todo su esplendor-

Deseaba explorar más allá de mis narices, con este poder que se me concedió quería saber más... mucho más. Comencé a sentir un mal estar en mi, como cuando presientes algo malo.
-Estás bien?- preguntó Vesemir volteando a verme.
-Algo así, me siento un poco mal-
-Quizá sea la primera amenaza qué presientes-
-De qué hablas?-
-Ahora que tienes un enorme poder, y una una gran responsabilidad bajó tú cargo, hay muchas personas y criaturas qué buscan eso para su beneficio propio y egoísta, con la finalidad de querer lastimar a los demás-
Tenía dos opciones, volverme fuerte y defenderme o, ser débil y esconderme para que acaben conmigo. Respiré hondo e hice que el malestar se fuera, abrí un portal siguiendo la frecuencia de esa amenaza y volteé a ver a Vesemir.
-Vamos a buscar qué es?- dije.
Entramos al portal y llegamos a un lugar tétrico, sombrío y muy húmedo. Cambié mi atuendo por uno más cómodo, pero mi ropa aún siendo color blanco.
El suelo no era más que lodo, los zapatos de Vesemir inmediatamente se ensuciaron y mis botas también. El ambiente era tenso, lleno de energía negativa y el aire era frío, parecía un cementerio o un pueblo fantasma.
-Alguien nos observa- dije alzando la mirada. Comenzamos a caminar sobre el sendero marcado, en el transcurso podía sentir cómo sí lo árboles muertos y viejos nos observaran. No niego estar asustada, aunque sea un poco, pero no quiero morir sin antes haber visto el potencial de mi poder. No pasó mucho tiempo antes de encontrar una mansión abandonada, no había nadie vigilando la entrada y las puertas y ventanas estaban rotas.
-Hasta aquí llega la frecuencia- dije un tanto seria, alerta para cualquier suceso.
-Tengamos cuidado-
Entramos a la mansión y habían muchas polillas dentro, las cortinas de las ventanas rasgadas y la madera del suelo llena de polvo y tierra. Subimos los escalones y nos separamos, yo podía sentir la frecuencia más cerca, al mismo tiempo mi corazón se aceleraba y comenzaba a preocuparme. Todos mis instintos estaban alerta, podíamos sentir el suspenso y el desagradable sabor a putrefacto. Al llegar a una habitación, junto a la ventana pude ver una silueta, como de una mujer, reflejandose por la poca luz de una luna escondida entre las nubes. De pie sin moverse nada, como sí ella esperara mi llegada, y poco a poco volteó a verme, o lo que parecía ser, ya que al verla de frente, no tenía ojos, y en sus manos sostenía un casco.
-Finalmente llegas, Atlas- dijo con una sonrisa.
-... Quien eres?- pregunté sin moverme de mi lugar.
-Ella es Zora- escuché detrás de mí la voz de Vesemir.
-No debimos venir aquí, es muy peligroso- volvió a decir.
-La conoces?-
-Así que no le has hablado de mi, Vesemir. Ni tu y ninguno de las otras malditas aves-
-Tú ya no importas, Zora. Vámonos Atlas- dijo tomándome de la mano y sacándome de la habitación. Alcancé a ver que ella se colocó el casco y se acercaba rápidamente a nosotros.
-Qué sucede?- le pregunté a Vesemir mientras corríamos. Ella atacaba con magia así como lo hacía él también, yo intentaba buscar la frecuencia al triángulo para regresar, pero se había perdido.
-No logro conectarme con la frecuencia de génesis- le dije a él. Creé un escudo que nos daría un poco de tiempo.
-Cómo que no logras hacerlo?-
-Se ha perdido- respondí. Zora rompió el escudo y lanzó a Vesemir hacia un lado.
-Quédate conmigo, así no sufrirás lo mismo que yo. ¡Ellos me han quitado mis ojos!- dijo mientras me atacaba. Me defendía lanzandole objetos pesados, pero ella con su lanza los partía a la mitad.
-Vamos, Atlas, de verdad cuidas del triángulo? Ni siquiera sabes pelear- dijo. De cierto eso me hizo sentir mal, ya que Vesemir jamás me entrenó para pelear puño a puño, sólo con magia.
-Es verdad, no sé pelear a golpes, pero, con hechizos trato de ser mejor- dije levantándome del suelo. Retuve su cuerpo con objetos qué habían al rededor, transformé toda la mansión en un calabozo y la encadené. Zora parecía totalmente incólume, estaba encadenada de pies y manos, pero mantenía una sonrisa.
-No eres la única- dijo sonriendo. Atravesó las cadenas y se acercaba a mi. Yo estaba sorprendida, sabía en ese momento que ella era más fuerte que yo; trataba de disimular mi miedo, era la primera vez que me enfrentaba a alguien de esta manera.
-Fue suficiente, Zora- dijiste Vesemir reteniendola desde la otra puerta, él estaba flotando y sus ojos brillaban.
-Ustedes me quitaron todo-
-No es verdad, génesis al final te rechazo...-
-¡Y ustedes me exiliaron en este lugar! Por la eternidad-
Vesemir la lanzó fuera de la mansión y bajó al suelo, caminó hacia mí y me tomó de la mano.
-Estás bien?- preguntó.
-Quiero que me cuentes todo- dije frunciendo el ceño.
-Este no es momento...- en cuanto dijo eso, Zora apareció y lo lanzó fuera. Ella me tomó del brazo, y en ese instante mi mente se quedó en blanco.
-Vaya que eres consentida- dijo ella. Recuperé mi pensamiento y la alejé de mi.
-No me vuelvas a tocar, no me vuelvas a hablar, ni siquiera me vuelvas a ver- dije completamente molesta. Sentía que mi sangre hervía, mis manos temblaban y con un golpe la tiré al suelo. Quería desquitarme con ella por haberse metido en mis pensamientos, así que le retuve e iba agregando presión a su cuerpo, cómo sí algo la estuviera comprimiendo. Poco a poco como iba cerrando mi mano, ella sentía la presión cada vez más. Comenzó a quejarse, y siendo sincera, eso me causaba cierta satisfacción. De repente en mi mente aparecieron unas imágenes qué yo había enterrado en lo más profundo de mí. Comencé a recordar el reino de mis padre vuelto en llamas, a mi padre con una flecha en la cabeza, y a mi madre tirándose desde su alcoba en lo alto del castillo. La tristeza y el odio se apoderaron de mi, pero en ningún momento soltaba a Zora, de hecho, le causaba más daño.
-Por... favor- dijo mientras le costaba respirar.
-¡Atlas!- dijo Vesemir, volteé a verlo con furia. Solté a Zora y abrí un portal donde caímos Vesemir y yo.

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